Que Es La Sanidad En La Biblia?

Que Es La Sanidad En La Biblia
Sanidad – Hispano-Americano de la Mision El poder secreto, la trascendencia y singularidad de lo divino. En la Biblia el termino tiene implicaciones morales y se refiere a la pureza y rectitud de Dios como también a aquello en él que provoca asombro y temor reverencial.

¿Qué dice la Biblia de sanidad?

Salmos 41:3-4 Cuando esté enfermo, el Señor lo sustentará; suavizará sus males mientras recobra la salud. Yo le pido al Señor que me tenga compasión, que me sane, pues he pecado contra él (Sal 41:3-4).

¿Qué es la sanidad en Dios?

Humildemente me acerco a este púlpito hoy día. para hablar acerca de un remedio seguro contra la congoja, la desilusión, el tormento, la angustia y la desesperación. El salmista declaró: “El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3).

La sanidad es un milagro divino; las heridas son la suerte común de toda la humanidad. Shakespeare ha dicho: “Se burla de las llagas el que nunca recibió una herida” (Romeo y Julieta Acto segundo, Escena II).

Parece que nadie se escapa de los problemas, los desafíos y las desilusiones de este mundo. En la compleja sociedad actual, algunos de los factores curativos de que gozaron nuestros padres parecen estar ausentes de nuestras vidas. Cada vez son menos las personas que pueden aliviar el estrés trabajando con las manos o labrando la tierra.

El numero cada día mayor de exigencias, la diversidad de voces, la insistente propaganda comercial, los ruidos ensordecedores, las dificultades que surgen en nuestras relaciones personales, todo esto le roba a nuestra alma la paz que necesita para funcionar y sobrevivir.

Nuestra prisa para hacer frente a las implacables demandas del tiempo nos despoja de nuestra paz interior, y la presión que sentimos de competir y sobrevivir es tremenda. Nuestro apetito por posesiones personales parece insaciable. Las fuerzas crecientes que destruyen al individuo y a la familia acarrean consigo tristeza y dolor.

  • Una de las causas de la enfermedad espiritual de nuestra sociedad es que muchas personas no saben o no dan importancia a lo que es moralmente bueno o malo;
  • Demasiadas cosas se justifican sólo por interés personal o el deseo de adquirir dinero y bienes materiales;

Últimamente, a esas personas e instituciones que han tenido el valor de oponerse abiertamente al adulterio, el fraude, la violencia, los juegos al azar y otras formas de iniquidad, frecuentemente se les hace burla. Hay muchas cosas que simple y sencillamente son incorrectas, ya sean ilícitas o no.

  1. Los que persisten en buscar lo malo del mundo no pueden conocer “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4: 7);
  2. De algún modo, de alguna manera, debemos encontrar la influencia sanadora que trae solaz al alma;

¿En dónde esta ese bálsamo? ¿En dónde esta ese alivio que tan desesperadamente necesitamos para superar las presiones de este mundo? En gran parte, ese alivio compensador se obtiene mediante una mayor comunión con el Espíritu de Dios. Es eso lo que puede brindar la sanidad espiritual.

Esta sanidad espiritual se ilustra en la anécdota de Warren M. Johnson, dueño de una balsa de transbordo en el embarcadero Lee, en Arizona, E. En su juventud, en el verano de 1866, Warren Johnson había ido hacia el Oeste en busca de su fortuna de oro.

Enfermó gravemente y sus compañeros lo abandonaron debajo de un árbol en el patio de la casa de una familia en Bountiful, Utah. Una de las hijas lo encontró y en seguida fue a notificar que había un hombre muerto en el patio. Aunque era un extraño, esta amable familia cuido de el hasta que sanó.

  1. Le enseñaron el evangelio y mas tarde se bautizó;
  2. Finalmente llegó a ser balsero en el embarcadero Lee;
  3. En 1891, la familia de Warren Johnson sufrió una gran tragedia;
  4. En corto tiempo perdieron a cuatro hijos a consecuencia de la difteria;

Sepultaron a los cuatro en hilera, uno al lado del otro. En una carta dirigida al presidente Wilford Woodruff, con fecha 29 de julio de 1891, Warren relató lo siguiente: “Estimado hermano: “En mayo de 1891, una familia que residía en Tuba City llegó aquí proveniente de Richfield, Utah, donde habían pasado el invierno con algunas amistades.

