A Quien Perdonó Jesús En La Cruz?

A Quien Perdonó Jesús En La Cruz
De acuerdo con la tradición y el Evangelio de Nicodemo, el Buen Ladrón se llamaba Dimas y fue crucificado a la derecha de Jesús y el Mal Ladrón, llamado Gestas, a la izquierda.

¿Qué ejemplo de perdón dio Jesús en la cruz?

A Quien Perdonó Jesús En La Cruz El tema del perdón es el eje de todo el mensaje evangélico. Jesús enseñó a perdonar con la enseñanza directa, a través de parábolas, con acciones y, en fin, dio el máximo ejemplo de perdón con su muerte expiatoria sobre la cruz, el sublime acto salvador que puso fin al dominio del pecado para todos los seres humanos de fe.

  1. La primera enseñanza sobre el perdón que Jesús impartió está presente en la oración del «Padre nuestro»;
  2. Veamos el pasaje correspondiente, Evangelio de Mateo (6, 12): Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores;

Jesús indica que hay «deudas», o sea, «culpas». Cada culpa causa un resentimiento y, por tanto, una represalia. Sin embargo, para Jesús, la culpa puede ser superada solo a través del perdón, y no a través de la represalia, o peor, la venganza. Dios perdona nuestras culpas si realmente nos arrepentimos, pero su perdón cobra sentido si nosotros también perdonamos a quien nos ha hecho un daño.

  1. De hecho, un poco más adelante, Jesús afirma: Evangelio de Mateo (6, 14-15): Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas;

El concepto del perdón de parte de Dios, subordinado al perdón que el hombre debe ofrecer a su semejante, está explicado muy bien en la parábola del siervo despiadado, Evangelio de Mateo (18, 23-35): Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.

Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.

Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.

Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.

Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.

  • Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas;
  • Esta parábola enseña la necesidad del perdón fraterno para obtener el perdón de Dios;
  • Diez mil talentos son una deuda enorme y representan la deuda impagable del hombre hacia Dios;

El hombre, de hecho, no puede expiar solo sus culpas ya que cada pecado contra Dios tiene un peso infinito. Los cien denarios, en cambio, son una cifra irrisoria y representan la deuda que puede haber entre los hombres. Por tanto, no hay deuda, culpa o daño entre hombres que no valga la pena ser perdonado, considerando la importancia del perdón de Dios al hombre.

Esta enseñanza fue también divulgada por Pablo de Tarso. Veamos dos pasajes correspondientes: Epístola a los efesios (4, 32): Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Epístola a los colosenses (3, 13): Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. La enseñanza sobre el perdón está explicada muy bien en otra parábola, la del «hijo pródigo», conocida también como «parábola del padre misericordioso» (Evangelio de Lucas, 15, 11-32).

En esta parábola, se cuenta de un hijo que quiso que le dieran en anticipo la herencia que esperaba, y luego se fue a un país lejano derrochando todos sus bienes. Después de un período de carestía, encontrándose en una situación difícil, decidió volver donde su padre.

En el vigésimo verso se lee:  «Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó». Se observa que el padre perdonó al hijo antes de que el hijo le pidiera perdón.

Por tanto, el perdón debe ser un acto no condicionado a la solicitud de perdón. Debe ser dado siempre y sin condiciones. Este concepto fue confirmado también por Pablo de Tarso, quien escribió que fue Dios quien nos reconcilió con él por medio de Jesucristo, tomando el primer paso hacia nosotros, incluso si nosotros éramos pecadores.

Veamos el pasaje correspondiente en la Segunda Epístola a los corintios (5, 18-19): Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

Jesús, además, perdonó los pecados de algunas personas, demostrando así ponerse a la par de Dios. Veamos tres pasajes correspondientes: Evangelio de Mateo (9, 2): Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

Evangelio de Mateo (9, 5-6): Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? Evangelio de Lucas (7, 47-49): Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Veamos ahora otro pasaje del Evangelio de Mateo (18, 21-22), donde Jesús enseña a perdonar siempre, sin límites: Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

Esta enseñanza está confirmada también en el Evangelio de Lucas (17, 3-4): Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale.

