Los Evangelios y Hechos de los Apóstoles [ editar ] – Los cuatro evangelios contienen pasajes en los que se describe a Jesús como el que predice la resurrección venidera, o contienen alusiones que «el que lee, entienda» (p. ej. , Marcos 2:20 , Juan 2:19–22 y otros lugares); y tres clímax con sus apariciones póstumas después de haber sido crucificado (excepto en el final corto original de Marcos ).
El momento de la resurrección en sí no se describe en ninguno de los evangelios. Jesús es descrito como «el primogénito de entre los muertos», prototokos , el primero en resucitar de entre los muertos y, por lo tanto, adquiere el «estatus especial del primogénito como hijo y heredero preeminente».
Su resurrección es también la garantía de que todos los cristianos muertos serán resucitados en la parusía de Cristo. Después de la resurrección, se describe a Jesús proclamando «salvación eterna» a través de los discípulos ( Marcos 16:8 ), y posteriormente llamó a los apóstoles a la Gran Comisión ( Mateo 28:16-20 , Marcos 16:14–18 , Lucas 24:44-49 , Hechos 1:4-8 y Juan 20:19–23 ), en el que los discípulos recibieron el llamado «para que el mundo conozca las buenas nuevas de un Salvador victorioso y la misma presencia de Dios en el mundo por el espíritu».
Según estos textos, Jesús dice a los discípulos que «recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo» ( Hechos 1:8 ), que «se predicase en su nombre (del Mesías) el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» ( Lucas 24:46-47 ) y que «[a] quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos» ( Juan 20:12–23 ).
El Evangelio de Marcos termina con el descubrimiento de la tumba vacía por María Magdalena, Salomé y «María la madre de Jacobo». Un ángel en el sitio de la tumba les anunció que Jesús había resucitado, y les ordenó «decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo» ( Marcos 16:7 ).
- Además, señala que Jesús se apareció primero a María Magdalena, luego a dos seguidores fuera de Jerusalén, y luego a los once apóstoles restantes, comisionándolos a difundir «las buenas nuevas» (evento a menudo referido como la «Gran Comisión»), diciendo: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» ( Marcos 16:16 ) En Mateo, Lucas y Juan, el anuncio de la resurrección es seguido por las apariciones de Jesús primero a María Magdalena y luego a otros seguidores;
Mateo describe una sola aparición en Galilea, Lucas describe varias apariciones en Jerusalén, Juan menciona apariciones tanto en Jerusalén como en Galilea. En algún momento, estas apariciones cesaron en la comunidad cristiana primitiva, como se refleja en las narraciones del Evangelio: Hechos de los Apóstoles señala que Jesús siguió «apareciéndoseles durante cuarenta días» ( Hechos 1:3 ).
- Lucas describe a Jesús ascendiendo al cielo en un lugar cerca de Betania ( Lucas 24:50-51 );
- En el Evangelio de Mateo , un ángel se le apareció a María Magdalena en la tumba vacía, diciéndole que Jesús no está allí porque ha sido resucitado de entre los muertos, e instruyéndola a decirle a los otros seguidores que vayan a Galilea para encontrarse con Jesús;
Jesús se le apareció a María Magdalena y «la otra María» en la tumba; y luego, siguiendo a Marcos 16:7 , Jesús se apareció a todos los discípulos en una montaña en Galilea, donde proclamó que «[t]oda potestad me es dada en el cielo y en la tierra», y comisionó a los discípulos a predicar el evangelio a todo el mundo.
Mateo presenta la segunda aparición de Jesús como una deificación, comisionando a sus seguidores a «haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» ( Mateo 28:16-20 ).
En este mensaje, los tiempos finales se retrasan, «para llevar al mundo al discipulado». En el Evangelio de Lucas , «las mujeres que habían venido con él desde Galilea» ( Lucas 23:55 ) llegaron a su tumba, que encontraron vacía. Dos seres angelicales aparecieron para anunciar que Jesús «[n]o está aquí, sino que ha resucitado» ( Lucas 24:1-5 ).
Jesús se apareció a dos seguidores en su camino hacia Emaús, quienes notifican a los once apóstoles restantes, quienes responden que Jesús se le apareció a Pedro ( Lucas 24:13-35 ). Mientras describían esto, Jesús apareció de nuevo, explicando que él es el Mesías que resucitó de entre los muertos según las Escrituras y que «se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» ( Lucas 24:47 ).
En Lucas-Hechos (dos obras del mismo autor), Jesús luego ascendió al cielo, su hogar legítimo. En el Evangelio de Juan , María Magdalena encontró la tumba vacía e informó a Pedro. Luego vio a dos ángeles, después de lo cual Jesús mismo se le apareció. Por la noche, Jesús se apareció a los otros seguidores, seguido de otra aparición una semana después ( Juan 20:1-29 ).
Contents
- 1 ¿Que ganamos con la resurrección de Jesús?
- 2 ¿Qué dijo Jesús de la resurrección?
- 3 ¿Cómo nos ayudan los frutos de la resurrección en nuestra vida diaria?
- 4 ¿Qué significa la resurrección de Cristo para todos nosotros?
- 5 ¿Qué significa la resurrección de Jesús para nosotros en estos tiempos de pandemia?
¿Que ganamos con la resurrección de Jesús?
Pérdidas y ganancias – Durante su estancia en prisión, el apóstol Pablo reflexionó sobre cómo lo había perdido «todo», incluida su reputación, su poder y su libertad (Filipenses 3:4–8), pero también concluyó que todo lo que había perdido no era nada comparado con lo que había ganado en Cristo.
