Que Significa Doctrina En La Biblia?

Que Significa Doctrina En La Biblia
Qué es Doctrina: – Doctrina es el conjunto de principios, enseñanzas o instrucciones que se consideran como válidas y que pertenecen a una escuela que puede ser literaria, filosófica, política, militar o al dogma de una religión. La doctrina se relaciona con la disciplina y con todo lo que sea objeto de enseñanza que pueda propagarse de diferentes maneras como, a través de la educación, las predicaciones, de la opinión de personas reconocidas o con autoridad, de la literatura e, incluso, por medio de las religiones.

Asimismo, la doctrina parte de la posibilidad de contar con una validez universal, sin embargo, esto es casi imposible a causa de las diferencias culturales y religiosas que existen en la gran diversidad de grupos sociales que conforman la humanidad.

Por otra parte, el término doctrina se relaciona con el concepto de adoctrinamiento, este último ha adquirido connotaciones peyorativas por hacer referencia a la enseñanza de creencias que se consideran como ciertas sin que sean previamente analizadas o discutidas por quienes las aprenden. Vea también:

  • Adoctrinamiento.
  • Eclecticismo.

¿Cuál es la doctrina de Dios?

La doctrina de Cristo nos permite obtener las bendiciones de la expiación de Cristo – La expiación de Cristo crea las condiciones que nos permiten confiar en “los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías” 6 , [ser perfeccionados] en Cristo 7 , obtener todo lo bueno 8 y lograr la vida eterna 9.

Por otro lado, la doctrina de Cristo es el medio —el único medio— por el que podemos obtener todas las bendiciones que están disponibles a través de la expiación de Jesús. La doctrina de Cristo nos permite acceder al poder espiritual que nos elevará de nuestro estado espiritual actual a un estado en el que podemos llegar a ser perfeccionados como el Salvador 10.

En cuanto al proceso de renacer, el élder D. Todd Christofferson ha enseñado: “Volver a nacer, a diferencia del nacimiento físico, es más un proceso que un acontecimiento, y el dedicarnos a ese proceso es el propósito central de la vida terrenal” 11. Exploremos cada elemento de la doctrina de Cristo.

  1. Primero, fe en Jesucristo y en Su expiación;
  2. Los profetas han enseñado que la fe empieza al oír la palabra de Cristo 12;
  3. Las palabras de Cristo testifican de Su sacrificio expiatorio y nos dicen cómo podemos obtener el perdón, las bendiciones y la exaltación 13;

Al oír las palabras de Cristo, ejercemos fe cuando escogemos seguir las enseñanzas y el ejemplo del Salvador 14. Para hacerlo, Nefi nos enseñó que debemos confiar “íntegramente en los méritos de [Cristo,] que es poderoso para salvar” 15. Dado que Jesús era un Dios en la existencia preterrenal 16 , vivió una vida sin pecado 17 y durante Su expiación satisfizo todas las demandas de la justicia por ustedes y por mí 18 , Él tiene el poder y las llaves para efectuar la resurrección de todos los hombres 19 e hizo posible que la misericordia sobrepujara a la justicia mediante las condiciones del arrepentimiento 20.

Cuando entendemos que podemos obtener misericordia por medio de los méritos de Cristo, somos capaces de “tener fe para arrepentimiento” 21. Confiar íntegramente en los méritos de Cristo es confiar en que Él hizo lo que era necesario para salvarnos y entonces actuar según nuestras creencias 22.

La fe también hace que dejemos de preocuparnos tanto por lo que los demás piensen de nosotros y empecemos a preocuparnos más por lo que Dios piensa de nosotros. Segundo, el arrepentimiento. Samuel el Lamanita enseñó: “…si creéis en [el] nombre [de Cristo], os arrepentiréis de todos vuestros pecados” 23.

El arrepentimiento es un don preciado de nuestro Padre Celestial que se hizo posible mediante el sacrificio de Su Hijo Unigénito. Es el proceso que el Padre nos ha dado por el cual cambiamos, o tornamos, los pensamientos, las obras y nuestro propio ser para llegar a ser más y más como el Salvador 24.

No es solo para pecados grandes, sino que es un proceso diario de autoevaluación y mejoramiento 25 que nos ayuda a superar nuestros pecados, imperfecciones, debilidades y carencias 26. El arrepentimiento hace que lleguemos a ser “discípulos verdaderos” de Cristo, lo cual nos llena de amor 27 y desecha nuestros temores 28.

El arrepentimiento no es un plan secundario en caso de que falle nuestro plan de tener una vida perfecta 29. El arrepentimiento continuo es la única senda que puede brindarnos gozo perdurable y nos permite volver a vivir con nuestro Padre Celestial.

Por medio del arrepentimiento llegamos a ser sumisos y obedientes a la voluntad de Dios. Eso no es algo que surja de la nada. El reconocimiento de la bondad de Dios y de nuestra nulidad 30 , combinado con nuestros mejores esfuerzos por conciliar nuestra conducta con la voluntad de Dios 31 , trae la gracia a nuestra vida 32.

La gracia es “el medio divino de ayuda o fortaleza que se recibe por medio de la generosa misericordia y el amor de Jesucristo… para hacer buenas obras que de otro modo no [seríamos] capaces de hacer por [nuestros] propios medios” 33.

Debido a que el arrepentimiento en realidad tiene que ver en cómo llegar a ser como el Salvador, lo cual es imposible de lograr por nosotros mismos, necesitamos desesperadamente Su gracia para hacer los cambios necesarios en nuestra vida. Al arrepentirnos reemplazamos nuestras conductas, debilidades, imperfecciones y temores antiguos e injustos con conductas y creencias nuevas que nos acercan más al Salvador y nos ayudan a llegar a ser como Él.