También en el Evangelio de Marcos hay enseñanzas directas de Jesús en cuanto a perdonar. En el pasaje siguiente, Jesús exhorta a los creyentes a perdonar durante la oración, de manera que el Padre perdone sus pecados, Evangelio de Marcos (11, 25): Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

En el Evangelio de Lucas encontramos la exhortación a perdonar asociada a la de no juzgar. Veamos el pasaje correspondiente (6, 37): No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Jesús perdonó incluso a sus verdugos.

A continuación, la famosa frase que pronunció en la cruz, presente en el Evangelio de Lucas (23, 24): Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Recordemos también que Jesús perdonó a Pedro, quien renegó de él unas tres veces (Evangelio de Juan 21, 15-19).

Ahora analicemos algunos pasajes del Nuevo Testamento, donde se afirma el valor salvador de la muerte en la cruz de Jesús, acto sublime con el cual fueron perdonados todos los pecados. Primero que todo, este primer pasaje del Evangelio de Mateo (26, 27-28): Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

Es Jesús mismo quien confirma que su sangre fue derramada para el perdón de los pecados. Analicemos ahora el siguiente pasaje del Evangelio de Lucas (19, 10): Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Aquí se confirma una vez más que Jesús vino a salvar el mundo y no a juzgarlo. Jesús salvó el mundo ya que perdonó todos los pecados con su muerte. Por tanto, es el Cordero de Dios, como afirma Juan el Bautista en el Evangelio de Juan (1, 29): El siguiente día ve Juan á Jesús que venía á él, y dice: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

  1. El perdón de los pecados es el objetivo principal de la misión de Jesucristo sobre la tierra;
  2. De hecho, el sacrificio del Hijo de Dios, es por definición el sacrificio final y perfecto, como se deduce de este pasaje de la Epístola a los hebreos (7, 27): que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo;
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«Ofrecerse a sí mismo» fue, por tanto, el acto de perdón más grande de todos los tiempos, que anuló el peso infinito de los pecados contra Dios, con el valor infinito del sacrificio final y perfecto. Veamos ahora una frase del Jesús resurgido, presente en el Evangelio de Lucas (24, 46-47): y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.

En esta frase se confirma que quien se convierte, creyendo en el sacrificio salvífico de Jesús, obtiene el perdón de los pecados. Para terminar, transmitimos tres citas del Nuevo Testamento, escritas por Pablo de Tarso (Epístola a los efesios), Santiago y Juan, que prueban que los primeros cristianos creían que Jesús había perdonado todos los pecados con su muerte en la cruz.

Epístola a los efesios (1, 7): en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. Epístola de Santiago (5, 15): Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Por:  Yuri Leveratto  (1968, Génova, Italia) explorador, economista y escritor @2018 Traducción de Julia Escobar Villegas.

¿Cuántas veces perdonó Jesús?

Evangelio – Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21–19,1) En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo. ” El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: “Págame lo que me debes.

” El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré. ” Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.

Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?” Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

¿Qué le dijo Dimas a Jesús en la cruz?

162 Este párroco de la diócesis de Getafe, Madrid, es traductor y editor de la versión en castellano del libro El Buen Ladrón. Misterio de la Misericordia , del canadiense André Daigneault. Este malhechor, de nombre Dimas, fue crucificado a la derecha de Jesús y ambos mantuvieron un diálogo que la Biblia recoge. Condenado como el Mesías a la crucifixión, el ladrón reconoció en su compañero de calvario al Hijo de Dios.

Le rogó: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Y Jesús le hizo una promesa que no hizo a nadie más: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. El libro de Daigneault y Cárdenas contiene la mayor documentación reunida hasta ahora sobre lo que han escrito los Padres de la Iglesia y lo que han dicho los Papas, entre ellos Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, respecto a San Dimas.

El Buen Ladrón –explicó Cárdenas- fue “el primero que creyó en Dios de una manera excepcional, porque todos los apóstoles y los que siguieron a Jesús le creyeron por sus milagros, curaciones y signos, pero luego lo abandonaron y dejaron solo hasta la Resurrección.

El Buen Ladrón no vio ningún signo, no vio a Jesús resucitado. Se encuentra con Jesús en el peor momento, pero es capaz de reconocer en Él al Hijo de Dios, por eso los Santos Padres no dejan de dar alabanzas a la fe de este hombre, que es irrepetible”.