En Panguitch sepultaron a uno de sus hijos y, sin desinfectar la carreta ni a si mismos, y sin siquiera detenerse para lavar la ropa de la criatura muerta, llegaron a nuestra casa donde pasaron la noche y estuvieron en contacto con mis niños pequeños … “No sabíamos nada en cuanto a la naturaleza de la enfermedad, pero teníamos fe en Dios, ya que nos encontrábamos aquí en una misión muy difícil y habíamos tratado lo mas diligentemente de obedecer la Palabra de Sabiduría y de cumplir con los otros deberes de nuestra religión tales como pagar el diezmo, hacer las oraciones familiares, etc.

etc. , para que a nuestros hijos no les pasara nada. Pero por mala suerte, en cuatro días y medio el niño mayor murió asfixiado en mis brazos; a otros dos les atacó la enfermedad y ayunamos y oramos, hasta donde lo creímos prudente, ya que teníamos muchas cosas que hacer aquí.

  1. Ayunamos veinticuatro horas y en una ocasión yo ayuné cuarenta horas, pero de nada sirvió, pues mis dos hijitas también murieron;
  2. Aproximadamente una semana después de su muerte, mi hija Melinda, de quince años de edad, contrajo la enfermedad e hicimos todo lo que pudimos por ella, pero al poco tiempo ella también siguió a los otros … Tres de mis queridas hijas y un hijo se nos han ido, y no parece que sea el fin;

Mi hija mayor de diecinueve años esta postrada en la cama a causa de la enfermedad y hoy estamos ayunando y orando por ella … No obstante, quisiera suplicarle que, con fe, ore por nosotros. ¿Qué hemos hecho para que el Señor nos haya abandonado? ¿Y que podemos hacer para volver a obtener su gracia? “Su hermano en el evangelio, “Warren M.

Johnson” (P. Riely, “Warren Marshall Johnson, Forgotten Saint”, Utah Historical Quarterly, Invierno de 1971, pág. 19). En una carta subsiguiente de fecha 16 de agosto de 1891, dirigida a su amigo Warren Foote, el hermano Johnson testificó que había encontrado paz espiritual: “Sin embargo, te puedo asegurar que esta es una de las pruebas mas difíciles de mi vida, pero deseo lograr la salvación y estoy resuelto a que con la ayuda de nuestro Padre Celestial me mantendré firmemente asido a la barra de hierro, no obstante las aflicciones que me acosen.

No he descuidado el desempeño de mis deberes, y espero y confío en que tendré la fe y las oraciones de mis hermanos, a fin de vivir de tal manera que pueda recibir las bendiciones que se han pronunciado sobre mi cabeza” (Ibíd). El séptimo Articulo de Fe declara que, entre otros dones espirituales, creemos en el don de sanidades.

  • Para mi, este don incluye la sanidad tanto del cuerpo como del espíritu;
  • El Espíritu le infunde paz al alma;
  • Este solaz espiritual se logra invocando los dones espirituales, los cuales se obtienen y se manifiestan de muchas maneras;

En la Iglesia hoy día estos abundan plena y ricamente; nacen del uso apropiado y humilde del testimonio; se manifiestan también al bendecir a los enfermos después de la unción con aceite consagrado. Cristo es el gran Médico que se levantó de entre los muertos “con salvación en sus alas” (2 Nefi 25:13), mientras que es por medio del Consolador que sanamos.

El Señor ha provisto muchas vías por las cuales podemos recibir esta influencia sanadora. Agradezco que el Señor haya restaurado la obra del templo a la tierra, ya que es una parte importante de la obra de salvación tanto por los vivos como por los muertos.

Los templos proveen un santuario al que podemos acudir para dejar a un lado muchas de las preocupaciones del mundo. Nuestros templos son lugares de paz y tranquilidad. En estos recintos sagrados Dios “sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3).

  • La lectura y el estudio de las Escrituras pueden brindar un gran consuelo;
  • El presidente Marion G;
  • Romney declaró: “Tengo la certeza de que si en nuestros hogares los padres leen el Libro de Mormón regular y devotamente, tanto individualmente como con sus hijos, el espíritu de ese gran libro reinara en nuestros hogares así como en los que moren allí;

El espíritu de reverencia aumentara, el respeto y la consideración mutuos crecerán; el espíritu de contención se alejara; los padres aconsejaran a sus hijos con mas amor y sabiduría y éstos escucharan y serán mas receptivos a ese consejo. Aumentara la rectitud.

  • La fe, la esperanza y la caridad —el amor puro de Cristo— moraran en nuestros hogares y en nuestra vida, trayendo consigo paz, gozo y felicidad” (en Conference Report, abril de 1960, págs;
  • 112–113);
  • Cuando yo era joven, los beneficios de salud que se reciben por obedecer la Palabra de Sabiduría, incluso el abstenerse del tabaco, las bebidas alcohólicas, el te y el café, no estaban tan bien definidos como en la actualidad;

No obstante, los beneficios espirituales siempre se han podido confirmar. La Palabra de Sabiduría promete que los que se acuerden de guardar este consejo y rindan obediencia a los mandamientos “recibirán salud en su ombligo y médula en sus huesos” (D. y C.

