Sacramento Que Recuerda La Resurrección De Jesús?

Sacramento Que Recuerda La Resurrección De Jesús
El Bautismo, por ser un sacramento de iniciación, tiene unos efectos de regeneración e incorporación muy especiales: ‘Al bautizado le son perdonados los pecados y recibe una vida nueva, se une a la muerte y resurrección de Jesucristo, participa de su misión sacerdotal, profética y real y es incorporado a la Iglesia’.

¿Qué es el sacramento de la resurrección?

Qué es Resurrección de Jesús: – La resurrección de Jesús es la acción mediante la cual se cree que Jesús de Nazaret o Jesucristo vuelve a la vida de entre los muertos, tres días después de tras haber sido crucificado y sepultado. Se trata de la creencia fundamental de los cristianos a partir de la cual se propagó esta confesión religiosa.

  1. Incluye también la convicción de que, tras la resurrección, Jesús asciende en cuerpo y alma a la presencia del Padre y desde allí reina sobre todo lo creado;
  2. A esta última creencia se le conoce con el nombre de Ascensión del Señor;

Para los creyentes, la resurrección confirma el origen divino de Jesús, pues en el marco del pensamiento religioso, resucitar en un poder atribuido exclusivamente a Dios. Así, el acto de la resurrección de Jesús es prueba de su naturaleza divina y es, al mismo tiempo, promesa y esperanza para todos los cristianos.

Este acontecimiento es el fundamento de la celebración de la pascua y la sagrada comunión o eucaristía, en la cual se recuerda el memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La centralidad de la resurrección en el pensamiento cristiano le dio su nombre actual al día domingo en las lenguas latinas.

Domingo quiere decir, así, día del Señor. Además, la resurrección de Jesús se celebra solemnemente todos los años en la Semana Santa. Es el punto culminante o álgido de la Pascua , y se recuerda a través de dos rituales complementarios: las misas de “Sábado de Gloria” (a la media noche del sábado al domingo) y “Domingo de Resurrección” (a plena luz del día).

¿Qué significa el sacramento de la Eucaristía?

La Eucaristía es Jesucristo: comunión con el misterio salvífico de su realidad humano-divina, evidenciada en una entrega radical (palabra y hechos) en favor de los hombres en la mesa del banquete del Reino de Dios; esta entrega implica muerte y resurrección; significa salvación: plena comunión de Dios con los hombres.

¿Cómo se llaman los 7 sacramentos?

Los escritos de Pedro Lombardo en el siglo XII, así como los de Tomás de Aquino en el XIII, ya codifican los sacramentos en siete y en la forma en la que se conocen en la actualidad: bautismo, confirmación, penitencia, eucaristía, sagradas órdenes, matrimonio y extremaunción.

¿Qué tipo de sacramento es la Eucaristía?

¿Qué es la eucaristía? – La eucaristía, también conocida como sagrada comunión, forma parte de la misa católica. Se trata de un sacramento, un ritual que la Iglesia considera que canaliza la gracia divina, inspirado en la última cena. Los participantes consumen pan y vino, que los católicos creen que literalmente se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesucristo durante la misa.

¿Cuándo se da la resurrección de Jesús?

La Pascua es la festividad cristiana en la que se celebra la resurrección de Jesucristo. Después de que Cristo murió en la cruz, colocaron su cuerpo en un sepulcro; allí permaneció, separado de Su espíritu, hasta Su resurrección, cuando Su espíritu y Su cuerpo volvieron a unirse.

Los Santos de los Últimos Días afirman y testifican que Jesucristo resucitó y que vive con un cuerpo glorificado y perfecto de carne y huesos. Después de Su resurrección, Jesús se apareció primero a María Magdalena y luego a otros discípulos.

Algunos no se convencieron de Su resurrección, creyendo que sus apariciones eran las de un espíritu incorpóreo. Jesús les aseguró: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo” ( Lucas 24:39 ).

Él entonces comió pescado y miel en su presencia, disipando más la duda. La Pascua es una celebración no sólo de la resurrección de Cristo, sino también de la resurrección universal. Debido a la expiación de Jesucristo, todas las personas resucitarán.

Sus cuerpos y espíritus se reunirán, para nunca más separarse. Los Santos de los Últimos Días conocen la verdad de la declaración de Pablo: “Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron… Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” ( 1 Corintios 15:22 ; véase también Alma 11:42-45 ).