Al principio, también Dimas insultó a Jesús, en el camino de la cruz, pero luego fue descubriendo quién era ese hombre acusado de blasfemo, y se dio cuenta de que, a diferencia de todos los blasfemos que había conocido en su vida, Jesús no mostraba odio ni resentimiento sino que perdonaba a sus enemigos.

Desde ese lugar de derrota y muerte que es la cruz, Dimas “encuentra la mirada de Jesús que entra en lo más profundo de su corazón, le revela el amor de Dios y él se aferra a la certeza de que ese amor es más grande que todos sus pecados, que todos sus crímenes, que todos sus errores”, explicó el padre Cárdenas.

Por eso San Dimas es el gran ejemplo espiritual de que la conversión es obra gratuita de Dios, de su misericordia, el rasgo divino que con más frecuencia evoca el papa Francisco. “Es el primer santo de la historia, es un prototipo de la santidad, el primero que entró en Su Reino. “La figura del Buen Ladrón –agregó- nos recuerda que cualquier persona con la peor vida que haya podido tener, hasta el último momento, puede santificarse, (. ) porque la santidad no es el fruto de nuestras buenas obras, de nuestros esfuerzos, no es una construcción humana, sino un don de la Misericordia de Dios”. Cárdenas rescató el lugar central que ocupa el relato del buen ladrón en la Pasión de Cristo, porque en él, “Jesús manifiesta por última vez en su vida terrena su predilección hacia los pecadores, incluso hacia el más perdido y extraviado de todos”.

Por lo que se ve una revelación muy grande de la Misericordia de Dios que ha escogido al más perdido, a un ladrón, un criminal para revelarnos su misericordia y la bondad de Dios que salva hasta en el último extremo”, afirmó el editor del libro.

Por eso, tanto Cárdenas, como André Daigneault, encontraban inexplicable el olvido en el cual había quedado este primer santo del cristianismo. “Desde el comienzo del cristianismo, los padres de la iglesia de Oriente lo tuvieron muy presente como testigo único de la misericordia de Cristo, como paradigma de la conversión, y como intercesor -dice Cárdenas-.

  • Su veneración y su culto se fueron extendiendo en toda la Iglesia;
  • Aparece mencionado en el Martirologio de Constantinopla ya en el siglo IX, y en el Jerusalén del siglo X;
  • Desde tiempo inmemorial se celebra en las iglesias de Siria y de Iraq, y en todo el oriente cristiano;

Hay testimonios de que su culto litúrgico se celebraba ya en el siglo XVI en todas las grandes iglesias de Europa”. Las referencias históricas a la existencia de este ladrón vienen de los Evangelios: San Mateo y San Marcos dicen que Jesús fue crucificado junto a dos bandidos, “uno a su derecha y otro a su izquierda”.

  1. Y San Lucas relata el diálogo entre ellos: “Uno de los malhechores colgados lo insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!’ Pero el otro [Dimas] le respondió diciendo: ‘¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo hizo’;

Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino’. Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso’. ” Los nombres de los dos ladrones –Dimas y Gestas- no están en la Biblia, sino que aparecen en un texto apócrifo de finales del siglo I llamado las Actas de Pilatos.

¿Quién estuvo al lado de Jesús en la cruz?

Quien haya leído los Evangelios con cierto detenimiento se habrá percatado de que apenas hablan de la presencia de María en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Es San Juan quien hace una clara referencia a la Virgen María cuando Cristo ya estaba clavado en la cruz: “Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena.

  1. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo;
  2. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre;
  3. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn;

19, 25-27). María, pues, estaba en el monte Calvario. Por su parte, San Lucas hace una afirmación que nos permite deducir que María estuvo junto a la cruz. Narra San Lucas que cuando llegaron al Calvario crucificaron a Jesús entre dos malhechores, uno a la derecha y el otro a la izquierda.

Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Después dividieron sus vestidos y los echaron a suerte. “El pueblo estaba allí mirando”… (Lc. 23, 33-35). Es fácil suponer que María también estaría allí, entre la gente del pueblo, mirando y sufriendo en silencio.