89:18). Por mucho tiempo, la médula ha sido símbolo de un vivir vibrante y saludable. Pero en una época en que se llevan a cabo trasplantes salvadores de médula, la frase “médula en sus huesos” adquiere un significado adicional como convenio espiritual.

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Las promesas para los que guardan la Palabra de Sabiduría siguen en vigencia. Los que observen esta ley “hallaran sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, si, tesoros escondidos; “y correrán sin fatigarse, y andarán sin desmayar. “Y yo, el Señor, les prometo que el ángel destructor pasara de ellos, como de los hijos de Israel, y no los matara” (D.

y C. 89:19–21). Si queremos estar a salvo, ciertamente necesitamos fortificarnos contra los muchos factores destructivos que abundan en el mundo actual. Sin embargo, para muchos de nosotros la sanidad espiritual no se lleva a cabo en las grandes mesas de conferencia del mundo, sino en las reuniones sacramentales.

Es reconfortante adorar, participar de la Santa Cena y, en un espíritu de humildad, recibir enseñanza de vecinos y amigos íntimos que aman al Señor y tratan de guardar sus mandamientos. Nuestro buen obispo les asigna a los participantes cierto tema o principio del evangelio e invariablemente se expresan por el poder del Espíritu Santo, permitiendo a la congregación vislumbrar la bondad de su corazón.

En los mensajes que se presentan, se advierte el humilde testimonio del orador y su dulce consejo. Los que estamos presentes comprendemos lo que se esta enseñando mediante el espíritu de verdad y ratificamos los testimonios que se han expresado.

Nuestras reuniones sacramentales deben ser para adorar y curar, restaurándoles a los presentes su salud espiritual. Parte de este proceso curativo ocurre cuando adoramos por medio de la música y el canto. Al cantar nuestros bellos himnos de adoración, recibimos alimento para nuestras almas.

  1. Cuando cantamos alabanzas al Señor, somos uno en corazón y en propósito;
  2. Además de otras influencias, la adoración por medio del canto surte el efecto de unificar espiritualmente a los participantes en una actitud de reverencia;

La sanidad espiritual también se obtiene al expresar y escuchar testimonios humildes. El testimonio que se expresa en un espíritu de arrepentimiento, de agradecimiento por la providencia divina y de acuerdo con la guía divina es un poderoso remedio para aliviar la angustia y las preocupaciones de nuestro corazón.

  1. Dudo que los miembros sinceros de esta Iglesia puedan lograr una plena sanidad espiritual si no están en armonía con el fundamento de la Iglesia, lo cual el apóstol Pablo declaró que son “los apóstoles y profetas” (Efesios 2:20);

Esto tal vez no sea demasiado popular, considerando la larga historia que tiene el mundo de rechazar a los profetas y sus mensajes. No obstante, son los oráculos de Dios en la tierra, llamados para dirigir la obra en este tiempo y época. Es también esencial que sostengamos a nuestros obispos, nuestros presidentes de estaca y los demás lideres.

Unos estudios recientes parecen confirmar el hecho de que la máxima sanidad espiritual se logra cuando uno se olvida de si mismo. Estos estudios indican que aquellos que pudieron soportar mejor el encarcelamiento y los campos de concentración fueron aquellos que se preocupaban por sus compañeros prisioneros y estaban dispuestos a ceder su propia comida y sustento para el sostenimiento de otros.

El Dr. Viktor Frankl declaró: “Aquellos de nosotros que vivimos en campos de concentración aun recordamos a los hombres que iban de celda en celda, dando consuelo a otros y obsequiándoles su ultimo pedazo de pan. Quizás sean pocos, pero son prueba suficiente de que al hombre se le puede despojar de todo menos de una cosa, la ultima de las libertades humanas: la libertad de elegir cual será nuestra actitud bajo cualquier circunstancia, y cómo viviremos nuestra vida” (Man’s Search for Meaning, New York: Simon and Schuster, 1963, pág.

104). El Salvador del mundo lo expresó en términos sencillos: “… todo el que la pierda [su vida], la salvara” (Lucas 17:33). De todas las cosas que podríamos hacer para encontrar solaz, la oración quizás sea la mas reconfortante.

Se nos ha mandado orar al Padre, en el nombre de Su Hijo, el Señor Jesucristo, y por el poder del Espíritu Santo. El simple acto de orar a Dios satisface el alma, incluso cuando Dios, en Su sabiduría, tal vez no nos conceda lo que le pedirnos. El presidente Harold B.

Lee nos enseñó que todas nuestras oraciones reciben respuesta, pero que algunas veces el Señor dice “no”. El profeta José enseñó que la “mejor manera de obtener verdad y sabiduría” es “ir a Dios en oración” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág.

