Que Importancia Tuvo La Resurrección De Jesús?

Que Importancia Tuvo La Resurrección De Jesús

Fundamento de la fe cristiana [ editar ] – En la teología cristiana, la resurrección de Jesús es el fundamento de la fe cristiana ( 1 Corintios 15:12-20 , 1 Pedro 1:3 ). Los cristianos, por la fe en el poder de Dios ( Colosenses 2:12 ), son resucitados espiritualmente con Jesús, y son redimidos para que puedan andar en una nueva forma de vida ( Romanos 6:4 ).

El apóstol Pablo señaló: «Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe» ( 1 Corintios 15:14 ). La muerte y la resurrección de Jesús son los acontecimientos más importantes en la teología cristiana.

Ellos forman el punto en las Escrituras donde Jesús da su última demostración de que él tiene poder sobre la vida y la muerte, por lo que tiene la capacidad de dar a la gente la vida eterna. Terry Miethe, un filósofo cristiano de la universidad de Oxford , indicó: «‹¿Resucitó Jesús de entre los muertos?› es la cuestión más importante en cuanto a las afirmaciones de la fe cristiana».

De acuerdo con la Biblia, «Dios lo resucitó de entre los muertos», ascendió al cielo , a la « diestra de Dios », y volverá de nuevo ( Hechos 1:9-11 ) para cumplir el resto de las profecías mesiánicas , tales como la resurrección de los muertos, el juicio final y el establecimiento del Reino de Dios ( mesianismo y Era Mesiánica ).

Algunos eruditos modernos usan la creencia de los seguidores de Jesús en la resurrección como un punto de partida para establecer la continuidad del Jesús histórico y la proclamación de la iglesia primitiva. Carl Jung sugirió que el relato de la crucifixión a la resurrección era el contundente símbolo espiritual de, literalmente, Dios-como-Yahweh convirtiéndose en Dios-como-Job.

Pablo escribió que: «Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. ] y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados» ( 1 Corintios 15:13-14, 17 ).

Muchos estudiosos señalan que, en la discusión sobre la resurrección, el apóstol Pablo se refiere a la transmisión de estilo rabínico de una tradición temprana autoritativa que recibió y pasó a la iglesia de Corinto. Por esta y otras razones, se cree que este credo es de origen pre-paulino.

Geza Vermes escribe que el credo es «una tradición que él [Pablo] ha heredado de sus mayores en la fe en relación con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús». La antigüedad del credo ha sido localizada por muchos estudiosos de la Biblia a menos de una década después de la muerte de Jesús, proveniente de la comunidad apostólica de Jerusalén.

Paul Barnett escribe que esta fórmula, entre otras, era una variante de «una tradición temprana básica que Pablo ‹recibió› en Damasco de Ananías , aproximadamente en el 34 [d. ]» después de su conversión. Pablo luego pasa a decir: Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.

Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. — 1 Corintios 15:20-22 Los puntos de vista de Pablo iban en contra del pensamiento de los filósofos griegos, para quienes una resurrección corporal significaba una nueva prisión en un cuerpo físico, que era lo que ellos querían evitar; dado que para ellos lo corpóreo y lo material inmovilizaban al espíritu.

Al mismo tiempo, Pablo creía que el cuerpo recién resucitado sería un cuerpo celestial; inmortal, glorificado, potente y espiritual, en contraste con el cuerpo terrenal, que es mortal, deshonrado, débil y natural. De acuerdo con el teólogo Peter Carnley, la resurrección de Jesús fue diferente de la resurrección de Lázaro : «En el caso de Lázaro, la piedra fue removida para que pudiera salir [.

] el Cristo resucitado no necesita que la piedra sea removida, porque él se transforma y puede aparecer en cualquier lugar, en cualquier momento». Según el estudioso Thorwald Lorenzen, la primera Pascua llevó a un cambio en el énfasis de la fe «en Dios» a la «fe en Cristo».

Hoy en día, Lorenzen encuentra «un extraño silencio acerca de la resurrección en muchos púlpitos». Él escribe que entre algunos cristianos, ministros y profesores, la resurrección parece haberse convertido en «motivo de vergüenza o asunto de la apologética».