Tercero, el bautismo y la Santa Cena. El profeta Mormón enseñó que “las primicias del arrepentimiento es el bautismo” 34. Para ser cabal, el arrepentimiento se debe combinar con la ordenanza del bautismo que administra alguien que posea la autoridad del sacerdocio de Dios.

Para los miembros de la Iglesia, los convenios que se hacen en el bautismo y en otras ocasiones se renuevan al participar de la Santa Cena 35. En las ordenanzas del bautismo y de la Santa Cena, hacemos convenio de guardar los mandamientos del Padre y del Hijo, recordar siempre a Cristo y estar dispuestos a tomar Su nombre (o Su obra y atributos 36 ) sobre nosotros 37.

A cambio, el Salvador hace convenio de perdonar, o remitir, nuestros pecados 38 y “[derramar] su Espíritu más abundantemente sobre [nosotros]” 39. Cristo también promete prepararnos para la vida eterna al ayudarnos a llegar a ser como Él 40.

Douglas D. Holmes, Primer Consejero de la Presidencia General de los Hombres Jóvenes, ha escrito: “Las ordenanzas del bautismo y de la Santa Cena simbolizan tanto el resultado final como el proceso de nacer de nuevo. En el bautismo, sepultamos al hombre viejo de la carne y andamos en vida nueva 41.

En la Santa Cena, aprendemos que este cambio es un proceso gradual [donde] poco a poco, semana a semana, se nos transforma al arrepentirnos y hacer convenios, y [llegamos a ser como el Salvador] a través de una medida mayor del Espíritu” 42.

Las ordenanzas y los convenios son esenciales en la doctrina de Cristo. El poder de la divinidad se manifiesta en nuestra vida al recibir dignamente las ordenanzas del sacerdocio y observar los convenios que las acompañan 43. El élder D. Todd Christofferson explicó que “ese ‘poder de la divinidad’ viene por medio de la persona y la influencia del Espíritu Santo” 44.

Cuarto, el don del Espíritu Santo. Después del bautismo se nos da el don del Espíritu Santo por medio de la ordenanza de la confirmación 45. Este don, si lo recibimos, nos permite tener la compañía constante de un Dios 46 y acceso continuo a la gracia que, por naturaleza, acompaña a Su influencia.

Como nuestro compañero constante, el Espíritu Santo nos da poder o fortaleza adicionales para observar los convenios 47. También nos santifica 48 , lo cual significa que nos hace “[libres] del pecado y [nos volvemos puros, limpios y santos] mediante la expiación de Jesucristo” 49.

El proceso de santificación no solo nos limpia, sino que también nos inviste con los necesarios dones espirituales o atributos divinos del Salvador 50 y cambia nuestra naturaleza misma 51 , de tal modo “que ya no tenemos más disposición a obrar mal” 52.

Cada vez que recibimos el Espíritu Santo en nuestra vida por medio de la fe, el arrepentimiento, las ordenanzas, el servicio cristiano y otros empeños justos, somos cambiados hasta que, paso a paso, poco a poco, llegamos a ser como Cristo 53. Quinto, perseverar hasta el fin.

  • El profeta Nefi enseñó que después de recibir el don del Espíritu Santo, debemos “[perseverar] hasta el fin, siguiendo el ejemplo del Hijo del Dios viviente” 54;
  • El élder Dale G;
  • Renlund describió el proceso de perseverar hasta el fin de la siguiente manera: “Podemos ser perfeccionados… de manera reiterada y continua [al]… [ejercer] fe en [Cristo], arrepentirnos, participar de la Santa Cena para renovar los convenios y las bendiciones del bautismo, y reclamar al Espíritu Santo como compañero constante en mayor medida;

Al hacerlo, llegamos a ser más como Cristo y somos capaces de perseverar hasta el fin, con todo lo que ello implica” 55. En otras palabras, la recepción del Espíritu Santo y el cambio que ese hecho crea en nosotros también contribuyen a edificar nuestra fe.

Una fe mayor conduce a un arrepentimiento adicional. Cuando, de manera simbólica, sacrificamos el corazón y los pecados en el altar de la Santa Cena, recibimos el Espíritu Santo en mayor medida. Recibir el Espíritu Santo en mayor medida nos hace avanzar más por el camino de nacer de nuevo.

A medida que continuamos en este proceso y obtenemos todas las ordenanzas de salvación y los convenios del Evangelio, recibimos “gracia sobre gracia” hasta recibir una plenitud 56.

¿Que se significa la palabra doctrina?

Conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas, políticas, etc. , sustentadas por una persona o grupo. Doctrina cristiana, tomista, socialista.

¿Qué doctrinas hay en la Biblia?

¿Qué significa doctrina espiritual?

‘ La doctrina espiritual ‘ nos muestra el modo en que se entendía la espiritualidad ignaciana y los Ejercicios en el siglo XVII, con la recuperación del elemento más afectivo y la primacía del Espíritu Santo en la vida espiritual.

¿Cuál es la doctrina de los cristianos evangelicos?

¿Quiénes son los evangélicos? ¿Cómo hacen para que sus iglesias crezcan? ¿Cómo impacta su expansión en la vida política en América Latina? Estas preguntas se plantean desde mediados de 1980, cuando los evangélicos empezaron a hacerse visibles en las grandes urbes latinoamericanas, y se repiten con insistencia a propósito de casos como el de las últimas elecciones en Costa Rica o Brasil, que tuvieron a los evangélicos como protagonistas de primer orden.

Ni invasión imperial ni ética protestante como polinizadora de un nuevo capitalismo: los grupos evangélicos tienen una densa historia de implantación y despliegue político de la que es necesario dar cuenta, de manera panorámica, para entender tanto su presente como la sensibilidad movilizada que alimenta a formaciones políticas de derecha, o como las contingencias que en el pasado les permitieron un juego plural.