- En el versículo 10, Pablo dice: «Anhelo conocerlo a él y el poder de su resurrección»;
- Pablo se refiere a conocer a Cristo en el poder de la resurrección o a través de él;
- La resurrección de Jesús no fue como la experiencia de resurrección de Lázaro (Juan 11:43–44);
Lázaro salió del sepulcro, pero, luego, volvió a morir. Jesús se levantó de entre los muertos y volvió a vivir. Su victoria ante la muerte y su cuerpo glorificado nos dan la seguridad de que no solo está con nosotros hoy, sino que un día todas las cosas serán renovadas.
¿Cuál es el significado de la resurrección?
Qué es Resurrección: – La palabra resurrección proviene del latín resurrectio, que quiere decir levantarse de nuevo, resurgir o alzarse una vez más. Con esta palabra se designa a la acción y efecto de resucitar, de volver a la vida derrotando a la muerte.
- La creencia en la resurrección está vinculada a la interpretación antigua del comportamiento solar, que cada día nace y muere, solo para volver a nacer al día siguiente;
- la resurrección es una figura recurrente en la literatura de la antigüedad;
Es atribuida a un misterio de los dioses, solo realizable por ellos. El conocimiento del poder de resucitar está prohibido a los seres humanos. Esta idea es común a diferentes sistemas de pensamiento y fe.
¿Qué dijo Jesús de la resurrección?
Juan 11:25 – Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Jn 11:25).
¿Qué significa la resurrección de Jesús para nosotros en estos tiempos de pandemia?
“Hago nueva todas las cosas” (Ap 21,5) Queridos colegas y amigos, queridos hermanos y hermanas. Estamos viviendo tiempos difíciles. La pandemia de Coronavirus-19 es un tremendo desafío para la Iglesia, para todas las personas del mundo, y para nuestra casa común.
Sin embargo, la crisis es una oportunidad para comenzar de nuevo. Esta es una calamidad urgente y compleja que requiere nuevas soluciones: “vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22), nuevas formas de vida, nuevas formas de trabajar, nuevos modelos de desarrollo.
En Pascua, Cristo resucitado hace “nuevas todas las cosas ” (Ap. 21,5), y nos sostiene en nuestra vulnerabilidad, nos guía a través de la oscuridad y nos reconcilia con la fuente de la Vida. En nombre del Cardenal Peter K. Turkson (Prefecto), Mons. Bruno Marie Duffé (Secretario) ha preparado un mensaje simple y profundo para ayudarnos a abrir nuestros corazones a la Luz y la Vida de Cristo en este tiempo de oscuridad y muerte.
Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes y a sus familias, muy Feliz Pascua. Augusto Zampini, Secretario adjunto *** Mensaje de Pascua en el contexto de la pandemia del Covid-19 1. En la mañana de Pascua, la comunidad cristiana, en la grande y hermosa diversidad de culturas, tradiciones e idiomas, afirma que la Vida es más fuerte que la muerte.
Cristo, que compartió nuestra condición humana, también en la injusticia, en el sufrimiento y en la muerte, es levantado de la muerte por Dios Padre, de quien recibimos la vida, la capacidad de crecer y de ser. Y lo creemos: ¡Cristo está vivo para siempre! Él viene a visitarnos y tiende la mano a nuestra humanidad en este momento de angustia y dolor.
Viene a levantar a los enfermos y a traer nueva vida a los que están en las tinieblas de la soledad, del agotamiento y de la desesperación. La Pascua, el corazón de la fe cristiana en el que celebramos el triunfo de la Vida sobre la muerte, adquiere una actualidad singular en el contexto mundial de la terrible pandemia de Covid-19.
¿Cómo podemos decir que Cristo Jesús ha resucitado y no sentirnos abrumados por el dolor y la aflicción de los que están enfermos, de los que mueren, de los que están de luto, de todos los que cuidan a los demás hasta el límite de sus fuerzas? Es a ellos y a todos aquellos que viven este tiempo de Pascua con preocupación y tristeza que nos atrevemos a anunciar que la Vida será más fuerte que la muerte.
Cristo ha abierto para todos un camino que conduce a la Vida. Este movimiento de la Resurrección lleva consigo a la creación y a todos los seres vivientes, a los que hemos cuidado y amado, a los que murieron solos, abandonados, a los que esperan y luchan, con dignidad y esperanza.
Todos son llamados y son levantados con Cristo, “el Primogénito de entre los muertos”, sobre quien la muerte ya no tiene poder. El mensaje de la Resurrección es un mensaje de confianza para todos los habitantes de nuestro mundo. Porque Dios no abandona a ninguno de aquellos a quienes dio vida.
Cuida de todos ofreciendo un perdón incansable que es realmente un nuevo nacimiento. La “crisis sanitaria y humanitaria de COVID-19” es una gran pregunta para todos. La reflexión sobre los orígenes y las consecuencias de esta pandemia acaba de comenzar.
¿Qué nos ha pasado? ¿Y qué debemos hacer para salir de esta muerte? Estamos empezando a entenderlo un poco: esta enfermedad está vinculada a la enfermedad de todos los organismos vivos con los que estamos llamados a compartir nuestra existencia. La creación que hemos recibido de Dios está enferma y “gime con dolores de parto” (Rm.