¿Qué aprendemos de la resurrección de Cristo?

En la resurrección de Cristo fuimos regenerados. – En cierto sentido, fuimos regenerados, o nacimos de nuevo , en una fecha y lugar determinado. En otro sentido, sin embargo, la Biblia nos dice que fuimos regenerados cuando Cristo resucitó de entre los muertos.

La Palabra de Dios nos muestra este hecho extraordinario en 1 Pedro 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia n os ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”.

La nota 4 del Nuevo Testamento Versión Recobro explica el significado que esto tiene para nosotros: “La regeneración, como la redención y la justificación, es un aspecto de la plena salvación de Dios. La redención y la justificación resuelven el problema que tenemos con Dios y nos reconcilian con Él; la regeneración nos vivifica con la vida de Dios, llevándonos a una relación de vida, una unión orgánica, con Dios.

  1. Por consiguiente, la regeneración da por resultado una esperanza viva;
  2. Tal regeneración es efectuada por medio de la resurrección de Cristo de entre los muertos”;
  3. Nacimos de nuevo, es decir, fuimos regenerados en la resurrección de Cristo;

La resurrección de Cristo fue como un gran parto, no solamente de Cristo mismo como el Hijo primogénito de Dios, sino también de todos los creyentes de Cristo como los muchos hijos de Dos. En la resurrección de Cristo fuimos regenerados, nacimos de nuevo de la vida divina.

  • Como la nota explica, la regeneración nos lleva a una relación de vida con Dios;
  • No solamente somos aquellos que adoran a Dios y creen en Dios de manera objetiva;
  • Tenemos una relación con Dios que es subjetiva, una relación de vida;

Al ser regenerados con Su vida ahora tenemos la vida divina de Dios. Para poder apreciar y entender más sobre la regeneración como una relación de vida con Dios, le animamos a leer estas entradas: ¿Qué significa nacer de nuevo? y ¿ Qué sucede cuando una persona es salva?.

¿Cuál es el significado de la resurrección?

Qué es Resurrección: – La palabra resurrección proviene del latín resurrectio, que quiere decir levantarse de nuevo, resurgir o alzarse una vez más. Con esta palabra se designa a la acción y efecto de resucitar, de volver a la vida derrotando a la muerte.

La creencia en la resurrección está vinculada a la interpretación antigua del comportamiento solar, que cada día nace y muere, solo para volver a nacer al día siguiente. la resurrección es una figura recurrente en la literatura de la antigüedad.

Es atribuida a un misterio de los dioses, solo realizable por ellos. El conocimiento del poder de resucitar está prohibido a los seres humanos. Esta idea es común a diferentes sistemas de pensamiento y fe.

¿Que proposito y promesa nos dio Jesús con su resurrección?

¿Que significa la RESURRECCIÓN de JESÚS para los CRISTIANOS?

Tenemos esperanza en Jesucristo – Imagen Las tres Marías EN EL SEPULCRO, por William-Adolphe Bouguereau, Superstock. com Desde el momento en que se vio el sepulcro vacío, la resurrección de Jesucristo ha brindado esperanza, ya que reconocemos en Su resurrección la esperanza de la nuestra, en la cual “todas [nuestras] pérdidas se [nos] compensarán… si [continuamos] siendo fieles” 14.

  • Los primeros apóstoles del Salvador pudieron testificar osadamente de Su resurrección, puesto que habían visto y palpado Su cuerpo; sin embargo, se trataba de mucho más que eso;
  • Del mismo modo en que Jesucristo había sanado enfermedades del cuerpo a fin de mostrar que tenía poder para perdonar pecados (véase Lucas 5:23–25 ), Su resurrección —la prueba tangible de Su poder para vencer la muerte física— llegó a ser la certeza que tenían Sus discípulos de Su poder para vencer la muerte espiritual;
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Las promesas que extendió en Sus enseñanzas —el perdón de los pecados, la paz en esta vida, la vida eterna en el reino del Padre— llegaron a hacerse realidad y, la fe de ellos, inquebrantable. “Si Cristo no resucitó, [nuestra] fe es vana” ( 1 Corintios 15:17 ).