En lo que sigue, expondré de manera general las características de las denominaciones evangélicas y su desarrollo histórico en América Latina, poniendo un énfasis especial en los grupos pentecostales, que son actualmente la mayoría de los evangélicos, para referirme finalmente a su actuación en la vida política en distintos países de la región. El campo evangélico en América Latina Lo que habitualmente llamamos «evangelismo» 1 es un rótulo genérico para captar el resultado de un proceso en el que surgieron e interactúan distintos grupos religiosos herederos del cisma del siglo xvi : luteranos, metodistas, calvinistas, bautistas, menonitas, presbiterianos y pentecostales, entre las denominaciones más conocidas.

En este punto, trataré de mostrar que su influencia es creciente, pero no se da de forma mecánica ni directa. Como conclusión, me permitiré una muy breve reflexión sobre la cuestión de las relaciones entre religión y política desde la perspectiva de las fuerzas progresistas.

El protestantismo, que es el antecedente y el marco histórico del conjunto de las iglesias evangélicas, es un movimiento cristiano que, a diferencia del catolicismo, basa la autoridad religiosa de forma exclusiva en la Biblia como instancia superior a la «sagrada tradición» y se opone a la infalibilidad del papa (y por eso su religión es evangélica, en lugar de apostólica, como el catolicismo).

Desde este punto de vista, ser evangélico no es una religión en el sentido de estar inscripto en una burocracia o un ritual, sino en tanto encuentro personal con Jesús, el Espíritu Santo y Dios Padre. De ese encuentro, todo creyente puede y debe dar testimonio, y es por eso que todo creyente es, al mismo tiempo, sacerdote.

Las corrientes evangélicas Las iglesias evangélicas no reivindican una autoridad humana suprema al modo de un papado, ni practican el culto a los santos o a la Virgen. Tampoco tienen una instancia centralizada de dirección que las congregue a todas, pero sí existen liderazgos que surgen cada tanto y resultan transversales a distintas ramas.

  • En cada país existen asociaciones de segundo grado que cumplen una función de representación corporativa limitada de las distintas variedades de los grupos evangélicos;
  • Sin embargo, la mayor parte de las iglesias realiza sus actividades por fuera de esas asociaciones, y las que sí pertenecen a algunas están lejos de ser completamente controladas por ellas;

En ciertas circunstancias sociales y políticas, estas asociaciones se vuelven importantes como instancias unificadoras. También existen articulaciones más contingentes. Por ejemplo, frente al despliegue de las luchas por los derechos de género y diversidad sexual, emergió la conocida organización «Con mis hijos no te metas», transversal al espacio evangélico y católico.

En América Latina se pueden reconocer al menos tres grandes tendencias evangélicas. En primer lugar, los protestantismos históricos , que llegaron a la región en el siglo xix y quedaron circunscriptos a las comunidades de migrantes, dada su poca vocación o eficacia evangelizadora, pero también debido a que la íntima vinculación entre las naciones de América Latina y el catolicismo se tradujo en una fuerte limitación normativa y cultural a la pluralización del campo religioso desde el punto de vista legal e institucional.

Los protestantismos históricos incluyen sobre todo a luteranos, metodistas y calvinistas, y debe resaltarse que, a pesar de su débil expansión demográfica, tuvieron inserciones culturales muchas veces privilegiadas y contribuyeron al caldo de cultivo de un liberalismo político que luego se transformó en fuerte compromiso social, y en apoyo a proyectos políticos de transformación y defensa de los derechos humanos en buena parte del continente.

En segundo lugar, están las tendencias evangelicales originadas en Estados Unidos, que llegaron a América Latina desde los inicios del siglo xx , con un fuerte sentido misional y proselitista apuntalado en el literalismo bíblico.

Eran, en consecuencia, profundamente conservadoras en su rechazo a la ciencia y a cualquier pretensión de pluralismo religioso. Una parte de las iglesias bautistas, presbiterianas y de los Hermanos Libres forman parte de esta segunda camada de evangélicos.

Estos grupos promovían una conciencia de santificación entendida como apartamiento del mundo, que también era un derivado del desarraigo social que caracterizaba a los misioneros que llegaban a los distintos países con una exclusiva aspiración: promover conversiones y comunidades de nuevos cristianos.

Con el correr del tiempo y con el surgimiento de un cuadro pastoral local, algunas de estas corrientes evolucionaron hacia una especie de pensamiento social que pudo conectar con las preocupaciones más progresistas de los protestantes históricos. En otros casos, quizás la mayoría, estas corrientes transformaron sus posiciones sociales y políticas en otro sentido con la llegada, el crecimiento y la adaptación cultural de los distintos pentecostalismos latinoamericanos.

Los pentecostales conforman la tercera corriente de grupos evangélicos. Esta rama del protestantismo se identifica por una posición específica: la que sostiene la actualidad de los dones del Espíritu Santo.

¿Qué significa esto? Esta corriente reivindicó, desde su nacimiento a principios del siglo xx en el Avivamiento espiritual de la calle Azusa, en la Iglesia Metodista Episcopal Africana de California en 1906, hechos semejantes a los del Pentecostés narrados en el Nuevo Testamento.

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En esas circunstancias, que tuvieron réplicas en algunos países europeos y en Chile, los cristianos evangélicos tuvieron señales y manifestaciones del Espíritu Santo. Este último, lejos de ser una metáfora como solemos considerarlo desde una lógica secularizada, es una entidad con agencia en sus propios términos: se manifiesta en el cuerpo como una presencia y hace que las personas hablen en lenguas desconocidas, formulen profecías, sanen sus enfermedades, mejoren las relaciones intrafamiliares y tengan éxito personal en la vida cotidiana.