230). La oración es de mucha ayuda en el proceso curativo. Las heridas que otras personas nos infligen se curan mediante el “arte de sanar”. El presidente Joseph F. Smith declaró: “Mas la curación de una herida es un arte que no se adquiere con la practica únicamente, sino con la ternura amorosa que viene de la buena voluntad universal y de un interés compasivo en el bienestar y felicidad de otros” (Joseph F.

  • Smith, Doctrina del Evangelio, pág;
  • 258);
  • Todos tenemos la esperanza de ser sanados mediante el arrepentimiento y la obediencia;
  • El profeta Isaías dijo que aunque nuestros pecados “fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18);

El profeta José Smith declaro: “El espíritu nunca es demasiado viejo para allegarse a Dios. Todos pueden alcanzar la misericordia y el perdón” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 230). Después de un arrepentimiento completo, la fórmula es maravillosamente sencilla.

De hecho, el Señor nos la ha dado en estas palabras: “… no os volveréis a mi ahora, y os arrepentiréis de vuestros pecados, y os convertiréis para que yo os sane” (3 Nefi 9:13). Al hacerlo, tenemos la promesa de que ” El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (Salmos 147:3).

Encontramos solaz en Cristo por medio del Consolador, y El nos extiende esta invitación: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). El apóstol Pablo habla de echar “toda vuestra ansiedad sobre el, porque el tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).

Si así lo hacemos, la curación se lleva a cabo, tal como el Señor lo prometió mediante el profeta Jeremías cuando dijo: “… y cambiarle su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor … Porque satisfaré al alma cansada, y saciaré a toda alma entristecida” (Jeremías 31:13, 25).

En la gloria celestial, se nos dice que: “Enjugara Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá mas llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4). Entonces la fe y la esperanza reemplazaran al dolor, la desilusión, el tormento, la angustia y la desesperación, y el Señor nos dará fortaleza, para que, como dice Alma, “no padeciesen ningún genero de aflicciones que no fuesen sorbidas en el gozo de Cristo” ( Alma 31:38 ).

¿Qué dijo Jesús sobre la sanidad?

Jesús le dijo : «Levántate, toma tu lecho, y vete. » Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue. Pero aquel día era día de reposo (Jn 5:8-9).

¿Qué es la sanidad interior bíblicamente?

‘ Sanidad interior es la sanidad de toda experiencia dolorosa o traumática, de las cuales fuimos victimas desde el momento en el que fuimos concebidos, la sanidad de los rechazos, del abandono, de los abusos, de los dolores emocionales’, indicó.

¿Cuántos tipos de sanidad hay?

Subsectores público y privado [ editar ] – Dependiendo de la propiedad de los servicios, existen dos tipos de sanidad: sanidad pública y sanidad privada. La primera denominada así si es que los bienes y servicios públicos de salud los da el Estado ; y la segunda, si es que los bienes y servicios son por iniciativa privada.

  • Sanidad pública : Los servicios sanitarios dependen de los respectivos gobiernos. La sanidad pública es la encargada de desarrollar las políticas de salud.
  • Sanidad privada : Los servicios sanitarios dependen de empresas privadas.

¿Cuál es el salmo de sanidad?

Medita en estos versículos cuando te preocupas por la enfermedad de alguien. Que Es La Sanidad En La Biblia Imagen provista por Unsplash Por Jennica Stevens La enfermedad puede ser una experiencia extremadamente estresante y aterradora. A menudo es aún peor cuando no eres la persona enferma. Mientras esperas que los médicos realicen las pruebas o te sientas al lado de la cama de tu ser querido, manteniendo una vigilia constante, a menudo te sientes impotente. Es poco lo que puedes hacer para cambiar la situación o para aliviar el dolor de la persona enferma.

  • Ya sea que la enfermedad sea corta o se prolongue durante años, la experiencia es agotadora;
  • Los salmos ofrecen consuelo en medio de tiempos difíciles como estos, porque son las oraciones de personas en peligro;

Los escritores conocen la angustia y el sufrimiento, y también conocen al Dios que escucha sus oraciones. Los salmos son sus sinceros clamores a Dios por ayuda, consuelo, tranquilidad. Ruego que al leer y meditar en estos salmos hoy, recuerdes la esperanza y la paz que Dios provee.

  1. Salmos 23;
  2. 1-3 «El Señor es mi pastor; nada me falta;
  3. En verdes praderas me hace descansar, a las aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos, haciendo honor a su nombre;

» Salmos 6. 2-3 «Señor, ten compasión de mí, pues me siento sin fuerzas. Señor, devuélveme la salud, pues todo el cuerpo me tiembla. ¡Estoy temblando de miedo! Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?» Salmos 91. 1-4 «El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso, dice al Señor: «Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!» Solo él puede librarte de trampas ocultas y plagas mortales, pues te cubrirá con sus alas, y bajo ellas estarás seguro.

¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!» Salmos 28. 7-9 «El Señor es mi poderoso protector; en él confié plenamente, y él me ayudó. Mi corazón está alegre; cantaré y daré gracias al Señor. El Señor es la fuerza de su pueblo; es ayuda y refugio de su rey escogido.

Salva a tu pueblo, Señor; bendice a los tuyos. Cuídalos como un pastor; ¡llévalos en tus brazos para siempre!» Versículos tomados de la versión Dios habla hoy, tercera edición, 1994..

¿Cómo pedir a Dios por sanidad?

Oración – Padre nuestro que está en los cielos, Vengo delante de ti reconociendo que solo tú eres Dios. Reconozco que eres Dios de amor, de compasión y de misericordia. Por eso hoy te pido que te acuerdes de (amigo/a), Que está enfermo/a de _________. Te pido, Jehová, que extiendas tu mano sanadora hacia (amigo/a).

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Te pido, Jehová, que quites el dolor de su cuerpo. Te pido, Jehová, que confortes su alma durante estos momentos difíciles. Te pido, Jehová, que (amigo/a) sepa que tu estas a su lado siempre. La Biblia dice que tú le has dado autoridad a tu hijo Jesús sobre todas las cosas.

Así que yo declaro que en el nombre de Jesús, la enfermedad se va de (amigo/a) Tengo fe que tú, Jehová, tienes el poder para sanar. Confío que la obra de sanidad está hecha en (amigo/a). Gracias Jehová por escuchar mi petición. Gracias por tu amor y por tu misericordia.

¿Qué papel tiene el Espíritu Santo en nuestra sanidad?

Puede guiarnos para tomar decisiones y nos protege del peligro físico y espiritual. Se le conoce como el Consolador, y puede calmar nuestros temores y llenarnos de esperanza. Por medio de Su poder, somos santificados al arrepentirnos, recibir las ordenanzas salvadoras y guardar nuestros convenios.

¿Qué es un proceso de sanidad interior 7 pasos?

7 PASOS PARA LOGRARLA. La sanidad interior o sanidad del alma es el proceso mediante el cual el individuo es liberado de ataduras que le impiden gozar de su nueva vida en Cristo y tener una plena realización como cristiano bíblico y como individuo. La obra redentora de Jesús.

¿Cuál fue el primer milagro de sanidad en la Biblia?

«Cuando Jesús bajó del monte, lo fue siguiendo una gran muchedumbre. Entonces se le acercó un leproso, y se arrodilló ante él diciéndole: ‘Señor, si quieres puedes limpiarme’. Jesús ex- tendió la mano, lo tocó y le dijo: ‘Quiero, queda limpio’. Y al instante quedó limpio de su lepra.

¿Qué dice Lucas 4 18?

18 El a Espíritu del Señor está sobre mí,por cuanto me ha b ungido para dar buenas nuevas a los c pobres;me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,a pregonar d libertad a los e cautivosy dar vista a los ciegos;a poner en f libertad a los quebrantados, 19 a predicar el año agradable del Señor.

¿Qué dice Juan 15 5?

1 Yo soy la a vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo a pámpano que en mí no lleva b fruto , lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo c limpiará , para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 a Permaneced en mí, y yo en vosotros.

  1. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí;
  2. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto, porque sin a mí nada podéis hacer;

6 El que en mí no permanece será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los recogen y los echan al fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, a pedid todo lo que queráis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos.

  1. 9 Como el Padre me a ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor;
  2. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor;

11 Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro a gozo sea completo. 12 Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os a he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno a ponga su vida por sus amigos.

14 Vosotros sois mis a amigos si hacéis las cosas que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que a oí de mi Padre os las he dado a conocer.

16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os a elegí a vosotros, y os he b puesto para que vayáis y llevéis c fruto , y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi d nombre , él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis los unos a los otros.

18 Si el mundo a os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. 19 Si fuerais del a mundo , el mundo b amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo.

20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El a siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han b perseguido , también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

22 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían a pecado , pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me aborrece también a mi Padre aborrece. 24 Si no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han aborrecido a mí y a mi Padre.

25 Pero esto sucede para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron. 26 Pero cuando venga el a Consolador , a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el que procede del Padre, él b dará testimonio de mí.

¿Cómo pedir a Dios por sanidad?