No obstante, dado que Él sí resucitó de entre los muertos, podemos “tener esperanza [en que] por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección… [seremos] levantados a vida eterna, y esto por causa de [nuestra] fe en él, de acuerdo con la promesa” (véase Moroni 7:41 ).

Durante Su vida terrenal, Jesucristo invitaba a las personas a seguirlo; tras Su muerte y resurrección, el lugar de destino se tornó aun más claro. Si nosotros, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio, cultivamos un “espíritu celestial” en nuestro interior, podemos “[recibir] el mismo cuerpo que fue el cuerpo natural” y ser “vivificados por una porción de la gloria celestial [y recibir] entonces de ella, sí, una plenitud” ( D.

¿Qué significa la resurrección de Jesús para nosotros en estos tiempos de pandemia?

“Hago nueva todas las cosas” (Ap 21,5) Queridos colegas y amigos, queridos hermanos y hermanas. Estamos viviendo tiempos difíciles. La pandemia de Coronavirus-19 es un tremendo desafío para la Iglesia, para todas las personas del mundo, y para nuestra casa común.

Sin embargo, la crisis es una oportunidad para comenzar de nuevo. Esta es una calamidad urgente y compleja que requiere nuevas soluciones: “vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22), nuevas formas de vida, nuevas formas de trabajar, nuevos modelos de desarrollo.

En Pascua, Cristo resucitado hace “nuevas todas las cosas ” (Ap. 21,5), y nos sostiene en nuestra vulnerabilidad, nos guía a través de la oscuridad y nos reconcilia con la fuente de la Vida. En nombre del Cardenal Peter K. Turkson (Prefecto), Mons. Bruno Marie Duffé (Secretario) ha preparado un mensaje simple y profundo para ayudarnos a abrir nuestros corazones a la Luz y la Vida de Cristo en este tiempo de oscuridad y muerte.

  1. Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes y a sus familias, muy Feliz Pascua;
  2. Augusto Zampini, Secretario adjunto *** Mensaje de Pascua en el contexto de la pandemia del Covid-19 1;
  3. En la mañana de Pascua, la comunidad cristiana, en la grande y hermosa diversidad de culturas, tradiciones e idiomas, afirma que la Vida es más fuerte que la muerte;

Cristo, que compartió nuestra condición humana, también en la injusticia, en el sufrimiento y en la muerte, es levantado de la muerte por Dios Padre, de quien recibimos la vida, la capacidad de crecer y de ser. Y lo creemos: ¡Cristo está vivo para siempre! Él viene a visitarnos y tiende la mano a nuestra humanidad en este momento de angustia y dolor.

Viene a levantar a los enfermos y a traer nueva vida a los que están en las tinieblas de la soledad, del agotamiento y de la desesperación. La Pascua, el corazón de la fe cristiana en el que celebramos el triunfo de la Vida sobre la muerte, adquiere una actualidad singular en el contexto mundial de la terrible pandemia de Covid-19.

¿Cómo podemos decir que Cristo Jesús ha resucitado y no sentirnos abrumados por el dolor y la aflicción de los que están enfermos, de los que mueren, de los que están de luto, de todos los que cuidan a los demás hasta el límite de sus fuerzas? Es a ellos y a todos aquellos que viven este tiempo de Pascua con preocupación y tristeza que nos atrevemos a anunciar que la Vida será más fuerte que la muerte.

Cristo ha abierto para todos un camino que conduce a la Vida. Este movimiento de la Resurrección lleva consigo a la creación y a todos los seres vivientes, a los que hemos cuidado y amado, a los que murieron solos, abandonados, a los que esperan y luchan, con dignidad y esperanza.

Todos son llamados y son levantados con Cristo, “el Primogénito de entre los muertos”, sobre quien la muerte ya no tiene poder. El mensaje de la Resurrección es un mensaje de confianza para todos los habitantes de nuestro mundo. Porque Dios no abandona a ninguno de aquellos a quienes dio vida.