  1. Los Santos de los Últimos Días llevan a cabo los servicios dominicales de la Pascua de Resurrección, pero no siguen las prácticas religiosas del Miércoles de Ceniza, la Cuaresma ni Semana Santa;
  2. En los servicios de la Pascua SUD tradicionalmente se repasan los relatos de Cristo del Nuevo Testamento y el Libro de Mormón sobre la crucifixión, Su resurrección y los acontecimientos relacionados;

Para estos servicios, a menudo las capillas se decoran con azucenas blancas y otros símbolos de la vida. Con frecuencia, los coros de barrio hacen una presentación de la Pascua de Resurrección, y las congregaciones cantan himnos sobre la Pascua. Como en los servicios de los demás domingos, los emblemas de la Santa Cena se reparten a la congregación.

Algunas familias SUD incluyen los conejos y huevos de Pascua en sus fiestas familiares para el deleite de los niños. No se desaniman oficialmente esas tradiciones, a pesar de que no tienen ningún significado religioso para los Santos de los Últimos Días.

El objetivo de la festividad es religioso. Para los Santos de los Últimos Días, la Pascua de Resurrección es una celebración de la promesa de la vida eterna por medio de Cristo. Ellos comparten la convicción de Job: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo.

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¿Cómo se da la resurrección?

De acuerdo con el Nuevo Testamento, Jesús fue resucitado por Dios,​ ascendió al cielo, a la «diestra de Dios»,​ y volverá de nuevo para cumplir el resto de la profecía mesiánica como la resurrección de los muertos, el Juicio Final y el establecimiento del Reino de Dios.

¿Qué otro nombre se le da a la Eucaristía?

La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía, acción de gracias), llamada también Santo Sacrificio,​ Cena del Señor,​ Fracción del Pan, Comunión, Santísimo Sacramento, Santos Misterios o Santa Cena, según la tradición de las iglesias católica, ortodoxa, copta, anglicana, presbiteriana y algunas denominaciones.

¿Qué recibimos en el sacramento de la comunión?

La Primera Comunión es la celebración de la Iglesia Católica donde el niño y la niña participan por primera vez en el Sacramento de la Eucaristía, recibiendo la Comunión. La Sagrada Comunión es la presencia de Jesucristo en la Eucaristía, donde le recibimos sacramentado bajo las especies del pan y del vino.

Es el mismo Jesucristo vivo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Es un encuentro con Él personalmente , quedándose de esta manera, entre nosotros por amor y haciéndonos partícipes de su Pascua. Se le recibe en esta Sagrada Comunión, haciéndose alimento para nuestras almas , aumentando la gracia y dándonos la vida eterna.

” Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo “. (Jn 6, 51).

¿Cuándo se recibe el Sacramento de la Eucaristia?

Este acontecimiento, que constituye el fundamento de la vida cristiana, se hace presente en la Eucaristía, celebrada por los cristianos el mismo día de la resurrección: el domingo.

¿Cuál es el segundo sacramento de la Iglesia Católica?

Los sacramentos de iniciación Los sacramentos de Bautismo, Confirmación y Eucaristía nos introducen en la Iglesia. El Bautismo lleva a los católicos a los otros dos sacramentos de iniciación: la Confirmación y la Eucaristía.

¿Cuántos y cuáles son los sacramentos de la Iglesia?

Los siete sacramentos de la Iglesia católica son bautismo, eucaristía, confirmación, matrimonio, orden sacerdotal, reconciliación y unción de los enfermos.

¿Cómo se dividen los sacramentos de la Iglesia Católica?

Los sacramentos se agrupan en tres: Iniciación Cristiana, Curación y Servicio a la comunidad. Se reciben a lo largo de la vida, y ayuda al creyente a encontrarse de forma real y presente con Jesucristo. Son verdaderos regalos que Jesús nos hace en cada momento de nuestra vida: .

¿Qué es la misa y la Eucaristía?

Qué es Misa: – La misa es la ceremonia principal de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. En esta celebración los creyentes evocan el memorial de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. También es llamada Santa Eucaristía o Cena del Señor.

  1. La palabra “misa” proviene del latín missa , que quiere decir ‘envío’;
  2. También reciben el nombre de misa las composiciones musicales hechas deliberadamente para el acompañamiento de la liturgia;
  3. La misa es un espacio de encuentro comunitario y una escuela de oración;

Para los católicos, es obligatorio asistir a misa los domingos (que significa ‘día del Señor’), pero la misa se celebra diariamente en todas las iglesias católicas del mundo. Gran parte de la estructura de la misa está fundada en las tradiciones del judaísmo, pero están adaptadas al cuerpo de creencias de los cristianos.