Oración – Padre nuestro que está en los cielos, Vengo delante de ti reconociendo que solo tú eres Dios. Reconozco que eres Dios de amor, de compasión y de misericordia. Por eso hoy te pido que te acuerdes de (amigo/a), Que está enfermo/a de _________. Te pido, Jehová, que extiendas tu mano sanadora hacia (amigo/a).

Te pido, Jehová, que quites el dolor de su cuerpo. Te pido, Jehová, que confortes su alma durante estos momentos difíciles. Te pido, Jehová, que (amigo/a) sepa que tu estas a su lado siempre. La Biblia dice que tú le has dado autoridad a tu hijo Jesús sobre todas las cosas.

Así que yo declaro que en el nombre de Jesús, la enfermedad se va de (amigo/a) Tengo fe que tú, Jehová, tienes el poder para sanar. Confío que la obra de sanidad está hecha en (amigo/a). Gracias Jehová por escuchar mi petición. Gracias por tu amor y por tu misericordia.

¿Como Dios sana a los enfermos?

El Salvador dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Muchas personas llevan cargas pesadas. Algunas han perdido a un ser querido o deben cuidar de un discapacitado; algunas han sufrido un divorcio; otras ansían un matrimonio eterno; algunas se encuentran atrapadas en las garras de las sustancias o prácticas adictivas como el alcohol, el tabaco, las drogas o la pornografía; otras tienen severas discapacidades físicas o mentales.

Algunas se enfrentan a la atracción hacia personas del mismo sexo; otras experimentan terribles sentimientos de depresión o ineptitud. De una manera u otra, muchos llevan pesadas cargas. Nuestro Salvador nos extiende a todos esta amorosa invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30). Las Escrituras contienen innumerables relatos donde el Salvador sanó a los que llevaban cargas pesadas; Él hizo que el ciego viera, que el sordo oyera; que el paralítico, el atrofiado o el mutilado fuesen restablecidos; que los leprosos fuesen limpiados y que los espíritus inmundos fuesen echados.

  1. Con frecuencia leemos que la persona a la que se curó de esas dolencias físicas era “sanada” (véanse, Mateo 14:36, 15:28; Marcos 6:56; 10:52; Lucas 17:19; Juan 5:9);
  2. Jesús sanó a muchas personas de enfermedades físicas, pero no negó la curación a aquellos que buscaban ser “sanados” de otros padecimientos;

Mateo escribe que Cristo sanaba toda enfermedad y toda dolencia entre los del pueblo (véase Mateo 4:23; 9:35). Las multitudes lo seguían y Él “sanaba a todos” (Mateo 12:15). Esas curaciones ciertamente incluían a aquellos cuyas enfermedades eran emocionales, mentales o espirituales.

  • Él los sanaba a todos;
  • En uno de sus primeros sermones en la sinagoga, Jesús leyó en voz alta de esta profecía de Isaías: “…Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos…” (Lucas 4:18);

Al declarar que había venido a cumplir esa profecía, Jesús afirmó, específicamente, que curaría a los que tuviesen dolencias físicas y que también liberaría a los cautivos y a los oprimidos, y que sanaría a los desconsolados. El Evangelio según Lucas contiene muchos ejemplos de ese ministerio.

  • Relata la ocasión en que “se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades” (Lucas 5:15);
  • En otras oportunidades, indica que Jesús “sanó a muchos de enfermedades” (Lucas 7:21) y que “sanaba a los que necesitaban ser curados” (Lucas 9:11);

También describe cómo una gran multitud de personas de Judea, de Jerusalén y de la costa de Sidón vino a un lugar llano “para oírle y para ser sanados” (Lucas 6:17). Cuando el Salvador se apareció a los justos en el Nuevo Mundo, pidió que se le acercaran los cojos, los ciegos o los que tuviesen otras dolencias físicas.

  1. Extendió la misma invitación a los que “[estuvieran] afligidos de manera alguna” (3 Nefi 17:7);
  2. “Traedlos aquí y yo los sanaré”, dijo (versículo 7);
  3. El Libro de Mormón relata cómo la multitud se acercó con “todos los que padecían cualquier aflicción” (versículo 9);

En ese grupo debió haber personas con todas las variedades de aflicciones físicas, emocionales o mentales y en la Escritura se testifica que Jesús “los sanaba a todos” (versículo 9). El Salvador nos enseña que en el mundo tendremos tribulación, pero que debemos confiar, ya que Él ha “vencido al mundo” (Juan 16:33).

  1. Su expiación es lo suficientemente poderosa no sólo para abarcar y pagar el precio del pecado, sino también para sanar toda aflicción terrenal;
  2. En el Libro de Mormón se enseña que: “…él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11; véase también 2 Nefi 9:21);
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Él conoce nuestras angustias y está allí para ayudarnos. Al igual que el buen samaritano de Su parábola, cuando nos halla heridos al costado del camino, Él venda nuestras heridas y cuida de nosotros (véase Lucas 10:34). Hermanos y hermanas, el poder sanador de Su expiación es para ustedes, para nosotros, para todos.