La reivindicación de la posibilidad de esa experiencia será la base tanto de la teología del pentecostalismo como de su autonomización como rama evangélica y de su influencia posterior en otras ramas evangélicas. También una parte del catolicismo, nucleada en el seno del Movimiento de Renovación Carismática Católica ( mrcc ), acogería esas nociones 2. Cabe destacar también que el impulso pentecostal se nutre de una larga historia de corrientes protestantes que desafiaban las posiciones teológicas que, como las del propio Calvino, instauraron una separación absoluta entre los hombres y la divinidad; por eso es posible sostener que el pentecostalismo representa un polo que busca reencantar el mundo frente al impulso protestante clásico que, al decir de Max Weber, lo desencantaba.

  1. Los pentecostalismos El crecimiento del pentecostalismo en América Latina es una variante específica de un movimiento que ha mostrado en los últimos 100 años una inédita capacidad de globalización;
  2. El pentecostalismo produce conversiones y masas de fieles en China, Corea del Sur, Singapur, Filipinas y varios países del continente africano;

En todos estos casos, como en América Latina, se verifica una constante: el movimiento posee una gran capacidad de vincular su mensaje a las espiritualidades locales, así como de alentar formas de organización, teología y liturgia flexibles, variadas y fácilmente apropiables con las que se disemina entre los más diversos segmentos de población de distintos contextos nacionales. A principios del siglo xx , una de las vías de difusión del pentecostalismo fue la migración de creyentes que se desplazaban con su fe y las primeras misiones organizadas que, desde diversos países, especialmente eeuu , arribaron a casi todos los países del continente

“> 4. En el gráfico, puede observarse la magnitud del cambio global en la región: entre 1910 y 2014, los católicos pasaron de 94% a 69% de la población y los evangélicos, de 1% a 19%. En el cuadro se muestra cómo se ha producido esa transformación a lo largo del tiempo y en los distintos países, así como el ritmo acelerado que manifiesta desde 1970, a través de un indicador indirecto como el descenso de la población católica.

El milagro, que en una mirada secularizada es algo extraordinario y posterior a todas las razones, es en esta perspectiva «popular» una posibilidad primaria y anterior a toda experiencia. Esta sensibilidad encantada es mucho más interpelada por la perspectiva de la teología pentecostal y sus adaptaciones locales y contemporáneas que por cualquier teología católica, que hace enormes concesiones a la ciencia y a toda una jerarquía de dominios eclesiales que son necesarios para reconocer como milagro lo que en las iglesias pentecostales ocurre todo el tiempo.

La segunda característica, derivada de la pertenencia del pentecostalismo a la matriz protestante, refiere a la universalidad del sacerdocio, que democratiza y facilita el surgimiento de líderes religiosos.

La universalidad del sacerdocio permite a los pentecostales tener capilaridad logística y cultural para contener la expectativa de milagros de las poblaciones en que se insertan y desarrollan. Cada pastor y cada nueva iglesia recrean la buena nueva adaptándola a la sensibilidad del territorio social y cultural con el que conviven y producen así sintonías que el catolicismo no logra: prédicas, organizaciones y productos culturales adaptados a los más diversos nichos sociales y culturales surgen así desde esos mismos nichos, generados por sujetos que aprovechan la ubicuidad y la gramaticalidad del pentecostalismo. Esta dinámica verdaderamente asombrosa implica que el pentecostalismo crece justamente por las mismas razones por las que otros grupos tal vez no lo hacen: la universalidad del sacerdocio, que recrea infinitas versiones del pentecostalismo, promueve un crecimiento por fraccionamiento y no por agregación en unidades cada vez mayores. Es así como religiones de fuerte intención proselitista pero de inquebrantable vocación centralizadora y portadoras de una teología que no guarda las mismas posibilidades de sintonía popular que el pentecostalismo, como los testigos de Jehová o los mormones, registran un crecimiento casi nulo.

Los pentecostales, a su turno, muestran una capacidad de penetración territorial y cultural capaz de atraer múltiples fragmentos sociales en gran número de hibridaciones de pentecostalismo y diversas formas de cultura popular y masiva.

En contraste con esto, el catolicismo demora lustros y décadas en renovar cuadros que son cada vez más escasos dado el particular sistema de reclutamiento de líderes religiosos que posee y debido a que, por ese mismo tipo de reclutamiento, esos líderes viven casi al margen de las experiencias de los sujetos a los que pretenden guiar espiritualmente.

Esto, sin contar que las teologías católicas del Concilio Vaticano ii en adelante, poseedoras de un razonable afán modernizante, son, por este mismo empeño, productoras de una gran distancia cultural entre el catolicismo y su feligresía: no solo porque difieren de una sensibilidad popular encantada al poner el acento no en el milagro sino en el compromiso social, el rigor, el sacrificio, la penitencia, ¡el estudio!, sino también porque su concepción subraya la división entre ordenados y laicos justo allí donde el pentecostalismo recluta, de a montones y en los «peores lugares» de la sociedad, a sus líderes.

El salto abrupto que se da a partir de 1970 según el cuadro no debe entenderse de manera lineal en correlación exclusiva con la sincronía de lo que sucedía política y socialmente en América Latina en esa década, sino como el resultado de la acumulación de recursos institucionales y humanos que, como una inversión desarrollada desde 1950, tuvo su maduración en esa década.