¿Qué es la resurrección de Jesús según el Papa Francisco?

Mensaje de resurrección del Papa Francisco: La resurrección es el contagio de la esperanza  – El Papa Francisco ha celebrado en la Basílica de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección. Este 12 de abril, el Santo Padre oró por el mundo entero e impartió la bendición Urbi et Orbi a todos los feligreses: Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua! Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!”.

Esta Buena Noticia se ha encendido como una llama nueva en la noche, en la noche de un mundo que enfrentaba ya desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba.

En esta noche resuena la voz de la Iglesia: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!» (Secuencia pascual). Es otro “contagio”, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!».

No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.

El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada. Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós.

Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles.

Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos. Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación.

  1. En muchos países no ha sido posible acercarse a ellos, pero el Señor no nos dejó solos;
  2. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano (cf;
  3. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: No temas, «he resucitado y aún estoy contigo» (Antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua, Misal Romano);
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Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud.

A ellos, como también a quienes trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que en muchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos de la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud.

En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente. Para muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía. Pero también es para muchos un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo.

Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.

Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar.

  1. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos;
  2. Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria;

Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.

Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa.

Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente.

Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras.

Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones. Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo.

No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano.

Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania.

  • Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África;
  • Este no es tiempo del olvido;
  • Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas;

Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías.

  1. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía;
  2. No quiero olvidar la isla de Lesbos;

Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria. Queridos hermanos y hermanas: Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido.

  1. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida;

Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso. Con estas reflexiones, quisiera desearos a todos una feliz Pascua..

¿Qué dijo Jesús de la resurrección?

Juan 11:25 – Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Jn 11:25).

¿Qué significa la resurrección de la carne y la vida eterna?

Así dice el Credo de los cristianos: “creo en la resurrección de la carne”. Y toca a los teólogos y teólogas explicar su significado, seguro que para indicar la esperanza en una vida eterna después de la muerte, de una nueva vida para toda nuestra persona, en todas sus dimensiones.

  • Pero yo creo también en la resurrección de la carne en el más acá;
  • Lo creo y lo espero;
  • La resurrección cotidiana Cada vez que nos “ponemos en pie”, resucitamos;
  • Cada vez que conseguimos que triunfe la vida y el amor sobre cualquier forma de muerte y de límite humano, apostamos y experimentamos la resurrección;

De hecho,también cuando creemos que un accidente o una enfermedad podría haber tenido consecuencias más graves, nos expresamos así: “ha nacido de nuevo”. Y eso es lo que yo espero,que nazca de nuevo nuestra carne, la carne, la salud en nuestro modo de concebir “la carne”.

  1. Nace de nuevo la carne cuando ha habido una herida y vemos que al curarse, crece;
  2. Nace de nuevo la carne cuando un órgano que no funcionaba ha recuperado su funcionalidad;
  3. Nace de nuevo la carne cuando una persona recibe un transplante de un órgano y allí donde se preparaba la muerte, se recupera la vida;
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Cada día, cuando sale el sol, resucitamos al alba, a la relación, a la carne. Nos ponemos en pie (los que podemos), pero todos simbólicamente, para afrontar las cosas de la vida. El día es nueva vida, es oportunidad para ver y mirar las cosas con mirada renovada, con esperanza comprometida.

También la relación de ayuda produce resurrección: cada vez que una persona empuja a otra para que supere cualquier dificultad, ha sido instrumento de resurrección. Donde había abatimiento, hay postura erguida, donde había soledad, hay comunión.

La resurrección de la carne Pero yo creo también en la resurrección de la carne en otro sentido. Ha sido tanta la connotación negativa dada a la carne, que me parece que bien merece que la resucitemos sanamente en nuestra mente y en nuestro corazón. La carne es débil, sí.

Lo es porque enferma y porque es vulnerable. Lo es la persona entera, en el fondo, y eso es su genuino significado. Pero la carne es buena. Dios mismo la asumió y se encarnó. La carne, nuestra carne, nuestra condición carnal, es nuestra posibilidad de relacionarnos unos con otros.

La carne es puerta de acceso a la experiencia de placer, pero no sólo. La carne es posibilidad de aproximarnos, de vincularnos, de querernos tangiblemente. Es vínculo y vehículo, es expresión. Yo espero en la resurrección de una visión positiva de la carne.