Como se puede comprobar en estos textos evangélicos, especialmente en lo que narra San Juan, la Virgen María estuvo presente en la Pasión de Jesús. Es de suponer que, desde el mismo momento en que tuvo noticia del Prendimiento, siguiera muy de cerca todo el proceso… Es de suponer que llegaría acompañada de sus familiares hasta las puertas de la casa de Caifás, el pontífice, donde escribas y ancianos se habían reunido previamente para preparar la acusación contra Jesús…   Es de suponer que muy de mañana partiría hacia el palacio del gobernador Pilato, ante quien Jesús había sido llevado para ser interrogado y juzgado.

Aquí oiría gritar a la multitud: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Y poco después vería cómo su Hijo era cruelmente azotado y escarnecido antes de que lo entregasen para ser crucificado. Dictada ya la sentencia de muerte, cargando con el madero de la cruz, Cristo camina hacia el Calvario como cordero hacia el matadero.

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Es seguro que María iría lo más cerca posible de su Hijo. Es seguro que lo acompañaría durante todo el recorrido. ¿Cómo iba a abandonarlo en esos momentos? ¿Cómo podría una madre abandonar a su hijo en tales circunstancias?. Cada caída con la cruz, la sufría María en su corazón.

A Jesús se le desgarraban las carnes por las caídas y por los golpes del látigo, a María se le desgarraba el alma por tanto sufrimiento…   Ya está izada la cruz en lo alto del Calvario… Clavado en ella y coronado de espinas, el Redentor del mundo está a punto de expirar.

Cristo, aceptando la voluntad del Padre, ofrece su vida para la salvación del hombre… Junto a la cruz, María llora y sufre en silencio. Su corazón de madre, traspasado por la espada del dolor… Con frecuencia eleva la mirada hacia el Hijo crucificado, y la fija en sus ojos para ver si todavía vive.

También con frecuencia baja la mirada, la fija en el suelo y se queda ensimismada, envuelta en los lejanos recuerdos que acuden a su mente… María sigue al pie de la cruz. En un momento dado, y para que se cumpliera la Escritura, Cristo dice: “Tengo sed”.

Un soldado mojó una esponja en vinagre y, fijándola en una rama de hisopo, se la acercó a los labios… Hacia la hora sexta las tinieblas comenzaron a cubrir toda la tierra hasta la hora nona. El sol se oscureció y el velo del templo se rasgó. Jesús, con fuerte voz, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc.

23, 44-46). Después de oír estas palabras, María vio cómo Jesús inclinaba la cabeza sobre el pecho y quedaba inmóvil… La muerte había hecho su aparición. Cristo había muerto. Todo se había consumado… Sin embargo, ella sabía que aquello no era el final; ella sabía que, al igual que lo había encontrado en el templo después de tres días desaparecido, también ahora volvería a encontrarlo; sabía que al tercer día resucitaría de entre los muertos, como Él había profetizado.

María estaba convencida de que muy pronto volvería a reencontrarse con el Hijo, como así ocurrió. La esperanza en la Resurrección le dio fuerzas para poder soportar la inmensa angustia de la muerte..

¿Cómo demostro Jesús el perdón?

Jesús mandó a sus apóstoles que en su nombre perdonasen los pecados. Los cristianos lo hacemos en el sacramento del perdón o de la reconciliación. El sacerdote, en nombre de la Iglesia, nos bendice y perdona, Si estamos arrepentidos y confesamos nuestros pecados.

¿Qué le dijo Jesús a Pedro sobre el perdón?

El don del perdón – El Salvador enseñó a Sus discípulos en dos ocasiones diferentes que debían orar a Dios para solicitar el perdón de sus pecados o deudas. También nosotros debemos demostrar la sinceridad de nuestras oraciones perdonando a los que hayan pecado contra nosotros.

  • Él les mandó orar: “Y perdónanos nuestras deudas [ofensas], como también nosotros perdonamos a nuestros deudores [los que nos hayan ofendido]” (Mateo 6:12), y “…perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben” (Lucas 11:4);

En esta enseñanza se halla implícito un hilo conductor entre la súplica del perdón y nuestros esfuerzos por arrepentirnos de todos nuestros pecados. Al perdonar y buscar el perdón, debemos reconocer que, a pesar de cualquier restitución que podamos llevar a cabo o recibir, tanto nuestros esfuerzos como los de los demás son muy insuficientes para satisfacer las demandas de la justicia eterna.

Entonces, ¿cómo se lleva a cabo el verdadero perdón? Pablo, al dirigirse a los efesios, escribió que es en Cristo “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).