  1. La suposición de que los pentecostales crecen por sus machaconas campañas en horarios periféricos de los medios de difusión ignora un dato evidenciado por decenas de trabajos antropológicos y sociológicos realizados en los últimos 50 años: los pentecostales crecen por el boca a boca, por cercanía, por redes; los espacios televisivos solo legitiman la posición creyente y resuelven disputas de predominio entre iglesias;

Las conversiones y adhesiones se dan en la vida cotidiana cuando alguien tiene un problema y una persona cercana le recomienda ir a una iglesia, y luego suceden cosas que hacen que «todo funcione». El concepto de «iglesia electrónica» solo explica una parte pequeña de los casos de conversiones: a menudo, el de los ancianos aislados, dependientes de la televisión y angustiados en noches solitarias. El pentecostalismo ha logrado penetrar en las más diversas camadas sociales y los más variados estilos de vida, pero es innegable que su éxito ha sido mayor en los sectores populares, en áreas de la sociedad en las que ofrece de forma privilegiada las armas para luchar contra el sufrimiento social y personal, como lo ha mostrado, entre otras obras, la de Cecilia Mariz en Brasil 5. Una conclusión que se impone luego de revisar este punto es que, independientemente de las direcciones que toma la movilización de los pentecostales en el espacio público, su crecimiento, comprobadamente más fuerte en los sectores populares, tiene efectos en términos de poder social: el poder pasa de los sacerdotes a los pastores, de agentes externos a las comunidades y a liderazgos locales; de nociones universalizadas de cultura elaboradas por elites globales a nociones que, vehiculizadas por industrias culturales, recogen más vívidamente las experiencias cotidianas de millones de sujetos de las clases populares y las clases medias precarizadas de toda la región. Pentecostales y política en América Latina ¿Qué consecuencias tienen en la vida política y en la esfera pública las transformaciones en el campo religioso? La tesis más general para captar la politización de los pentecostales y de buena parte de los evangélicos en América Latina es que han desarrollado formas de movilización política diversas y contingentes, que en los últimos lustros se han orientado a la intervención política y lo han hecho de mano de las tendencias conservadoras 6. Pero en contraste con la afirmación impresionista de que se trata de una ola de fascismo evangélico, cuyo destino estaba asegurado desde que el primer pentecostal pisó un puerto latinoamericano, es preciso prestar atención a los momentos y los modos de esa politización y a su interacción con el contexto social más general, para discernir cuáles deben ser las tareas de las fuerzas progresistas frente a los diversos rumbos que adoptan los evangélicos.

Para todos los demás (jóvenes, matrimonios en crisis, adultos y personas de mediana edad en medio de todo tipo de problemas), hay siempre una iglesia cerca y un amigo o vecino que recomienda acudir a ella.

Los protestantismos históricos impulsaron direcciones políticamente liberales y generaron una muy rica tradición de compromiso social, pero su reclusión en determinados nichos sociales, sumada a las derrotas históricas de los proyectos de la izquierda, contribuyeron a su pérdida de relevancia relativa.

Los evangelicales fueron más conservadores, pero llegaron a desplegar algunos compromisos sociales en tiempos ya lejanos. Finalmente, los pentecostales y, si se quiere, los neopentecostales, que son, en conjunto, desde hace varias décadas, los evangélicos más numerosos y más determinantes, también atravesaron varias etapas en sus modos de relación con lo público y la política.

A grandes rasgos, es posible esquematizar una serie de cuatro momentos que se presentan en los distintos países de América Latina. El desarrollo inicial del pentecostalismo en América Latina incluía la denuncia de lo que llamaban «el mundo»; por lo tanto, la política que residía en él debía ser repudiada.

En esto pesaban también el origen extranjero de los pioneros, que no tenían capacidad de vincularse plenamente a tramas ni a disputas políticas locales; el anticomunismo de esos mismos pioneros, que igualaba a menudo «compromiso político» y desobediencia; la situación minoritaria y estigmatizada de una religiosidad que era vista como «disidente» y el hecho de que las primeras camadas de creyentes locales pertenecían a poblaciones social, económica o culturalmente marginadas.

Con el correr del tiempo y con la generación de un cuerpo de líderes endógenos vinculados a las sociedades locales, los pentecostales inician una segunda etapa: los primeros pasos en busca de la protección de sus derechos como minoría religiosa, que se dan, en general, a partir de los años 70.

  1. En ese contexto, la politización adquiría el cariz de una defensa limitada del pluralismo religioso, ya que los pentecostales buscaron, en general, su reconocimiento a la par del catolicismo, pero no pretendían que esto se extendiese a todos los grupos religiosos;

Posteriormente, el pentecostalismo presentó un atractivo tanto para los políticos establecidos como para los emergentes emprendedores evangélicos. Al número creciente de votantes evangélicos y la potencia de sus redes, se sumaba el hecho de que los creyentes, con su presencia «santa», podían dar legitimidad específica y adicional a proyectos políticos de los más variados signos que pretendían denunciar una política tomada por la corrupción.

  • Ello habilitó tentativas que fueron desde iniciativas destinadas a poner en pie partidos confesionales –sin muchos resultados– hasta la postulación de evangélicos en partidos no confesionales;
  • Nos referimos a situaciones tan diversas como la participación de los evangélicos en las campañas de Alberto Fujimori en su primera elección en Perú, Fernando Collor de Mello en Brasil a finales de los 80 o, en la estratégica Prefectura de Río de Janeiro, Benedita da Silva, quien aun con las prevenciones de su iglesia, ganó las elecciones reivindicando su carácter de «mujer, negra, favelada y pentecostal»;

En esta etapa existieron compromisos políticos plurales y pragmáticos. Distintos grupos pentecostales y evangélicos ingresaron en la actividad política usando sus capitales de diferentes modos y construyendo distintos tipos de alianzas: en Argentina, los pentecostales que se movilizaron políticamente lo hicieron de forma relativamente cercana al peronismo, pero también integrándose a propuestas de centroderecha.