8, 22). Nuestra instrumentalización excesiva de los recursos y de los seres vivientes es un camino de muerte. Estamos empezando a comprender que es esencial abrirnos a una nueva vida, respetando el equilibrio entre todos los seres vivos, respetando la Creación, en su rica y hermosa biodiversidad.
Solo una respuesta integral , basada en una conversión a una “ecología integral”, que integre el cuidado del más pequeños de los organismos y de la salud de todos los humanos, nos permitirá enfrentar los desafíos de la vida y del futuro. ¿Queremos vivir la Pascua de la Creación? Se trata de una conversión a la que estamos llamados, para que cada organismo participe en la vida misma de Dios y descubramos que somos complementarios, en la riqueza de nuestros carismas, nuestras funciones, nuestros roles y nuestras experiencias.
La experiencia de nuestra pobreza frente a la enfermedad y la muerte de nuestros amigos, compañeros y seres queridos, nos hace comprender que de ahora en adelante nada será igual. Esta es otra forma de hablar de la transformación radical de Pascua: el pasar del duelo a la esperanza y de la muerte a la vida.
Las lógicas de muerte deben ser abandonadas para que ahora vivamos como hombres y mujeres responsables, humildes y justos. Lo sabemos, al elegir la Vida, también tendremos que elegir un nuevo modelo de desarrollo, protegiendo la naturaleza, la tierra, las fuentes de vida, trabajando juntos, de manera pacífica y solidaria, cuidando a los más frágiles y adoptando una vida pobre, con los pobres.
- Porque somos un todo vulnerable, experimentamos la fragilidad y la solidaridad;
- Todos necesitamos a todos;
- Cuidar la vida es una responsabilidad compartida;
- Al recibir la nueva Vida, fruto de la Pascua, dejando que Cristo resucitado venga a habitar en nosotros y con nosotros, buscamos un nuevo ritmo para nuestra historia común;
Lo creemos: el Cristo Resucitado camina con nosotros. Incluso cuando no lo reconocemos, permanece cerca y “nos abre el significado” de nuestra aventura humana. Nuestros ojos se abren en el Resucitado cuando comparte nuestro pan (cf. Lc 24,13-35). Por lo tanto, cuidar, compartir, alentar y tener esperanza se convierten en los verbos que expresan el llamado a la Vida, para que nosotros también podamos vivir como resucitados, “transeúntes” de la muerte a la vida.
- Cristo, en la mañana de Pascua, se muestra a María Magdalena y a los que tienen el corazón abierto a la vida y al amor;
- Está cerca de los científicos, médicos, cuidadores, quienes toman decisiones y los responsables económicos, financieros y políticos que se preocupan por el bien común y los más pobres;
Arroja luz sobre quienes ejercen, ya desde hoy, la carga del futuro. Lo creemos y lo entendemos: tendremos que compartir nuestras reservas, nuestras capacidades, nuestros talentos y crear nuevas formas de trabajo y nuevos empleos; vivir una solidaridad moral, social y financiera ( Laudato Si’ , 2015: 156, 157), considerando las necesidades fundamentales de nuestra humanidad: salud, educación, derechos humanos y vida espiritual.
Pascua es el comienzo de un tiempo nuevo: el tiempo de la sanación y de la dignidad restaurada para todos, el tiempo del encuentro, de la justicia y del amor. La historia no ha terminado. La historia se reabre : cada uno está llamado a vivir la resurrección con Cristo.
Al igual que Abraham, “esperamos contra toda esperanza” (Rom 4, 18), como los profetas de la Biblia, “denunciamos” lo que es fuente de muerte y “anunciamos” a Cristo, quien es la fuente de la vida (Is. 41 y 42). Inspirados por el Espíritu del Señor, muerto y resucitado, nos atrevemos a anunciar que está vivo y que nos llama a abandonar todo lo que conduce a la muerte para vivir como seres nuevos, resucitados con él (cf.
Hechos 2, 14-36). Al igual que Tomás (cf. Jn 20, 24-29), podemos estar atravesados por la duda y pensar que es necesario ver para creer. El Cristo resucitado viene y se vuelca hacia nosotros. Se deja tocar, a través del testimonio de aquellos que dan su vida, para que nuestra fe crezca, sea fructífera y dé fruto.
Cuando “damos lo que nosotros mismos hemos recibido” (Cf. 1 Co. 11, 23), el signo de nuestro pan compartido es la realización del Cordero Pascual, compartido en memoria de la Pascua liberadora. 10. La “buena noticia” de Pascua, que los primeros cristianos se comunicaron como un aliento mutuo: “Cristo ha resucitado.
- Él ha resucitado verdaderamente” es, para nosotros, que queremos seguir los pasos del Dios vivo, un mensaje de aliento y de consuelo, dirigido a todos los hermanos y hermanas afectados en su cuerpo, en su ser y en sus afectos;
Pero es un compromiso, para cada persona bautizada, de ofrecer a su prójimo, con su fe, la palabra de aliento y confianza: “Dios te ama”; “Cristo te salva”; “Cristo está vivo” (cf. Christus Vivit , 2019). Mons. Bruno Marie Duffé, Secretario.
¿Qué sucede si no hubiese sido posible la resurrección de Cristo?
Si Cristo no hubiera resucitado, parece obvio reconocer que León no tendría la catedral, ni la basílica de San Isidoro, ni el Convento de San Marcos, ni la Virgen del Camino. Astorga no tendría tampoco catedral, ni el palacio de Gaudí. Porque tampoco existiría la religión cristiana, ni obispos, ni curas, ni fieles cristianos.