Muchas son las bendiciones que emanan del don del perdón, pero la principal es la paz. El Salvador desea que cada uno de nosotros sienta Su paz. Él dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy… No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). El perdón que ofrecemos a los demás y el que recibimos de Jesucristo nos conducen a Él y al camino de la vida eterna..

¿Por qué se dice 70 veces 7?

Como parte de un proyecto educativo de Nivel Superior, el docente Rey Zarza se refirió a dos cuestiones en particular: el Arca de Noé y la frase de Jesús respecto a cuántas veces hay que perdonar. En su conclusión, citó a Einstein: “Cada puerta que abre la ciencia, la abre hacia Dios” El profesor Rey Zarza explicó el lado matemático de la Biblia y la Creación, una solución al problema matemático que gira en torno al Arca de Noé y otra para la frase de Jesús: “Perdonar 70 veces 7”.

Según comentó en diálogo con La Mañana, el análisis se enmarca en el proyecto “ADN” (Acompañamiento a Docentes Nobeles), una iniciativa de la Dirección de Educación Superior del Instituto “Santa Catalina Labouré”, de Clorinda.

“La idea fue ofrecer un espacio de formación continua y de actualización didáctico disciplinar en el área Matemática, a jóvenes recién egresados o próximos a recibirse, con la finalidad de que incorporen nuevas formas de hacer Matemática”, explicó el profesor.

  1. 70 veces 7 En la Biblia, un discípulo le pregunta a Jesús: “Maestro, cuántas veces tenemos que perdonar”, y éste responde: “70 veces 7”, siendo 7 un número bíblico y perfecto;
  2. El profesor se cuestiona por la respuesta: “Es curioso -dijo-, porque no le contestó ‘siempre’ o ‘toda tu vida’, y punto”;

Si bien afirmó que existen estudios religiosos sobre la palabra, manifestó que no sucede igual desde lo matemático, siendo que esta ciencia “se aplica en la vida e incluso antes de la existencia humana”. “Cuando Jesús dice ’70 veces 7′, uno puede pensar, ’70×7=490′.

Pero sería muy poco. Entonces, los chicos plantearon, debe ser ‘7 elevado a la 70’, que conduce a un número inmenso. Pensemos: ¿cuál es el menor tiempo, físicamente o humanamente posible? 1 segundo. Entonces, la vida humana no alcanza para completar ese número.

Ni siquiera alcanza el tiempo que tiene nuestro planeta en el universo”, resolvió Zarza, sorprendiéndose cada vez más: “Es un número inconmensurable. No es comprensible físicamente para la mente humana”. “Yo no llevé este problema resuelto a los chicos, les dije que llegaríamos entre todos a resolverlo.

¿Cómo llamo Jesús a su Padre en la cruz?

“Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu” (Lucas 23:46). – El Hijo del Todopoderoso entregó Su vida voluntariamente. De su madre, María, había heredado la mortalidad, y de Dios, el Padre de Su cuerpo terrenal, había heredado la capacidad de vivir para siempre en un estado mortal.

Él entregó su vida para llevar a cabo la resurrección de toda la humanidad. Los espíritus de los justos que aguardaban en la prisión “estaban llenos de gozo y de alegría (D. y C. 138:15) por las nuevas de Su muerte, pues Su muerte y resurrección garantizaban su liberación de las cadenas de la muerte.

Así también nosotros podemos estar llenos de gozo y de alegría cada día de nuestra existencia gracias al don de Su sacrificio y resurrección. Jacob, un profeta del Libro de Mormón, expresó su esperanza de “que todos los hombres creyeran en Cristo y contemplaran su muerte” (Jacob 1:8).

  1. El sacrificio expiatorio del Salvador facilita a todos los hombres los medios para arrepentirse y obtener así la vida eterna;
  2. Al maravillarnos por los acontecimientos de Su muerte y meditar en la profundidad y la plenitud de las lecciones encerradas en las palabras que Él pronunció mientras se hallaba en la cruz, podemos exclamar con el centurión: “Verdaderamente este hombre [ es el ] Hijo de Dios” (Marcos 15:39);

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¿Donde dice perdona 70 veces 7?