Cuida de todos ofreciendo un perdón incansable que es realmente un nuevo nacimiento. La “crisis sanitaria y humanitaria de COVID-19” es una gran pregunta para todos. La reflexión sobre los orígenes y las consecuencias de esta pandemia acaba de comenzar.

¿Qué nos ha pasado? ¿Y qué debemos hacer para salir de esta muerte? Estamos empezando a entenderlo un poco: esta enfermedad está vinculada a la enfermedad de todos los organismos vivos con los que estamos llamados a compartir nuestra existencia. La creación que hemos recibido de Dios está enferma y “gime con dolores de parto” (Rm.

8, 22). Nuestra instrumentalización excesiva de los recursos y de los seres vivientes es un camino de muerte. Estamos empezando a comprender que es esencial abrirnos a una nueva vida, respetando el equilibrio entre todos los seres vivos, respetando la Creación, en su rica y hermosa biodiversidad.

Solo una respuesta integral , basada en una conversión a una “ecología integral”, que integre el cuidado del más pequeños de los organismos y de la salud de todos los humanos, nos permitirá enfrentar los desafíos de la vida y del futuro. ¿Queremos vivir la Pascua de la Creación? Se trata de una conversión a la que estamos llamados, para que cada organismo participe en la vida misma de Dios y descubramos que somos complementarios, en la riqueza de nuestros carismas, nuestras funciones, nuestros roles y nuestras experiencias.

La experiencia de nuestra pobreza frente a la enfermedad y la muerte de nuestros amigos, compañeros y seres queridos, nos hace comprender que de ahora en adelante nada será igual. Esta es otra forma de hablar de la transformación radical de Pascua: el pasar del duelo a la esperanza y de la muerte a la vida.

Las lógicas de muerte deben ser abandonadas para que ahora vivamos como hombres y mujeres responsables, humildes y justos. Lo sabemos, al elegir la Vida, también tendremos que elegir un nuevo modelo de desarrollo, protegiendo la naturaleza, la tierra, las fuentes de vida, trabajando juntos, de manera pacífica y solidaria, cuidando a los más frágiles y adoptando una vida pobre, con los pobres.

Porque somos un todo vulnerable, experimentamos la fragilidad y la solidaridad. Todos necesitamos a todos. Cuidar la vida es una responsabilidad compartida. Al recibir la nueva Vida, fruto de la Pascua, dejando que Cristo resucitado venga a habitar en nosotros y con nosotros, buscamos un nuevo ritmo para nuestra historia común.

Lo creemos: el Cristo Resucitado camina con nosotros. Incluso cuando no lo reconocemos, permanece cerca y “nos abre el significado” de nuestra aventura humana. Nuestros ojos se abren en el Resucitado cuando comparte nuestro pan (cf. Lc 24,13-35). Por lo tanto, cuidar, compartir, alentar y tener esperanza se convierten en los verbos que expresan el llamado a la Vida, para que nosotros también podamos vivir como resucitados, “transeúntes” de la muerte a la vida.

Cristo, en la mañana de Pascua, se muestra a María Magdalena y a los que tienen el corazón abierto a la vida y al amor. Está cerca de los científicos, médicos, cuidadores, quienes toman decisiones y los responsables económicos, financieros y políticos que se preocupan por el bien común y los más pobres.

Arroja luz sobre quienes ejercen, ya desde hoy, la carga del futuro. Lo creemos y lo entendemos: tendremos que compartir nuestras reservas, nuestras capacidades, nuestros talentos y crear nuevas formas de trabajo y nuevos empleos; vivir una solidaridad moral, social y financiera ( Laudato Si’ , 2015: 156, 157), considerando las necesidades fundamentales de nuestra humanidad: salud, educación, derechos humanos y vida espiritual.