Jesús hubiera sido uno de tantos crucificados de la época, algunos de los cuales también eran predicadores que tenían un buen número de discípulos; pero tras su muerte todo se acabó. Añadamos a esto la gran represión ejercida sobre los seguidores de Jesús tanto desde las autoridades judías como de las romanas, por lo menos hasta principios del siglo cuarto.
Si Jesucristo no hubiera resucitado, en un día de diario, ese día no se hubiera convertido en un día festivo, llamado domingo o día del Señor. Tampoco tendría sentido celebrar su nacimiento o su muerte y resurrección, o sea que tampoco existiría la Navidad y la Semana Santa.
Podría haber unas vacaciones de invierno y de primavera, pero sería totalmente distinto. Si Jesucristo no hubiera resucitado y por tanto no hubiera tenido seguidores, el mundo sería de otra manera. Es verdad que debemos mucho a los romanos y a los griegos, a los primeros el derecho y a los segundos la filosofía, pero unos y otros en cuanto a derechos humanos dejaban bastante que desear.
De hecho mantenían la esclavitud como algo normal. Ciertamente es difícil adivinar qué religión podría inspirar el pensamiento y la moral de Europa y de Occidente, pues el politeísmo griego y romano era pura mitología y superstición. El judaísmo no parece que estuviera muy animado a salir de sus fronteras y el Islam es heredero de los descendientes de Abraham, judíos y cristianos… En todo caso podríamos ser musulmanes.
- Si Cristo no hubiera resucitado, el arte estaría muy empobrecido, muy especialmente la pintura y la escultura, dada la prohibición de las imágenes en las otras dos religiones monoteístas;
- Si Cristo no hubiera resucitado, ni la Revolución Francesa en su aspecto más positivo, ni la Declaración de los Derechos Humanos hubieran tenido donde inspirarse… porque, si Cristo no hubiera resucitado, no es fácil que se hubiera puesto tanto interés en la predicación y puesta por escrito de su Buena Noticia;
Suponiendo que muchos niños y jóvenes, y sus padres y otra gente mayor, dejaran de tomar en serio a Jesús resucitado, ¿eso les haría más libres, mejores personas, más felices? Evidentemente no..
¿Qué significa la resurrección de la carne y la vida eterna?
Así dice el Credo de los cristianos: “creo en la resurrección de la carne”. Y toca a los teólogos y teólogas explicar su significado, seguro que para indicar la esperanza en una vida eterna después de la muerte, de una nueva vida para toda nuestra persona, en todas sus dimensiones.
Pero yo creo también en la resurrección de la carne en el más acá. Lo creo y lo espero. La resurrección cotidiana Cada vez que nos “ponemos en pie”, resucitamos. Cada vez que conseguimos que triunfe la vida y el amor sobre cualquier forma de muerte y de límite humano, apostamos y experimentamos la resurrección.
De hecho,también cuando creemos que un accidente o una enfermedad podría haber tenido consecuencias más graves, nos expresamos así: “ha nacido de nuevo”. Y eso es lo que yo espero,que nazca de nuevo nuestra carne, la carne, la salud en nuestro modo de concebir “la carne”.
Nace de nuevo la carne cuando ha habido una herida y vemos que al curarse, crece. Nace de nuevo la carne cuando un órgano que no funcionaba ha recuperado su funcionalidad. Nace de nuevo la carne cuando una persona recibe un transplante de un órgano y allí donde se preparaba la muerte, se recupera la vida.
Cada día, cuando sale el sol, resucitamos al alba, a la relación, a la carne. Nos ponemos en pie (los que podemos), pero todos simbólicamente, para afrontar las cosas de la vida. El día es nueva vida, es oportunidad para ver y mirar las cosas con mirada renovada, con esperanza comprometida.
También la relación de ayuda produce resurrección: cada vez que una persona empuja a otra para que supere cualquier dificultad, ha sido instrumento de resurrección. Donde había abatimiento, hay postura erguida, donde había soledad, hay comunión.
La resurrección de la carne Pero yo creo también en la resurrección de la carne en otro sentido. Ha sido tanta la connotación negativa dada a la carne, que me parece que bien merece que la resucitemos sanamente en nuestra mente y en nuestro corazón. La carne es débil, sí.
- Lo es porque enferma y porque es vulnerable;
- Lo es la persona entera, en el fondo, y eso es su genuino significado;
- Pero la carne es buena;
- Dios mismo la asumió y se encarnó;
- La carne, nuestra carne, nuestra condición carnal, es nuestra posibilidad de relacionarnos unos con otros;
La carne es puerta de acceso a la experiencia de placer, pero no sólo. La carne es posibilidad de aproximarnos, de vincularnos, de querernos tangiblemente. Es vínculo y vehículo, es expresión. Yo espero en la resurrección de una visión positiva de la carne.
Espero asistir al funeral del elogio de la razón como instancia pura y fuente de bien en contraposición de las bajas pasiones de la carne. Espero en la resurrección de un modo saludable de pensar en nuestros sentimientos, en nuestros deseos, en nuestras pasiones.
Ellos son energía. Pueden ser motor para hacer el bien. Espero en la resurrección de un nuevo modo de mirar, de un nuevo modo de tocar, de un nuevo modo de escuchar, de un nuevo modo de gustar de las cosas y de la vida, de un nuevo modo de oler cuanto nos rodea.