Hasta setenta veces siete En una vida llena de obstáculos e imperfección, todos agradecemos las segundas oportunidades. Los errores forman parte de la vida. Es prácticamente imposible aprender a tocar el piano con destreza sin cometer miles de errores, aun millones de ellos.

Para aprender un idioma extranjero, uno debe sufrir la vergüenza de cometer miles de errores, puede que hasta un millón. Ni siquiera los mejores atletas del mundo dejan de cometer errores. Se ha dicho que “el éxito no consiste en la ausencia del fracaso, sino en ir de fracaso en fracaso sin eliminar el entusiasmo” 1.

Cuando Thomas Edison inventó la bombilla, supuestamente dijo: “No fracasé mil veces. La bombilla fue un invento en mil pasos” 2. Charles F. Kettering llamaba a los fracasos “las señales hacia el camino del éxito” 3. Con suerte, cada error que cometemos se convierte en una lección de sabiduría, transformando los obstáculos en peldaños. Podríamos preguntarnos, si tanto Nefi como Moisés estaban en la obra del Señor, ¿por qué no intervino Él ni les ayudó a lograr el éxito en el primer intento? ¿Por qué les permitió que tropezaran y fracasaran, y que a nosotros nos pase lo mismo, en nuestros intentos por tener éxito? Entre las muchas respuestas importantes a esta pregunta, aquí hay algunas:

  • Primero, el Señor sabe que “todas estas cosas [nos] servirán de experiencia, y serán para [nuestro] bien” 4.
  • Segundo, para permitirnos “[probar] lo amargo para saber apreciar lo bueno” 5.
  • Tercero, para demostrar que “de Jehová es la batalla” 6 , y que solo por Su gracia podemos llevar a cabo Su obra y llegar a ser como Él 7.
  • Cuarto, para ayudarnos a desarrollar y pulir numerosos atributos cristianos que no se pueden refinar sino por medio de la oposición 8 y “en el horno de la aflicción” 9.

De modo que, en una vida llena de obstáculos e imperfección, todos agradecemos las segundas oportunidades. En 1970, como estudiante de primer año en BYU, me inscribí en un curso básico sobre los fundamentos de la física impartido por Jae Ballif, un destacado profesor. Al final de cada unidad del curso nos hacía un examen. Si un alumno obtenía una C (una nota suficiente) para aprobar y deseaba mejorarla, el profesor Ballif le permitía tomar un examen modificado que abarcaba el mismo material.

La fe inquebrantable de Nefi le ayudó a ir de fracaso en fracaso hasta conseguir por fin las planchas de bronce. Moisés lo intentó diez veces antes de que finalmente lograra huir de Egipto con los israelitas.

Si el alumno o la alumna mejoraba su calificación en el segundo intento, pero seguía sin estar conforme, podía tomar el examen una tercera vez, y una cuarta, etcétera. Al darme tantas segundas oportunidades, él me ayudó a sobresalir y al final obtener una A (una nota sobresaliente) en su clase. Imagen Era un profesor extraordinariamente sabio que inspiraba a sus alumnos a seguir intentándolo, a tomarse el fracaso como un maestro, no como una tragedia, y a no temer al fracaso sino a aprender de él. Hace poco llamé a este gran hombre, cuarenta y siete años después de haber tomado su curso de física. Le pregunté por qué estuvo dispuesto a permitir que los alumnos hicieran intentos ilimitados para mejorar sus calificaciones. Su respuesta: “Quería estar del mismo lado de los alumnos”.

  1. Si bien nos sentimos agradecidos por las segundas oportunidades después de nuestros errores, o fracasos intelectuales, asombro nos da la gracia del Salvador al darnos segundas oportunidades para vencer el pecado, o los fracasos del alma;
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Nadie está más de nuestro lado que el Salvador. Él nos permite tomar y seguir tomando Sus exámenes. Llegar a ser como Él requerirá incontables segundas oportunidades en nuestras luchas diarias contra el hombre natural, como controlar los apetitos, aprender la paciencia y el perdón, vencer la pereza y evitar los pecados de omisión, solo para mencionar algunos.

Si errar es humano, ¿cuántas veces fracasaremos hasta que nuestra naturaleza deje de ser humana y sea divina? ¿Miles? Muy probablemente un millón. Sabiendo que el sendero estrecho y angosto estaría lleno de pruebas y que los fracasos serían una constante diaria en nuestra vida, el Salvador pagó un precio infinito a fin de darnos tantas oportunidades como fueran necesarias para superar con éxito nuestra prueba terrenal.