  1. Pascua es el comienzo de un tiempo nuevo: el tiempo de la sanación y de la dignidad restaurada para todos, el tiempo del encuentro, de la justicia y del amor;
  2. La historia no ha terminado;
  3. La historia se reabre : cada uno está llamado a vivir la resurrección con Cristo;
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Al igual que Abraham, “esperamos contra toda esperanza” (Rom 4, 18), como los profetas de la Biblia, “denunciamos” lo que es fuente de muerte y “anunciamos” a Cristo, quien es la fuente de la vida (Is. 41 y 42). Inspirados por el Espíritu del Señor, muerto y resucitado, nos atrevemos a anunciar que está vivo y que nos llama a abandonar todo lo que conduce a la muerte para vivir como seres nuevos, resucitados con él (cf.

Hechos 2, 14-36). Al igual que Tomás (cf. Jn 20, 24-29), podemos estar atravesados ​​por la duda y pensar que es necesario ver para creer. El Cristo resucitado viene y se vuelca hacia nosotros. Se deja tocar, a través del testimonio de aquellos que dan su vida, para que nuestra fe crezca, sea fructífera y dé fruto.

Cuando “damos lo que nosotros mismos hemos recibido” (Cf. 1 Co. 11, 23), el signo de nuestro pan compartido es la realización del Cordero Pascual, compartido en memoria de la Pascua liberadora. 10. La “buena noticia” de Pascua, que los primeros cristianos se comunicaron como un aliento mutuo: “Cristo ha resucitado.

  1. Él ha resucitado verdaderamente” es, para nosotros, que queremos seguir los pasos del Dios vivo, un mensaje de aliento y de consuelo, dirigido a todos los hermanos y hermanas afectados en su cuerpo, en su ser y en sus afectos;

Pero es un compromiso, para cada persona bautizada, de ofrecer a su prójimo, con su fe, la palabra de aliento y confianza: “Dios te ama”; “Cristo te salva”; “Cristo está vivo” (cf. Christus Vivit , 2019). Mons. Bruno Marie Duffé, Secretario.

¿Qué sucede si no hubiese sido posible la resurrección de Cristo?

Si Cristo no hubiera resucitado, parece obvio reconocer que León no tendría la catedral, ni la basílica de San Isidoro, ni el Convento de San Marcos, ni la Virgen del Camino. Astorga no tendría tampoco catedral, ni el palacio de Gaudí. Porque tampoco existiría la religión cristiana, ni obispos, ni curas, ni fieles cristianos.

Jesús hubiera sido uno de tantos crucificados de la época, algunos de los cuales también eran predicadores que tenían un buen número de discípulos; pero tras su muerte todo se acabó. Añadamos a esto la gran represión ejercida sobre los seguidores de Jesús tanto desde las autoridades judías como de las romanas, por lo menos hasta principios del siglo cuarto.

Si Jesucristo no hubiera resucitado, en un día de diario, ese día no se hubiera convertido en un día festivo, llamado domingo o día del Señor. Tampoco tendría sentido celebrar su nacimiento o su muerte y resurrección, o sea que tampoco existiría la Navidad y la Semana Santa.

  1. Podría haber unas vacaciones de invierno y de primavera, pero sería totalmente distinto;
  2. Si Jesucristo no hubiera resucitado y por tanto no hubiera tenido seguidores, el mundo sería de otra manera;
  3. Es verdad que debemos mucho a los romanos y a los griegos, a los primeros el derecho y a los segundos la filosofía, pero unos y otros en cuanto a derechos humanos dejaban bastante que desear;

De hecho mantenían la esclavitud como algo normal. Ciertamente es difícil adivinar qué religión podría inspirar el pensamiento y la moral de Europa y de Occidente, pues el politeísmo griego y romano era pura mitología y superstición. El judaísmo no parece que estuviera muy animado a salir de sus fronteras y el Islam es heredero de los descendientes de Abraham, judíos y cristianos… En todo caso podríamos ser musulmanes.