- Espero porque deseo la salud en todos los sentidos;
- Confío en que cambie la connotación del color negro que Platón pone uno de los caballos del mito del auriga y el carro alado en Fedro;
- En él, el auriga representa la parte racional, conduciendo dos caballos, uno blanco y otro negro;
El blanco simboliza el valor, impulso, coraje, la valentía, con connotación siempre positiva; el negro, el deseo y los sentimientos, con connotación siempre negativa. En el fondo, humanizarse no es otra cosa que reconocer nuestra condición carnal, débil, sí, pero blanda y viva.
Mortal, sí, pero capaz de permitirnos hacer experiencia de eternidad en el más acá. Creo en el más allá No, no es fácil creer en la resurrección. No lo es cuando la muerte se impone con su ley incontestable, cuando lo hace en situaciones inesperadas, de manera violenta, por accidente, en edad temprana y en tantas y tantas situaciones.
De manera intensa experimentamos confusión, aturdimiento, sinsentido, vacío, soledad, irracionalidad, desgarro. Se nos rompe el corazón y muy difícilmente somos capaces de tender hilos entre la razón y el sentimiento. Sin embargo, si escuchamos allá en el corazón, en alguno de los últimos rincones, no podemos más que reconocer que la muerte no puede tener la última palabra.
- La experiencia del amor es más fuerte que la de la muerte;
- Y esperar en la resurrección no es más que abandonarse al reconocimiento (no a la demostración) de que el amor reclama eternidad y de que de alguna manera no explicable con categorías meramente humanas, nuestra vida, al terminar, será transformada y plenificada;
Pensar la resurrección no puede consistir en lanzar a un futuro un modo de vida como la de ahora, pero en otro lugar. No. Creer en la resurrección es apostar y comprometerse porque la vida y el amor digan siempre una palabra más fuerte que el sufrimiento y la muerte.
- Más allá del aquí y ahora de nuestra vida en la tierra, más allá de la muerte, el tiempo y el espacio no existen;
- Resucitar por tanto, no puede ser ir a otro lugar a vivir felices;
- Este modo de expresarnos nos ayuda a decir lo que creemos, como otros muchos, como hablar del cielo, el paraíso… Yo creo que resucitar es dejarse levantar por Dios cuando nosotros nos sentimos caídos y abatidos, doloridos y muertos;
Resucitar es dejar que Dios diga y haga y sea en nosotros todo y para siempre. Entender así la resurrección es también un compromiso comunitario de fe, de trabajo por el amor y la justicia, porque Dios y su palabra (Jesús) constituyan buena noticia de amor para toda la humanidad.
Creo en la resurrección de los pueblos Trabajar por el desarrollo y la salud de los países en vías de desarrollo, los más afectados por las epidemias y sus consecuencias, es situarse en el corazón de la fe en la resurrección.
La resurrección deja de ser fundamentalmente un suceso que aconteció en la historia de la salvación para convertirse en una dinámica vital del creyente que implica todas sus relaciones y hace que sean fuente de vida y de verdadera salud global. La fe en la resurrección se convierte así en una estructura permanente en virtud de la cual se cree y se trabaja por una nueva creación aquí y ahora.
Toda intervención que quiera ser realmente pascual debe ser necesariamente liberación de toda forma de muerte, de esclavitud y de dominación, porque la revelación nos presenta a un Dios liberador, siempre al lado de los pobres y de los oprimidos y en contra de los opresores.
Creer en la resurrección significa trabajar para salir del desierto de lo puramente legal y avanzar hacia un espacio común de construcción, en el que se apuesta por la dignidad humana, es decir, un espacio de salud y salvación, que es asimismo de liberación.
Es preciso no solamente ser buenos samaritanos que curan, sino preguntarse proféticamente cómo evitar que haya tantos desventurados en esos países, paralizados por un neocolonialismo económico y cultural.
Por eso, hoy me nace del corazón esta oración: “Danos hoy nuestra dosis de resurrección cotidiana”. VOLVER.
¿Qué significa la palabra resurrección en la Biblia?
Jesús de Nazaret: «La resurrección y la vida» [ editar ] – En los escritos neotestamentarios, Jesús de Nazaret no es presentado solo como alguien que cree en la resurrección de los justos que tendría lugar al final de los tiempos. En los Evangelios, manifiesta poder sobre la vida, volviendo a la vida a varios muertos por los que acuden a él a suplicarle durante su ministerio:
- La hija de Jairo ( Marcos 5:21-42 ).
- El hijo de la viuda de Naín ( Lucas 7:11-17 ).
- Su amigo Lázaro de Betania , por quien suplican sus hermanas Marta y María ( Juan 11:1-43 ).
En todos estos casos, los cuerpos físicos habrían vuelto a la vida, indistinguibles de su situación antes de la muerte. Estas resurrecciones recuerdan los milagros proféticos del Antiguo Testamento y representan en las Escrituras el anuncio velado de otra resurrección muy diferente: la de Jesús mismo. Más aún:
- Jesús señala en el Evangelio de Juan: «Yo soy la resurrección y la vida. El que vive en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» ( Juan 11:25 ), implicando así que quienes creen en él son ya partícipes de un nuevo nacimiento, lo cual conlleva a un cambio y esperan la resurrección la vida eterna.
- Jesús añade predicciones precisas: repite en varias ocasiones que el Hijo del hombre ha de morir y que resucitará al tercer día ( Marcos 8:31 Marcos 9:31 Marcos 10:33-34 ).