La oposición que Él permite a menudo puede parecer insuperable y casi imposible de soportar, pero no nos deja sin esperanza. Para mantener nuestra esperanza resiliente en medio de las pruebas de la vida, la gracia del Señor siempre está lista y presente.

Su gracia es “un medio divino de ayuda y fortaleza… un poder habilitador que permite que los hombres y las mujeres alcancen la vida eterna y la exaltación después de haber realizado su máximo esfuerzo” 10.

Su gracia y Su amoroso ojo están sobre nosotros durante todo el recorrido a medida que nos inspira, aligera nuestras cargas, nos fortalece, alivia, protege, sana y de otros modos “[socorre] a los de su pueblo”, aun cuando tropecemos por el sendero estrecho y angosto 11.

El arrepentimiento es un don de Dios siempre a nuestro alcance que nos permite y nos habilita para ir de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo. El arrepentimiento no es Su plan B por si fallamos.

El arrepentimiento es Su plan. Este es el Evangelio de arrepentimiento y, como señaló el presidente Russell M. Nelson, será “un curso de estudio para toda la vida” 12. En este curso de estudio para toda la vida, la Santa Cena es la manera que el Señor ha dispuesto para proporcionar un acceso continuo a Su perdón.

  • Si participamos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, Él nos provee cada semana el perdón mientras avanzamos de fracaso en fracaso a lo largo del sendero del convenio;
  • Porque “no obstante sus pecados, mis entrañas están llenas de compasión por ellos” 13;

Pero ¿cuántas veces nos perdonará Él? ¿Cuán vasta es Su longanimidad? En una ocasión, Pedro preguntó al Salvador: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” 14. Imagen Al parecer, Pedro pensaba que siete era un número lo suficientemente alto para hacer hincapié en la insensatez de perdonar tantas veces, y que la benevolencia debía tener sus límites. En respuesta, el Salvador básicamente le dijo a Pedro que no contase siquiera; que no pusiera límites al perdón. “Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” 15. Obviamente el Salvador no estaba fijando un tope de 490 veces.

Eso habría sido lo mismo que decir que participar de la Santa Cena tiene un límite de 490 veces, y en la 491 un auditor celestial intercede y dice: “Lo siento mucho, pero su carta de arrepentimiento ha expirado; de ahora en adelante usted está solo”.

El Señor usó el cálculo de setenta veces siete como metáfora de Su expiación infinita, Su amor inagotable y Su gracia sin límites. “Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí” 16. Eso no significa que la Santa Cena se convierta en una licencia para pecar.

  1. Esa es una razón por la que el Señor incluyó esta frase en el libro de Moroni: “Mas cuantas veces se arrepentían y pedían perdón, con verdadera intención , se les perdonaba” 17;
  2. La verdadera intención implica verdadero esfuerzo y un cambio real;

“Cambio” es la palabra principal que la Guía para el Estudio de las Escrituras utiliza para definir arrepentimiento: “Un cambio que se efectúa en el corazón y en el modo de pensar, lo cual significa adoptar una nueva actitud en cuanto a Dios, en cuanto a uno mismo y en cuanto a la vida en general” 18.

Esa clase de cambio conduce al progreso espiritual. Así pues, nuestro éxito no consiste en ir de fracaso en fracaso, sino en progresar de fracaso en fracaso sin perder nunca el entusiasmo. En cuanto al cambio, consideren este sencillo pensamiento: “Las cosas que no cambian permanecen igual”.

Esta verdad evidente no pretende ofender su inteligencia, pero es la profunda sabiduría del presidente Boyd K. Packer, que luego añadió: “… y cuando hemos acabado de cambiar, estamos acabados” 19. Debido a que no queremos estar acabados hasta que lleguemos a ser como nuestro Salvador, 20 debemos seguir levantándonos cada vez que caemos, con el deseo de seguir creciendo y progresando a pesar de nuestras debilidades.