  • Si Cristo no hubiera resucitado, el arte estaría muy empobrecido, muy especialmente la pintura y la escultura, dada la prohibición de las imágenes en las otras dos religiones monoteístas;
  • Si Cristo no hubiera resucitado, ni la Revolución Francesa en su aspecto más positivo, ni la Declaración de los Derechos Humanos hubieran tenido donde inspirarse… porque, si Cristo no hubiera resucitado, no es fácil que se hubiera puesto tanto interés en la predicación y puesta por escrito de su Buena Noticia;

Suponiendo que muchos niños y jóvenes, y sus padres y otra gente mayor, dejaran de tomar en serio a Jesús resucitado, ¿eso les haría más libres, mejores personas, más felices? Evidentemente no..

¿Cuál es la enseñanza más importante que nos dejó Jesús?

La Luz del mundo – Jesús también enseñó: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas” ( Juan 8:12 ). Además declaró: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida” ( Juan 14:6 ). Él es el camino y Él es la luz porque Sus enseñanzas iluminan nuestro camino en la vida mortal y nos muestran el camino de regreso a nuestro Padre.

¿Cuáles son los frutos de la resurrección?

Para llevarnos bien y convivir como hermanos es necesario que hagamos nuestros los valores de la fe, la reconciliación, la paz y la alegría. Para llevarnos bien y convivir como hermanos es necesario que hagamos nuestros los valores de la fe, la reconciliación, la paz y la alegría.

La fe es la base y la raíz de donde manan todos los demás valores humanos y cristianos y el motor que los dinamiza. Sin fe todo se desmorona en la vida. Sin fe todo se convierte en materialismo, en miedo, inseguridad, en noche oscura, tristeza, opresión (Jn.

20,19). Sin fe todo se reduce a “tocar”, a “palpar”, a lo que entra por los sentidos. Sin fe repetimos las mismas actitudes de Tomás ante la noticia de que Jesús ha resucitado: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creo” (Jn.

20,25). El primer fruto de la resurrección de Jesús es la fe; pero esta fe no es una bella teoría o filosofía. La verdadera fe es aquella que nos lleva a sentir que el resucitado se ha convertido en el centro y eje de nuestra vida (Jn.

19,19. 26), capaz de cambiarnos en hombres nuevos y ser verdaderos misioneros de reconciliación (Jn. 20,22). De ahí las palabras de Jesús: “A quienes les perdonen los pecados, les serán perdonados” (Jn. 20,22-23). Fe que no nos lleva a la reconciliación, es una fe vacía, falsa y sin sentido.

Donde vemos una actitud de perdón, podemos pensar que en ese gesto hay algo de Dios. Cuando la fe termina en reconciliación, surge del corazón mismo el fruto de la paz (Jn. 20,19. 21. 26). Perdonar y ser perdonados es hacer posible la paz, la comunión entre todos los hermanos.

Cuando la fe se hace reconciliación: pasamos de la angustia, el desasosiego y el estrés a vivir y gozar de la paz que surge del corazón; de ahí el saludo constante de Jesús resucitado: “Paz con ustedes” (Jn. 20,19. 21. 26). Pasamos del resentimiento, la violencia, la agresión, de la intransigencia y la conflictividad a vivir brindando la mano a todos y, sobre todo el corazón.

Por eso, decía san Juan Pablo II: “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”. Pasamos del rencor y la desconfianza, del odio y la antipatía a vivir en paz y gozar de la paz que surge de los más profundo del alma.

Y, lógicamente, cuando se hace presente la fe hecha reconciliación, la paz no viene sola, viene de la mano de la alegría, por eso los discípulos, al ver a Jesús resucitado, nos dice el evangelio que “se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn. 20,20). No fue de una alegría cualquiera, fruto de las risas externas, sino de una alegría que surge allí de donde surge la paz: de lo más profundo del alma.

¿Qué valor nos enseña Jesús cuando dio su vida por nosotros?

Imagen Hace poco leí una entrada en un blog donde la autora mencionaba el papel tan importante que el Salvador juega en la vida cotidiana de ella. Me alegré de que estuviese dispuesta a compartir sus sentimientos, pero me entristeció la respuesta de un lector: “Él no tiene ninguna importancia en mi vida; nunca ha sido importante, ni nunca lo será”. Ese lector está muy equivocado; tarde o temprano, todos necesitaremos al Salvador.