En Brasil, donde las denominaciones pentecostales más poderosas apoyaron a Collor de Melo y a Fernando Henrique Cardoso ante el «peligro comunista» del Partido de los Trabajadores ( pt ), pasaron luego a integrar el frente promovido por ese mismo pt en las cuatro elecciones que ganó –con Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff–, para luego dar su aval al proyecto de Marina Silva (evangélica y ambientalista que fue ministra del primer gobierno de Lula y luego encabezó una de sus primeras disidencias), y finalmente, corriendo detrás de sus votantes, terminar apoyando la candidatura de Jair Messias Bolsonaro en su raid final.

Puede decirse que este momento de mayor involucramiento político coincide con el de mayor expansión de la visión pentecostal entre todos los grupos evangélicos. En ese contexto, los evangélicos no solo comenzaron a participar en política electoral, sino que se transformaron en interlocutores en diálogos sobre políticas públicas: su agilidad y su capilaridad territorial los volvieron agentes claves para los procesos a través de los cuales los Estados tomaban en cuenta, mediante múltiples instrumentos públicos, a poblaciones excluidas o marginadas.

El despliegue de dinámicas de violencia y adicción introducidas por el narcotráfico constituyó un terreno donde los agentes de las más diversas instancias de la sociedad civil y política veían a los evangélicos como aliados.

Estas formas de movilización política y social contenían algo que en un cuarto momento, de manera lógica, va a ser fundamental. Los líderes de distintas iglesias y asociaciones evangelicales y pentecostales no tardaron en pregonar de forma cada vez más intensa y clara algo que está lejos de la fórmula canónica de la secularización (religión libre de Estado y Estado libre de religión): la jerarquización de los evangélicos en sociedades donde eran discriminados se ligaba a la jerarquización de sus concepciones en el espacio público.

En este momento, distintos aspectos de la experiencia evangélica no solo pueden ser atractivos para políticos que los inviten o para que los evangélicos intenten convertir el predicamento religioso en poder político, sino que se esboza un proyecto relativo a la conquista de la sociedad por entero para los valores cristianos.

No se trata de valores aleatorios: en el contexto histórico en que se da esta fuerte inversión política, los evangélicos pondrán el acento en la oposición al matrimonio igualitario y a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, en ciertas limitaciones al pluralismo religioso que deberían ejercerse contra las «sectas» y las religiosidades afroamericanas e incluso, en algunos casos, en la procura de un proceso de regulación del campo religioso que afectaría a las expresiones autónomas del pentecostalismo. No hay voto confesional 7. Es preciso desactivar una impresión que fácilmente se impone luego de verificar el crecimiento de los evangélicos en las últimas décadas: es imposible afirmar la existencia de un voto confesional en el caso de los evangélicos.

En el contexto de este desarrollo histórico, es posible señalar tres hechos que ayudan a ceñir la actualidad de los mecanismos que actúan en las relaciones entre los evangélicos y la política. No solo se trata de que la identidad religiosa no genere automáticamente una identidad política.

El hecho de que no haya instancias de unificación institucional y la propia dinámica de los grupos evangélicos, competitiva y sometida a múltiples posibilidades de fraccionamiento, hacen que algunos emprendimientos políticos que apelan a la identidad religiosa tengan efectos muy distantes del buscado (que los creyentes voten creyentes), ya que son vistos con desconfianza como tentativas de manipulación, control y capitalización indebida de esfuerzos de unas denominaciones pentecostales por otras.

  1. Además, en los distintos espacios nacionales, los evangélicos votan de manera análoga a la que votan los católicos o los ciudadanos que adhieren a otras religiones en sus respectivos estratos sociales;
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Los partidos evangélicos tuvieron porcentajes de votos mucho menores que el porcentaje de población evangélica en Perú (4% sobre 12%), en Chile (donde fracasaron tres partidos evangélicos en la elección de 2017), en Argentina en 1991 y en 2001 (donde la mayor parte de los evangélicos de los sectores populares vota al peronismo) o, por dar un ejemplo más, en Guatemala, donde los evangélicos conforman el 40% de la población y ya asumieron tres presidentes de esa religión, pero los partidos evangélicos que apelan a la movilización política de los creyentes no logran mayores éxitos (6% sobre 40%). Pero incluso en ese caso, los evangélicos que se conciben como el rebaño de Dios no votan como un rebaño: en una campaña polarizada en la que los líderes de las denominaciones evangélicas más fuertes y de mayor extensión territorial impulsaron el voto a Bolsonaro por indicación de sus propias bases, las estadísticas posteriores a la elección mostraron que más de un tercio de los evangélicos votó contra las orientaciones «oficiales» 8. ¿El peso demográfico ayuda a la movilización evangélica? Algunos autores sostienen que las potencialidades de la movilización política evangélica tienen correlación con el peso demográfico de los pentecostales en los distintos países: en aquellos países donde los pentecostales, junto con el resto de los evangélicos, superan el 30% de la población, es más probable que sean capaces de promover una alternativa política basada en la identidad evangélica, mientras que en los países donde permanecen por debajo de 25%, tienden a participar dentro del proyecto de otros partidos políticos y a conformar una representación coordinada de los intereses comunes de todos los evangélicos en niveles parlamentarios y en amplias movilizaciones sociales 9. La hipótesis no es del todo desatinada, pero tampoco es plenamente discriminante: debe considerarse que en los países de mayor porcentaje de evangélicos hay casos como el de Guatemala, donde la religión evangélica parece influir en la cultura política sin que haya voto confesional, pero que en casos como los de El Salvador o Nicaragua la influencia y la movilización evangélica no son notorias.

Sin embargo, tampoco debe ignorarse que distintos aspectos de la identidad evangélica o de su repertorio de acción simbólica fortalecieron, por ejemplo, la candidatura triunfante de Bolsonaro en Brasil.