- El Evangelio de Mateo anuncia la muerte de Jesús con un paralelo con el «signo de Jonás»: así como Jonás estuvo en el vientre de la ballena durante tres días, el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra ( Mateo 12:38-40 ).
- El Evangelio de Juan lo reitera con el «signo del Templo»: Jesús, interpelado por los judíos, dice: «Destruid este templo y yo lo reedificaré en tres días. »; ahora bien, «hablaba del templo de su cuerpo» ( Juan 2:18-22 ).
- El anuncio de una «resurrección de los muertos» se hace incomprensible aun al grupo de «los Doce Apóstoles» ( Marcos 9:9-10 ), y con más razón a los enemigos de Jesús, que toman pretexto de él para poner guardias en su sepulcro, después de la muerte de Jesús ( Mateo 27:62-66 ).
En la Biblia el término significa volver a la vida o reanimar como cuerpo físico (creencia ampliamente aceptada entre los israelitas), jamás aparece el concepto de unión cuerpo/alma. Más tarde, se mencionan otros casos de resurrección en el libro de los Hechos de los Apóstoles :
- La resurrección de Dorcas (Tabita) por mediación de Simón Pedro ( Hechos 9:36-42 ).
- La resurrección del joven Eutico por mediación de Pablo de Tarso ( Hechos 20:7-12 ).
¿Cuál es la enseñanza más importante que nos dejó Jesús?
La Luz del mundo – Jesús también enseñó: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas” ( Juan 8:12 ). Además declaró: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida” ( Juan 14:6 ). Él es el camino y Él es la luz porque Sus enseñanzas iluminan nuestro camino en la vida mortal y nos muestran el camino de regreso a nuestro Padre.
¿Cuáles son los frutos de la resurrección?
Para llevarnos bien y convivir como hermanos es necesario que hagamos nuestros los valores de la fe, la reconciliación, la paz y la alegría. Para llevarnos bien y convivir como hermanos es necesario que hagamos nuestros los valores de la fe, la reconciliación, la paz y la alegría.
- La fe es la base y la raíz de donde manan todos los demás valores humanos y cristianos y el motor que los dinamiza;
- Sin fe todo se desmorona en la vida;
- Sin fe todo se convierte en materialismo, en miedo, inseguridad, en noche oscura, tristeza, opresión (Jn;
20,19). Sin fe todo se reduce a “tocar”, a “palpar”, a lo que entra por los sentidos. Sin fe repetimos las mismas actitudes de Tomás ante la noticia de que Jesús ha resucitado: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creo” (Jn.
- 20,25);
- El primer fruto de la resurrección de Jesús es la fe; pero esta fe no es una bella teoría o filosofía;
- La verdadera fe es aquella que nos lleva a sentir que el resucitado se ha convertido en el centro y eje de nuestra vida (Jn;
19,19. 26), capaz de cambiarnos en hombres nuevos y ser verdaderos misioneros de reconciliación (Jn. 20,22). De ahí las palabras de Jesús: “A quienes les perdonen los pecados, les serán perdonados” (Jn. 20,22-23). Fe que no nos lleva a la reconciliación, es una fe vacía, falsa y sin sentido.
- Donde vemos una actitud de perdón, podemos pensar que en ese gesto hay algo de Dios;
- Cuando la fe termina en reconciliación, surge del corazón mismo el fruto de la paz (Jn;
- 20,19;
- 21;
- 26);
- Perdonar y ser perdonados es hacer posible la paz, la comunión entre todos los hermanos;
Cuando la fe se hace reconciliación: pasamos de la angustia, el desasosiego y el estrés a vivir y gozar de la paz que surge del corazón; de ahí el saludo constante de Jesús resucitado: “Paz con ustedes” (Jn. 20,19. 21. 26). Pasamos del resentimiento, la violencia, la agresión, de la intransigencia y la conflictividad a vivir brindando la mano a todos y, sobre todo el corazón.
- Por eso, decía san Juan Pablo II: “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”;
- Pasamos del rencor y la desconfianza, del odio y la antipatía a vivir en paz y gozar de la paz que surge de los más profundo del alma;
Y, lógicamente, cuando se hace presente la fe hecha reconciliación, la paz no viene sola, viene de la mano de la alegría, por eso los discípulos, al ver a Jesús resucitado, nos dice el evangelio que “se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn. 20,20). No fue de una alegría cualquiera, fruto de las risas externas, sino de una alegría que surge allí de donde surge la paz: de lo más profundo del alma.
¿Cómo nos ayudan los frutos de la resurrección en nuestra vida diaria?
La alegría es el principal fruto de la resurrección. La Pascua nos descubre la vida eterna que Dios, por su gran amor, nos regala, y esto nos hace felices. La paz, que nos ayuda a lograr una convivencia pacífica. El amor, que debemos practicar con los demás para entrar en el cielo.
¿Qué significa la resurrección de Cristo para todos nosotros?
Es decir, el perdón, la resurrección de Jesús significa que, por brutal, por criminal, por maldito que sea este mundo, Dios no lo abandona, está reconciliado con él y quiere reconquistarlo como sea.
¿Qué significa la resurrección de Jesús para nosotros en estos tiempos de pandemia?
“Hago nueva todas las cosas” (Ap 21,5) Queridos colegas y amigos, queridos hermanos y hermanas. Estamos viviendo tiempos difíciles. La pandemia de Coronavirus-19 es un tremendo desafío para la Iglesia, para todas las personas del mundo, y para nuestra casa común.