Todos cometemos errores que no podemos reparar; sufrimos pérdidas que no podemos recuperar y afrontamos dolor, persecución, tragedias, cargas y desilusiones que no podemos sobrellevar solos. Lo bueno es que no tenemos que sobrellevarlas solos.

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“En un momento de debilidad quizá clamemos: ‘Nadie sabe lo que se siente; nadie entiende’. Pero el Hijo de Dios sabe y entiende perfectamente, ya que Él ha sentido y llevado las cargas de cada uno [de nosotros]”, dijo el élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles; “y gracias a Su infinito y eterno sacrificio (véase Alma 34:14 ), tiene perfecta empatía y nos puede extender Su brazo de misericordia” 1.

¿Qué dice la Biblia acerca de la resurrección?

El que vive en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» (Juan 11:25), implicando así que quienes creen en él son ya partícipes de un nuevo nacimiento, lo cual conlleva a un cambio y esperan la resurrección la vida eterna.

¿Qué significa la resurrección de la carne y la vida eterna?

Así dice el Credo de los cristianos: “creo en la resurrección de la carne”. Y toca a los teólogos y teólogas explicar su significado, seguro que para indicar la esperanza en una vida eterna después de la muerte, de una nueva vida para toda nuestra persona, en todas sus dimensiones.

Pero yo creo también en la resurrección de la carne en el más acá. Lo creo y lo espero. La resurrección cotidiana Cada vez que nos “ponemos en pie”, resucitamos. Cada vez que conseguimos que triunfe la vida y el amor sobre cualquier forma de muerte y de límite humano, apostamos y experimentamos la resurrección.

De hecho,también cuando creemos que un accidente o una enfermedad podría haber tenido consecuencias más graves, nos expresamos así: “ha nacido de nuevo”. Y eso es lo que yo espero,que nazca de nuevo nuestra carne, la carne, la salud en nuestro modo de concebir “la carne”.

Nace de nuevo la carne cuando ha habido una herida y vemos que al curarse, crece. Nace de nuevo la carne cuando un órgano que no funcionaba ha recuperado su funcionalidad. Nace de nuevo la carne cuando una persona recibe un transplante de un órgano y allí donde se preparaba la muerte, se recupera la vida.

Cada día, cuando sale el sol, resucitamos al alba, a la relación, a la carne. Nos ponemos en pie (los que podemos), pero todos simbólicamente, para afrontar las cosas de la vida. El día es nueva vida, es oportunidad para ver y mirar las cosas con mirada renovada, con esperanza comprometida.

También la relación de ayuda produce resurrección: cada vez que una persona empuja a otra para que supere cualquier dificultad, ha sido instrumento de resurrección. Donde había abatimiento, hay postura erguida, donde había soledad, hay comunión.

La resurrección de la carne Pero yo creo también en la resurrección de la carne en otro sentido. Ha sido tanta la connotación negativa dada a la carne, que me parece que bien merece que la resucitemos sanamente en nuestra mente y en nuestro corazón. La carne es débil, sí.

Lo es porque enferma y porque es vulnerable. Lo es la persona entera, en el fondo, y eso es su genuino significado. Pero la carne es buena. Dios mismo la asumió y se encarnó. La carne, nuestra carne, nuestra condición carnal, es nuestra posibilidad de relacionarnos unos con otros.

La carne es puerta de acceso a la experiencia de placer, pero no sólo. La carne es posibilidad de aproximarnos, de vincularnos, de querernos tangiblemente. Es vínculo y vehículo, es expresión. Yo espero en la resurrección de una visión positiva de la carne.

Espero asistir al funeral del elogio de la razón como instancia pura y fuente de bien en contraposición de las bajas pasiones de la carne. Espero en la resurrección de un modo saludable de pensar en nuestros sentimientos, en nuestros deseos, en nuestras pasiones.

Ellos son energía. Pueden ser motor para hacer el bien. Espero en la resurrección de un nuevo modo de mirar, de un nuevo modo de tocar, de un nuevo modo de escuchar, de un nuevo modo de gustar de las cosas y de la vida, de un nuevo modo de oler cuanto nos rodea.