  1. En nuestra debilidad, Él nos asegura: “Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” 21;
  2. Solo mediante la fotografía secuencial o las gráficas de crecimiento podemos percatarnos de nuestro crecimiento físico;

Nuestro crecimiento espiritual suele ser igualmente imperceptible si no es a través de las lentes retrospectivas del tiempo. Sería prudente hacer a menudo una introspección a través de esas lentes para reconocer nuestro progreso e inspirarnos a “seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza” 22.

Estoy eternamente agradecido por la amorosa bondad, la paciencia y longanimidad de Padres Celestiales y del Salvador, que nos dan innumerables segundas oportunidades en nuestro viaje de regreso a Su presencia.

En el nombre de Jesucristo. Amén..

¿Qué le dijo Jesús a Dimas y Gestas?

Evangelios [ editar ] – El Evangelio de San Lucas relata el diálogo de Jesús con los ladrones de la siguiente forma: [ 1 ] ​ Uno de los malhechores colgados lo insultaba: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. El otro le reprendía: Y tú, que sufres la misma pena, ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos; éste en cambio no ha cometido ningún crimen.

¿Quién es Dimas en la Biblia?

San Dimas
Religión o Mitología Catolicismo
Día celebración 25 de marzo

San Dimas. Único santo canonizado en vida. Conocido también como el Buen Ladrón, es uno de los dos malhechores, que según los evangelios, fueron crucificados junto con Jesús de Nazaret.

¿Qué hizo Jesús con el malhechor que estaba con el junto a la cruz?

42-43, está compuesta por el malhechor arrepentido: ‘ Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino’ (v. 42), y la respuesta de Jesús : ‘En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso’ (v. 43).

¿Qué significa la Cruz del perdón?

Un poderoso Sacramental que muchos no conocen: la Cruz del Perdón. El crucifijo de perdón es una verdadera arma contra Satanás, un sacramental importante en mundo católico, ya que es una fuente inagotable de indulgencias y simbolismo.

¿Cuáles son las acciones de perdón?

¿Cuántos tipos de perdón hay según la Biblia?

¿Qué es el perdón resumen?

A Quien Perdonó Jesús En La Cruz –Perdonarse y perdonar es una decisión para estar bien con uno mismo, antes que con los demás. El perdón a nosotros mismos es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos pase lo que pase. –Para algunas personas es una decisión, una actitud, un proceso, una forma de vida, algo que ofrecemos a los demás, algo que aceptamos para nosotros –agregó, durante el taller denominado El Manejo del Perdón , que impartió a personas que trabaja con adultos mayores interesados en mejorar la calidad de sus servicios y acciones.

  • –El perdón es una decisión voluntaria y consciente, que nos libera de sentimientos negativos, como el rencor, resentimiento, enojo, dolor;
  • Como actitud, implica estar dispuesto a aceptar la responsabilidad de las propias percepciones, comprendiendo que son opciones, no hechos objetivos;

Y como proceso, nos permite cambiar nuestras percepciones las veces que sea necesario. Beneficios del perdón –La salud mejora con el ejercicio exhaustivo del perdón; la autoestima se eleva al dejar de apegarse a sucesos dolorosos del pasado. Perdonar reduce el temor al rechazo, engaño, abandono, por lo tanto, incrementa la confianza en sí mismo y libera al individuo del rencor.

–El perdón limpia asuntos inconclusos y cierra episodios dolorosos que roban energía, capacidad y afectan el rendimiento personal. Sin el perdón, seguimos estancados en el mismo estándar de vida que genera círculos viciosos –explicó.

¡Perdónate! –Perdonarse y perdonar es una decisión para estar bien con uno mismo, antes que con los demás. El perdón a nosotros mismos es el proceso de aprender a amarnos y aceptarnos pase lo que pase. –Para perdonarnos es necesario también, amarnos –expuso.

“Cada persona es la medida de su amor a sí mismo, por lo que su autoestima es el marco de referencia desde el cual se proyecta”. Perdonar a los demás Perdonar a los otros -padres, hijos, hermanos, pareja, amigos, o cualquier persona relacionada con nosotros-, resulta fundamental para nuestra paz interior y nos ofrece la oportunidad de sanar, tanto internamente como en nuestras relaciones.

–En el proceso del perdón hacia los demás –concluyó, es importante aceptar a las personas como son. Abandonar las expectativas que hemos puesto en quienes nos rodean. Considerar que las personas perciben diferente de acuerdo con sus valores, creencias, normas y/o experiencias.