Espero asistir al funeral del elogio de la razón como instancia pura y fuente de bien en contraposición de las bajas pasiones de la carne. Espero en la resurrección de un modo saludable de pensar en nuestros sentimientos, en nuestros deseos, en nuestras pasiones.

Ellos son energía. Pueden ser motor para hacer el bien. Espero en la resurrección de un nuevo modo de mirar, de un nuevo modo de tocar, de un nuevo modo de escuchar, de un nuevo modo de gustar de las cosas y de la vida, de un nuevo modo de oler cuanto nos rodea.

Espero porque deseo la salud en todos los sentidos. Confío en que cambie la connotación del color negro que Platón pone uno de los caballos del mito del auriga y el carro alado en Fedro. En él, el auriga representa la parte racional, conduciendo dos caballos, uno blanco y otro negro.

El blanco simboliza el valor, impulso, coraje, la valentía, con connotación siempre positiva; el negro, el deseo y los sentimientos, con connotación siempre negativa. En el fondo, humanizarse no es otra cosa que reconocer nuestra condición carnal, débil, sí, pero blanda y viva.

  • Mortal, sí, pero capaz de permitirnos hacer experiencia de eternidad en el más acá;
  • Creo en el más allá No, no es fácil creer en la resurrección;
  • No lo es cuando la muerte se impone con su ley incontestable, cuando lo hace en situaciones inesperadas, de manera violenta, por accidente, en edad temprana y en tantas y tantas situaciones;

De manera intensa experimentamos confusión, aturdimiento, sinsentido, vacío, soledad, irracionalidad, desgarro. Se nos rompe el corazón y muy difícilmente somos capaces de tender hilos entre la razón y el sentimiento. Sin embargo, si escuchamos allá en el corazón, en alguno de los últimos rincones, no podemos más que reconocer que la muerte no puede tener la última palabra.

La experiencia del amor es más fuerte que la de la muerte. Y esperar en la resurrección no es más que abandonarse al reconocimiento (no a la demostración) de que el amor reclama eternidad y de que de alguna manera no explicable con categorías meramente humanas, nuestra vida, al terminar, será transformada y plenificada.

Pensar la resurrección no puede consistir en lanzar a un futuro un modo de vida como la de ahora, pero en otro lugar. No. Creer en la resurrección es apostar y comprometerse porque la vida y el amor digan siempre una palabra más fuerte que el sufrimiento y la muerte.

Más allá del aquí y ahora de nuestra vida en la tierra, más allá de la muerte, el tiempo y el espacio no existen. Resucitar por tanto, no puede ser ir a otro lugar a vivir felices. Este modo de expresarnos nos ayuda a decir lo que creemos, como otros muchos, como hablar del cielo, el paraíso… Yo creo que resucitar es dejarse levantar por Dios cuando nosotros nos sentimos caídos y abatidos, doloridos y muertos.

Resucitar es dejar que Dios diga y haga y sea en nosotros todo y para siempre. Entender así la resurrección es también un compromiso comunitario de fe, de trabajo por el amor y la justicia, porque Dios y su palabra (Jesús) constituyan buena noticia de amor para toda la humanidad.

Creo en la resurrección de los pueblos Trabajar por el desarrollo y la salud de los países en vías de desarrollo, los más afectados por las epidemias y sus consecuencias, es situarse en el corazón de la fe en la resurrección.

La resurrección deja de ser fundamentalmente un suceso que aconteció en la historia de la salvación para convertirse en una dinámica vital del creyente que implica todas sus relaciones y hace que sean fuente de vida y de verdadera salud global. La fe en la resurrección se convierte así en una estructura permanente en virtud de la cual se cree y se trabaja por una nueva creación aquí y ahora.

Toda intervención que quiera ser realmente pascual debe ser necesariamente liberación de toda forma de muerte, de esclavitud y de dominación, porque la revelación nos presenta a un Dios liberador, siempre al lado de los pobres y de los oprimidos y en contra de los opresores.

Creer en la resurrección significa trabajar para salir del desierto de lo puramente legal y avanzar hacia un espacio común de construcción, en el que se apuesta por la dignidad humana, es decir, un espacio de salud y salvación, que es asimismo de liberación.

Es preciso no solamente ser buenos samaritanos que curan, sino preguntarse proféticamente cómo evitar que haya tantos desventurados en esos países, paralizados por un neocolonialismo económico y cultural.

Por eso, hoy me nace del corazón esta oración: “Danos hoy nuestra dosis de resurrección cotidiana”. VOLVER.