  1. Espero porque deseo la salud en todos los sentidos;
  2. Confío en que cambie la connotación del color negro que Platón pone uno de los caballos del mito del auriga y el carro alado en Fedro;
  3. En él, el auriga representa la parte racional, conduciendo dos caballos, uno blanco y otro negro;

El blanco simboliza el valor, impulso, coraje, la valentía, con connotación siempre positiva; el negro, el deseo y los sentimientos, con connotación siempre negativa. En el fondo, humanizarse no es otra cosa que reconocer nuestra condición carnal, débil, sí, pero blanda y viva.

  1. Mortal, sí, pero capaz de permitirnos hacer experiencia de eternidad en el más acá;
  2. Creo en el más allá No, no es fácil creer en la resurrección;
  3. No lo es cuando la muerte se impone con su ley incontestable, cuando lo hace en situaciones inesperadas, de manera violenta, por accidente, en edad temprana y en tantas y tantas situaciones;

De manera intensa experimentamos confusión, aturdimiento, sinsentido, vacío, soledad, irracionalidad, desgarro. Se nos rompe el corazón y muy difícilmente somos capaces de tender hilos entre la razón y el sentimiento. Sin embargo, si escuchamos allá en el corazón, en alguno de los últimos rincones, no podemos más que reconocer que la muerte no puede tener la última palabra.

La experiencia del amor es más fuerte que la de la muerte. Y esperar en la resurrección no es más que abandonarse al reconocimiento (no a la demostración) de que el amor reclama eternidad y de que de alguna manera no explicable con categorías meramente humanas, nuestra vida, al terminar, será transformada y plenificada.

Pensar la resurrección no puede consistir en lanzar a un futuro un modo de vida como la de ahora, pero en otro lugar. No. Creer en la resurrección es apostar y comprometerse porque la vida y el amor digan siempre una palabra más fuerte que el sufrimiento y la muerte.

Más allá del aquí y ahora de nuestra vida en la tierra, más allá de la muerte, el tiempo y el espacio no existen. Resucitar por tanto, no puede ser ir a otro lugar a vivir felices. Este modo de expresarnos nos ayuda a decir lo que creemos, como otros muchos, como hablar del cielo, el paraíso… Yo creo que resucitar es dejarse levantar por Dios cuando nosotros nos sentimos caídos y abatidos, doloridos y muertos.

Resucitar es dejar que Dios diga y haga y sea en nosotros todo y para siempre. Entender así la resurrección es también un compromiso comunitario de fe, de trabajo por el amor y la justicia, porque Dios y su palabra (Jesús) constituyan buena noticia de amor para toda la humanidad.

  1. Creo en la resurrección de los pueblos Trabajar por el desarrollo y la salud de los países en vías de desarrollo, los más afectados por las epidemias y sus consecuencias, es situarse en el corazón de la fe en la resurrección;

La resurrección deja de ser fundamentalmente un suceso que aconteció en la historia de la salvación para convertirse en una dinámica vital del creyente que implica todas sus relaciones y hace que sean fuente de vida y de verdadera salud global. La fe en la resurrección se convierte así en una estructura permanente en virtud de la cual se cree y se trabaja por una nueva creación aquí y ahora.

  1. Toda intervención que quiera ser realmente pascual debe ser necesariamente liberación de toda forma de muerte, de esclavitud y de dominación, porque la revelación nos presenta a un Dios liberador, siempre al lado de los pobres y de los oprimidos y en contra de los opresores;

Creer en la resurrección significa trabajar para salir del desierto de lo puramente legal y avanzar hacia un espacio común de construcción, en el que se apuesta por la dignidad humana, es decir, un espacio de salud y salvación, que es asimismo de liberación.

Es preciso no solamente ser buenos samaritanos que curan, sino preguntarse proféticamente cómo evitar que haya tantos desventurados en esos países, paralizados por un neocolonialismo económico y cultural.

Por eso, hoy me nace del corazón esta oración: “Danos hoy nuestra dosis de resurrección cotidiana”. VOLVER.