Su poder sanador, que todo lo abarca, se invoca en las palabras de súplica de nuestro himno “Paz, cálmense”: Cristo, con grandes angustias inclino ante Ti mi faz. Dolores mi alma acongojan. Oh mándame tu solaz.

Olas de males me cubren, vénceme su furor, y perezco, perezco, oh Cristo. Oh sálvame del dolor. (Himnos , Nº 54). Podemos ser sanados por medio de la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec. Jesús confirió a Sus Doce Apóstoles poder “para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10:1; véanse también Marcos 3:15; Lucas 9:1–2), y ellos salieron “anunciando el evangelio y sanando por todas partes” (Lucas 9:6; véanse también Marcos 6:13; Hechos 5:16).

Los Setenta también fueron enviados con poder y dirección para sanar a los enfermos (véanse Lucas 10:9; Hechos 8:6–7). Aunque el Salvador podía sanar a todos los que quisiera sanar, ése no es el caso de los que poseen la autoridad del sacerdocio.

La voluntad de Aquél a quien pertenece el sacerdocio limita el ejercicio de tal autoridad por parte de los mortales. Por lo tanto, se nos indica que algunas personas a las que los élderes dan una bendición no sanan debido a que están “señalad[as] para morir” (véase D.

y C. 42:48). De manera similar, cuando el apóstol Pablo deseó ser sanado del “aguijón en la carne” que lo abofeteaba (2 Corintios 12:7), el Señor rehusó curarlo. Pablo escribió más adelante que el Señor le explicó: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (versículo 9).

Pablo respondió obedientemente: “…de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (versículos 9–10). Las bendiciones para sanar vienen de muchas maneras, cada una adaptada a nuestras necesidades individuales, que son conocidas para Él, quien más nos ama.

A veces “la curación” sana nuestras enfermedades o levanta nuestras cargas; pero, otras veces se nos “sana” al otorgársenos fortaleza, comprensión o paciencia para soportar las cargas que llevamos. El pueblo de Alma se hallaba bajo el yugo de opresores inicuos.

Cuando oraron para ser liberados, el Señor les dijo que con el tiempo los libraría, pero, mientras tanto, les aliviaría las cargas “de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; y esto haré yo para que me seáis testigos… que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones” (Mosíah 24:14).

  1. En ese caso, al pueblo no se le quitaron las cargas, sino que el Señor los fortaleció “de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (versículo 15);

La misma promesa y el mismo efecto se aplica a ustedes, madres que son viudas o divorciadas, a las personas solteras que se sienten solas, a los que cuidan a otros y se sienten cansados; a los que tienen alguna adicción, y a todos nosotros, cualesquiera sea nuestra carga.

  1. “Venid a Cristo”, dice el profeta, “y perfeccionaos en él” (Moroni 10:32);
  2. A veces tal vez nos desesperemos porque nuestras cargas son demasiado pesadas;
  3. Cuando parezca que la tormenta ruja en nuestra vida, quizás nos sintamos abandonados y clamemos como los discípulos durante la tempestad: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38);

En momentos como esos, debemos recordar Su respuesta: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (versículo 40). El poder sanador del Señor Jesucristo, ya sea que quite nuestras cargas o nos fortalezca a fin de perseverar y vivir con ellas como lo hizo el apóstol Pablo, está a nuestro alcance para toda aflicción de la vida terrenal.

Después de hablar en una conferencia general sobre la maldad de la pornografía (véase “La pornografía”, Liahona, mayo de 2005, págs. 87–90), recibí muchas cartas de personas que llevaban la carga de esa adicción.

Algunas de esas cartas eran de hombres que ya la habían superado. Uno de ellos escribió: “Hay varias lecciones que he aprendido de la experiencia de salir de las tinieblas de un pecado tan adictivo que domina de manera tan absoluta la vida de los que atrapa.

(1) Se trata de un problema grave que es increíblemente difícil de superar… (2) [La] fuente más importante de apoyo y de fortaleza en el proceso de arrepentimiento es el Salvador… (3) El estudio diario y profundo de las Escrituras, la asistencia frecuente al templo y la participación en la ordenanza de la Santa Cena de manera seria y contemplativa, son todas partes indispensables del proceso de un verdadero arrepentimiento.

Supongo que esto se debe a que todas esas actividades sirven para aumentar y fortalecer nuestra relación con el Salvador, nuestra comprensión de Su sacrificio expiatorio y nuestra fe en Su poder curativo” (Carta del 24 de octubre de 2005). “Venid a mí”, dijo el Salvador “…y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28–29).