En Costa Rica y Brasil, por su parte, los porcentajes de población evangélica son relativamente menores que los de los países antes citados y, sin embargo, la fuerza política y electoral de los evangélicos lleva a que un partido de esta corriente (Restauración Nacional) sea el principal desafiante de los partidos tradicionales (Costa Rica), o a que aquellos sean parte del bloque electoral triunfante a través de partidos que no representan a todas las denominaciones evangélicas pero que cuentan con la movilización de algunas de las que cuentan con más reconocimiento, recursos económicos y despliegue territorial (Brasil).

La erosión de las identidades políticas tradicionales y la «agenda de género». La factibilidad de la formulación y el éxito de una alternativa política evangélica pueden contener algo del factor «peso demográfico», pero seguro dependen de la concurrencia de otras dos circunstancias.

Una de las situaciones que permiten la emergencia de fuerzas políticas que apelan a la identidad evangélica es la erosión de las alternativas políticas tradicionales, especialmente si este hecho se da en el marco de crisis políticas generadas por causas de corrupción.

En esos casos, la estructura de atribuciones simbólicas que otorga a las religiones una especie de honestidad a priori funge como garantía o, al menos, como lavado de cara de fuerzas políticas que necesitan recursos extraordinarios de legitimación.

Como esto ocurre también en el contexto de transformaciones sociales que alteran principios tradicionales de identificación (la localidad, el trabajo, el catolicismo), lo evangélico contribuye a solidificar nuevos principios de agregación. Este podría ser tanto el caso de Brasil como el de Costa Rica o, más atrás en el tiempo, el de la identificación de Fujimori con los evangélicos a inicios de los años 90.

Hay otra circunstancia que contribuye de forma indudable y decisiva al surgimiento, crecimiento y fortalecimiento de los proyectos políticos evangélicos: el avance concreto y la diseminación de la agenda de derechos de género y diversidad de las últimas décadas en América Latina ha generado una reacción que ni analistas ni actores lograron prever y, mucho menos, contener.

En la medida en que estas transformaciones fueron avanzando, muchas veces más rápidamente de lo que nunca se hubiera imaginado en el Estado y en los partidos políticos, incluso en los de centro y los de izquierda, se incubaron, en otros espacios de la sociedad y a espaldas del sentimiento de progreso indefinido que asistía a los grupos reformadores, un murmullo y una contrariedad subterráneos capitalizados en gran medida por los evangélicos.

En primer lugar, porque son los que estaban más cerca física e ideológicamente respecto de esa reacción. En segundo lugar, porque el catolicismo estaba impedido de hacerlo con coherencia y legitimidad, dada la combinación de su heterogeneidad interna con la ilegitimidad que asiste para intervenir en este tema a una jerarquía sumida en el oprobio por los casos de pedofilia.

Así, el despliegue de la agenda de derechos de género y diversidad generó una dinámica en la que los evangélicos pudieron ser catalizadores y representantes de una reacción que sumó potencia a sus proyectos políticos. Ese es el punto a partir del cual los evangélicos dejaron de ser pragmáticos y se orientaron sistemáticamente hacia la derecha.

La composición de la reacción catalizada por los evangélicos permite entender mejor en qué sentido están siendo un factor dinámico de las fuerzas de la derecha: más allá del aumento de la propensión evangélica a votar por la derecha o de la derechización de sus candidatos y propuestas, es cierto que, como no hay un voto confesional, los evangélicos no solo votan a la derecha cuando sus líderes lo promueven.

Ahí puede discernirse específicamente la operatividad evangélica en la derechización contemporánea: no solo representan la reacción contra la agenda de género y diversidad de sus propias bases denominacionales, sino que su propio crecimiento conforma el ambiente político-ideológico donde se gesta la densidad de las resistencias a esa agenda emancipadora.

El pentecostalismo influye de forma mucho más sólida a través de la transformación cultural que implica su crecimiento que del direccionamiento de los votos de los creyentes. No está de más decir que todo esto ocurre en un marco más amplio y complejo: el giro hacia la derecha o la permanencia de la derecha en distintos países latinoamericanos obedecen a muchas otras causas.

Algunas, como la percepción de un inestable clima de movilización y o de violencia, así como de corrupción, fortalecen la necesidad de una referencia cristiana que los evangélicos disputan y logran muchas veces encarnar mejor que nadie. Otras, como el estancamiento económico o la desigualdad, pueden ser interpretadas en lógica evangélica y así dinamizar cambios en el comportamiento político.

Reflexión final Los evangélicos constituyen desde hace más de 30 años una fuente inagotable de enigmas, pánicos y pontificaciones por parte de analistas, políticos y todo tipo de actores/espectadores de la política contemporánea.

Por una parte, esto se debe a que el ánimo de las izquierdas y los progresismos latinoamericanos teje en su reacción dos hilos no siempre afines: al tradicional temor a la religión en tanto poder oscuro y alienante se suma, en la formación de una santa alianza de nuevo tipo, la presunción traficada por el catolicismo acerca del carácter «foráneo» que asiste a todos los protestantismos.

Todo esto ayudó a forjar una serie de reacciones que fueron desde la afirmación a priori de lo que significaba la expansión de estos movimientos, notable ya desde la mitad del siglo pasado, hasta el desprecio por cualquier aproximación cognitiva o política que no fuese militantemente contraria.

En general, con importantísimas y notables excepciones, se ha permanecido frente al fenómeno entre la condena y el desconocimiento condenatorio, de manera tal que hoy el despertar de ese sueño reactivo obliga a confrontarse con una realidad que es compleja, desafiante y ahora sí amenazante, aunque plena de contingencias que todavía deben explorarse y explotarse en esfuerzos de interpelación política que, como siempre y más que nunca, exigirán hacer de tripas corazón.