- Sin embargo, la crisis es una oportunidad para comenzar de nuevo;
- Esta es una calamidad urgente y compleja que requiere nuevas soluciones: “vino nuevo, odres nuevos” (Mc 2,22), nuevas formas de vida, nuevas formas de trabajar, nuevos modelos de desarrollo;
En Pascua, Cristo resucitado hace “nuevas todas las cosas ” (Ap. 21,5), y nos sostiene en nuestra vulnerabilidad, nos guía a través de la oscuridad y nos reconcilia con la fuente de la Vida. En nombre del Cardenal Peter K. Turkson (Prefecto), Mons. Bruno Marie Duffé (Secretario) ha preparado un mensaje simple y profundo para ayudarnos a abrir nuestros corazones a la Luz y la Vida de Cristo en este tiempo de oscuridad y muerte.
- Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes y a sus familias, muy Feliz Pascua;
- Augusto Zampini, Secretario adjunto *** Mensaje de Pascua en el contexto de la pandemia del Covid-19 1;
- En la mañana de Pascua, la comunidad cristiana, en la grande y hermosa diversidad de culturas, tradiciones e idiomas, afirma que la Vida es más fuerte que la muerte;
Cristo, que compartió nuestra condición humana, también en la injusticia, en el sufrimiento y en la muerte, es levantado de la muerte por Dios Padre, de quien recibimos la vida, la capacidad de crecer y de ser. Y lo creemos: ¡Cristo está vivo para siempre! Él viene a visitarnos y tiende la mano a nuestra humanidad en este momento de angustia y dolor.
Viene a levantar a los enfermos y a traer nueva vida a los que están en las tinieblas de la soledad, del agotamiento y de la desesperación. La Pascua, el corazón de la fe cristiana en el que celebramos el triunfo de la Vida sobre la muerte, adquiere una actualidad singular en el contexto mundial de la terrible pandemia de Covid-19.
¿Cómo podemos decir que Cristo Jesús ha resucitado y no sentirnos abrumados por el dolor y la aflicción de los que están enfermos, de los que mueren, de los que están de luto, de todos los que cuidan a los demás hasta el límite de sus fuerzas? Es a ellos y a todos aquellos que viven este tiempo de Pascua con preocupación y tristeza que nos atrevemos a anunciar que la Vida será más fuerte que la muerte.
Cristo ha abierto para todos un camino que conduce a la Vida. Este movimiento de la Resurrección lleva consigo a la creación y a todos los seres vivientes, a los que hemos cuidado y amado, a los que murieron solos, abandonados, a los que esperan y luchan, con dignidad y esperanza.
Todos son llamados y son levantados con Cristo, “el Primogénito de entre los muertos”, sobre quien la muerte ya no tiene poder. El mensaje de la Resurrección es un mensaje de confianza para todos los habitantes de nuestro mundo. Porque Dios no abandona a ninguno de aquellos a quienes dio vida.
Cuida de todos ofreciendo un perdón incansable que es realmente un nuevo nacimiento. La “crisis sanitaria y humanitaria de COVID-19” es una gran pregunta para todos. La reflexión sobre los orígenes y las consecuencias de esta pandemia acaba de comenzar.
¿Qué nos ha pasado? ¿Y qué debemos hacer para salir de esta muerte? Estamos empezando a entenderlo un poco: esta enfermedad está vinculada a la enfermedad de todos los organismos vivos con los que estamos llamados a compartir nuestra existencia. La creación que hemos recibido de Dios está enferma y “gime con dolores de parto” (Rm.
8, 22). Nuestra instrumentalización excesiva de los recursos y de los seres vivientes es un camino de muerte. Estamos empezando a comprender que es esencial abrirnos a una nueva vida, respetando el equilibrio entre todos los seres vivos, respetando la Creación, en su rica y hermosa biodiversidad.
Solo una respuesta integral , basada en una conversión a una “ecología integral”, que integre el cuidado del más pequeños de los organismos y de la salud de todos los humanos, nos permitirá enfrentar los desafíos de la vida y del futuro. ¿Queremos vivir la Pascua de la Creación? Se trata de una conversión a la que estamos llamados, para que cada organismo participe en la vida misma de Dios y descubramos que somos complementarios, en la riqueza de nuestros carismas, nuestras funciones, nuestros roles y nuestras experiencias.
- La experiencia de nuestra pobreza frente a la enfermedad y la muerte de nuestros amigos, compañeros y seres queridos, nos hace comprender que de ahora en adelante nada será igual;
- Esta es otra forma de hablar de la transformación radical de Pascua: el pasar del duelo a la esperanza y de la muerte a la vida;
Las lógicas de muerte deben ser abandonadas para que ahora vivamos como hombres y mujeres responsables, humildes y justos. Lo sabemos, al elegir la Vida, también tendremos que elegir un nuevo modelo de desarrollo, protegiendo la naturaleza, la tierra, las fuentes de vida, trabajando juntos, de manera pacífica y solidaria, cuidando a los más frágiles y adoptando una vida pobre, con los pobres.
Porque somos un todo vulnerable, experimentamos la fragilidad y la solidaridad. Todos necesitamos a todos. Cuidar la vida es una responsabilidad compartida. Al recibir la nueva Vida, fruto de la Pascua, dejando que Cristo resucitado venga a habitar en nosotros y con nosotros, buscamos un nuevo ritmo para nuestra historia común.