  1. Ese hombre, que llevaba pesadas cargas, se volvió al Salvador, y también lo podemos hacer nosotros;
  2. Una mujer, cuyo matrimonio se vio amenazado por la adicción que su esposo tenía por la pornografía, describió cómo lo ayudó durante cinco dolorosos años hasta que, como ella dijo: “Por medio del don de la gloriosa expiación de nuestro amado Salvador y de lo que Él me enseñó sobre el perdón, finalmente [mi esposo] es libre, y yo también”;

Como alguien que no necesitaba ser limpia de pecado, sino que sólo buscaba la liberación del cautiverio de un ser amado, ella escribió este consejo: “Estén en comunión con el Señor… ¡Él es su mejor amigo! Él conoce sus sufrimientos porque ya los ha sentido por ustedes.

  • Él está presto a llevar esa carga;
  • Confíen en Él lo suficiente como para poner la carga a Sus pies y permitir que la lleve;
  • Entonces la paz de Él reemplazará su angustia, desde las profundidades mismas de su alma” (Carta del 18 de abril de 2005);

Un hombre le escribió a una Autoridad General sobre la forma en la que el poder de la Expiación lo ayudó con su problema de sentir atracción hacia personas del mismo sexo. Se le había excomulgado por serias transgresiones que infringían sus convenios del templo y las responsabilidades hacia sus hijos, tuvo que escoger entre intentar vivir el Evangelio o seguir en un curso contrario a sus enseñanzas.

  1. “Sabía que sería difícil”, escribió él, “pero no me imaginaba por lo que tendría que pasar”;
  2. En la carta describe el vacío, la soledad y el increíble dolor que experimentó en lo profundo de su alma al tratar de regresar a la Iglesia;

Oró fervientemente pidiendo perdón, a veces durante horas. Recibió fortaleza a través de la lectura de las Escrituras, de la compañía de un obispo amoroso y de bendiciones del sacerdocio; pero, lo que finalmente marcó la diferencia, fue la ayuda del Salvador.

El hombre explicó: “[Fue] sólo por medio de Él y de Su Expiación… Ahora siento una inmensa gratitud. A veces mis sufrimientos han sido casi más de lo que podía soportar, y aún así, tan pequeños comparados con lo que Él sufrió.

Donde antes había tinieblas en mi vida, ahora hay amor y gratitud”. Agrega: “Algunas personas dicen que es posible cambiar y que la terapia es la única respuesta. Saben mucho sobre el tema y pueden ayudar mucho a los que luchan con ese problema…, sin embargo, me temo que olvidan incluir a nuestro Padre Celestial en el proceso.

Si va a suceder un cambio, sucederá de acuerdo con la voluntad de Dios. También me preocupa que muchas personas se concentren en las causas de la atracción hacia personas del mismo sexo… No hay necesidad de determinar por qué tengo esa debilidad.

Desconozco si nací con ella o si hubo factores ambientales que contribuyeron a ello; el hecho es que tengo este problema en mi vida y lo que importa es lo que haga con él de aquí en adelante” (Carta del 25 de marzo de 2005). Las personas que escribieron estas cartas saben que la expiación de Jesucristo y el remedio que brinda hacen mucho más que proporcionarnos la oportunidad de arrepentirnos de nuestros pecados.

  • La Expiación también nos da la fortaleza para soportar “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases”, ya que nuestro Salvador también tomó sobre sí “los dolores y las enfermedades de su pueblo” (Alma 7:11);

Hermanos y hermanas, si su fe, sus oraciones y el poder del sacerdocio no los sanan de las aflicciones, el poder de la Expiación con seguridad les dará la fortaleza para sobrellevar la carga. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados”, dijo el Salvador, “y yo os [daré]… descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28–29).

Al enfrentarnos con los desafíos de la vida terrenal, ruego por cada uno de nosotros, como el profeta Mormón oró por su hijo Moroni, que “Cristo [los] anime, y sus padecimientos y muerte… y su misericordia y longanimidad, y la esperanza de su gloria y de la vida eterna, reposen en [su] mente para siempre” (Moroni 9:25).

Testifico de Jesucristo, nuestro Salvador, que nos invita a todos venir a Él y a ser perfeccionados en Él. Jesús vendará nuestras heridas y sanará a los que se hallan con pesadas cargas. En el nombre de Jesucristo. Amén..

¿Qué es un proceso de sanidad interior 7 pasos?

7 PASOS PARA LOGRARLA. La sanidad interior o sanidad del alma es el proceso mediante el cual el individuo es liberado de ataduras que le impiden gozar de su nueva vida en Cristo y tener una plena realización como cristiano bíblico y como individuo. La obra redentora de Jesús.