Pero, por otra parte, esto también se debe a un mecanicismo simétrico inverso. Si las izquierdas y el catolicismo veían en la expansión evangélica una invasión imperial, algunos analistas estadounidenses veían con optimismo la implantación de unas semillas que harían de América Latina, estereotipada como un Macondo generalizado, un espacio de racionalidad, individuación y acumulación virtuosa, como si los pentecostalismos, la fuerza demográficamente más importante de esa expansión, estuviesen constituidos por clones de los peregrinos del Mayflower y como si la América Latina del siglo xx constituyera lo que desde esa imaginación histórica se concibe como una tabula rasa.

En el fondo, el caso de la expansión evangélica es revelador de la precariedad de una certeza que debemos cuestionar: la secularización difícilmente funcione como la interposición de un muro capaz de anular más o menos perfectamente los intercambios entre el mundo de la religión y la política.

¿Cuáles son las características de la doctrina?

Una doctrina (del latín doctrīna) es un conjunto global de las concepciones teóricas enseñadas como verdaderas por un autor o grupo de autores. ​ Puede tener una dimensión ideológica que puede ser política, legal, económica, religiosa, filosófica, científica, social, militar, etc.

¿Cuál es la doctrina de la Iglesia?

Resumen La Doctrina Social de la Iglesia es ahora la teología moral social de la Iglesia. Su fundamento y fuente se basan en la concepción del hombre como ser abierto a la llamada creadora de un Dios trinitario y no tanto en una concepción metafísica de lo que es Dios, o a una determinada filosofía política.

La experiencia de Dios está originariamente en la base de toda interpretación histórica y de todo testimonio caritativo de los cristianos. Heidegger, San Agustín y Santo Tomás pueden ayudar a comprender esta nueva concepción de la Doctrina Social de la Iglesia que supera los problemas de la ontoteología clásica y se sitúa como la respuesta a un llamado y a un encuentro originario.

Palabras clave: Doctrina Social de la Iglesia, experiencia y testimonio, epistemología teológica, teología moral.

¿Cuáles son las principales doctrinas?

¿Cuál es la doctrina de los apóstoles?

Iglesia La Luz del Mundo [ editar ] – La Luz del Mundo afirma que un apóstol guía a su iglesia y que fue elegido directamente por Jesucristo , en su plan eterno, [ 11 ] ​ por medio de un diálogo directo. Creen que su iglesia es única, ya que sus fundamentos descansan en la elección de los apóstoles puestos por el mismo Jesús, según la cita bíblica en Efesios 2:20.

Los apóstoles de La Luz del Mundo tienen un cargo vitalicio, es decir, que sólo tras su muerte dejarán de ser apóstoles. Deben estar casados y tienen la autoridad directa para elegir nuevos colaboradores para trabajar en el ministerio.

No pueden renunciar, pues es un cargo entregado directamente por Dios. Tienen la facultad de comunicarse con Dios para celebrar la Santa Cena cada año y perdonar los pecados.

¿Qué significa la palabra doctrina en el griego?

Radicación de la palabra DOCTRINA Sus componentes léxicos son: docere (enseñar), -tor (sufijo que indica agente, el que hace la acción), más el sufijo -ina (relación, pertenencia).

¿Que promete Cristo en cuanto al conocimiento espiritual?

Ayudar a otras personas a adquirir conocimiento espiritual – Cuando otras personas acuden a nosotros y nos hacen preguntas o investigan la doctrina de la Iglesia, sus prácticas o su historia, ¿cuál sería la mejor manera de ayudarlas en su búsqueda de la verdad? Las siguientes son algunas de las formas en que podemos ayudarlas: Escuchar cuidadosamente y con espíritu de oración: Escuchen con atención antes de responder, procurando aclarar y entender las preguntas que verdaderamente formulen.

Procuren comprender bien la verdadera intención de las preguntas, los sentimientos y las creencias. Enseñar y testificar de las verdades del Evangelio: Compartan enseñanzas de las Escrituras y los profetas modernos que puedan ponerse en práctica y el modo en que estas han marcado una diferencia en su vida.

Ayuden a las personas con quienes hablen a analizar o adaptar sus preguntas al contexto del Evangelio y del Plan de Salvación. Invitarlos a actuar con fe: Recuerden que el Señor requiere que busquemos conocimiento espiritual por nosotros mismos. Por lo tanto, debemos invitar a otras personas a actuar con fe mediante la oración, la obediencia a los mandamientos y el estudio diligente de la palabra de Dios, al emplear las fuentes divinamente señaladas, en particular, el Libro de Mormón.

Si correspondiera, invítenlos a recordar las experiencias que pudiesen haber tenido en que hayan sentido el Espíritu Santo, y a aferrarse a las verdades eternas que han aprendido hasta recibir más conocimiento.

Cumplan con lo prometido: Ofrézcanse a buscar las respuestas y luego cúmplanlo al explicar lo que averigüen. También podrían buscar las respuestas juntos. Expresen confianza en la promesa del Señor de brindar revelación personal.

  • Pasajes de las Escrituras relacionados: Jeremías 1:4–5 ; Amós 3:7 ; Mateo 5:14–16 ; Mateo 16:15–19 ; Juan 15:16 ; Juan 17:3 ; Efesios 2:19–20 ; Efesios 4:11–14 ; 2 Nefi 2:27 ; Mosíah 18:8–10 ; 3 Nefi 18:15, 20–21 ; D. y C. 1:37–38 ; D. y C. 18:15–16 ; D. y C. 21:4–6.
  • Temas doctrinales relacionados: La Trinidad: el Espíritu Santo ; La expiación de Jesucristo: La fe en Jesucristo ; Los profetas y la revelación ; Los mandamientos.
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