Lo creemos: el Cristo Resucitado camina con nosotros. Incluso cuando no lo reconocemos, permanece cerca y “nos abre el significado” de nuestra aventura humana. Nuestros ojos se abren en el Resucitado cuando comparte nuestro pan (cf. Lc 24,13-35). Por lo tanto, cuidar, compartir, alentar y tener esperanza se convierten en los verbos que expresan el llamado a la Vida, para que nosotros también podamos vivir como resucitados, “transeúntes” de la muerte a la vida.
Cristo, en la mañana de Pascua, se muestra a María Magdalena y a los que tienen el corazón abierto a la vida y al amor. Está cerca de los científicos, médicos, cuidadores, quienes toman decisiones y los responsables económicos, financieros y políticos que se preocupan por el bien común y los más pobres.
Arroja luz sobre quienes ejercen, ya desde hoy, la carga del futuro. Lo creemos y lo entendemos: tendremos que compartir nuestras reservas, nuestras capacidades, nuestros talentos y crear nuevas formas de trabajo y nuevos empleos; vivir una solidaridad moral, social y financiera ( Laudato Si’ , 2015: 156, 157), considerando las necesidades fundamentales de nuestra humanidad: salud, educación, derechos humanos y vida espiritual.
Pascua es el comienzo de un tiempo nuevo: el tiempo de la sanación y de la dignidad restaurada para todos, el tiempo del encuentro, de la justicia y del amor. La historia no ha terminado. La historia se reabre : cada uno está llamado a vivir la resurrección con Cristo.
Al igual que Abraham, “esperamos contra toda esperanza” (Rom 4, 18), como los profetas de la Biblia, “denunciamos” lo que es fuente de muerte y “anunciamos” a Cristo, quien es la fuente de la vida (Is. 41 y 42). Inspirados por el Espíritu del Señor, muerto y resucitado, nos atrevemos a anunciar que está vivo y que nos llama a abandonar todo lo que conduce a la muerte para vivir como seres nuevos, resucitados con él (cf.
Hechos 2, 14-36). Al igual que Tomás (cf. Jn 20, 24-29), podemos estar atravesados por la duda y pensar que es necesario ver para creer. El Cristo resucitado viene y se vuelca hacia nosotros. Se deja tocar, a través del testimonio de aquellos que dan su vida, para que nuestra fe crezca, sea fructífera y dé fruto.
Cuando “damos lo que nosotros mismos hemos recibido” (Cf. 1 Co. 11, 23), el signo de nuestro pan compartido es la realización del Cordero Pascual, compartido en memoria de la Pascua liberadora. 10. La “buena noticia” de Pascua, que los primeros cristianos se comunicaron como un aliento mutuo: “Cristo ha resucitado.
Él ha resucitado verdaderamente” es, para nosotros, que queremos seguir los pasos del Dios vivo, un mensaje de aliento y de consuelo, dirigido a todos los hermanos y hermanas afectados en su cuerpo, en su ser y en sus afectos.
Pero es un compromiso, para cada persona bautizada, de ofrecer a su prójimo, con su fe, la palabra de aliento y confianza: “Dios te ama”; “Cristo te salva”; “Cristo está vivo” (cf. Christus Vivit , 2019). Mons. Bruno Marie Duffé, Secretario.
¿Qué es vivir una vida resucitada?
Temor o resurrección – Cuando los apóstoles escucharon decir a Jesús que era necesario que padeciera mucho y fuera entregado a la muerte y que luego resucitaría al tercer día, sus respuestas fueron siempre desubicadas. Probablemente al atisbar la dificultad del camino, su corazón se cerró a toda promesa sobre el final.
Sus reacciones fueron de huída y rechazo. Y la respuesta más concreta a la invitación del Señor a que cada uno cargara su propia cruz y lo siguiera, quedó puesta de manifiesto en la soledad y el abandono en los que dejaron a Cristo en el monte Calvario.
Aún cuando nosotros reconocemos la necesidad de plantearnos la cuestión de la vida después de la muerte, muchas veces nos encontramos con otro obstáculo: evitamos pensar en esperar la resurrección cuando esto solo es posible después de asumir que la pasión y la muerte son ineludibles.
- Hay en nosotros un profundo rechazo al sufrimiento;
- Y si bien esto es natural ya que fuimos hechos para ser felices, la búsqueda incondicional del placer y el éxito, tan propios de nuestro tiempo, nos lleva a veces a un rechazo y negación de nuestra presente condición débil y mortal;
Esto nos genera una cierta incapacidad para valorar el esfuerzo arduo y asumir la dificultad como camino hacia algo mejor. Y aún peor, nos hace débiles cuando aparecen complicaciones y nos cuesta sostener nuestras elecciones. Esperar resucitar implica esperar morir.
- No como algo definitivo, sino como un paso;
- Nuestra vida cae en un cierto idealismo que pronto se transforma en frustración cuando pretendemos lograr lo pleno y definitivo sin estar dispuestos a que muera lo pasajero;
Vivir en la obediencia al Padre nuestras muertes, es la condición de posibilidad para recuperar la vida entregada. Es Dios el que puede resucitar y es el hombre, como hijo fiel a Dios, quien puede ser resucitado. Asumir el esfuerzo, el costo, de vivir todo lo que decidimos, no como un gasto desperdiciado sino como una inversión superior a todas las demás, puede hacernos cambiar nuestras opciones.