Que Es La Envidia Según La Biblia?

Que Es La Envidia Según La Biblia
Que Es La Envidia Según La Biblia? –

  • 15. 08. 2022
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Definición. El significado bíblico de envidia se refiere a los celos que se llegan a sentir por el éxito de alguien, o la adquisición material de otra persona. La biblia muestra muchos ejemplos de envidia y de cómo a Dios no le agrada esa actitud. La envidia es el sentimiento de pesar ante el bien que posee otra persona, es decir, el desagrado o molestia producidos en alguien ante el bien ajeno.

¿Qué significa la envidia bíblicamente?

Qué es Envidia: – La envidia es el sentimiento de pesar ante el bien que posee otra persona, es decir, el desagrado o molestia producidos en alguien ante el bien ajeno. Procede del latín invidĭa , que deriva de invidere ( in- , ‘hacia dentro ‘ y videre , ‘ver’).

Así, se asocia a ‘mal de ojo’ y ‘mirar mal’. Cuando la envidia se generaliza como un rasgo de personalidad, la persona que la siente es llamada envidiosa. La envidia es considerada uno de los siete pecados capitales.

Esto se debe a que la sola idea de que el otro tenga algo bueno, genera sentimientos de aprehensión en el envidioso. El envidioso sabe que no le corresponde tener aquello o, en realidad, no le interesa tenerlo. Un ejemplo típico es cuando un niño rechaza o descarta un juguete, pero en lo su hermanito lo toma y se divierte, intenta arrebatárselo.

  1. En el lenguaje coloquial, la palabra pelusa puede utilizarse como sinónimo de envidia;
  2. Por ejemplo: ‘Felipe tiene pelusa de su hermana pequeña’;
  3. Otros términos relacionados , sin ser sinónimos, son: celos, rivalidad, resquemor, resentimiento, codicia, etc;

Algunos términos opuestos a la envidia podrían ser conformidad o indiferencia. En inglés, envidia se dice envy. Vea también Pecados capitales.

¿Cuál es el espíritu de la envidia?

​ En la Edad Media el famoso cazador de brujas, el cardenal Peter Binsfeld le atribuyó a la envidia el demonio llamado Leviatán, un demonio marino y que era solo controlado por Dios.

¿Cuál es la raíz de la envidia?

“The roots of envy: The anaesthetic expeience of the tantalized/dispossesed self” fue originariamente publicado en Psychoanalytic Dialogues , 19 : 267-293, 2009. Traducción: Marta González Baz Revisión: Mª Dolores J. Díaz-Benjumea En este artículo sugiero que independientemente de lo omnipotentes, destructivos o perversos que sean el odio y el sentirse con derecho a algo, de los que la envidia se rodea, a menudo ésta sirve como un encubrimiento para el deseo: una figuración psíquica de deseo rechazado.

Esta afirmación nos invita a considerar las vicisitudes de la subjetividad materna para comprender la envidia inconsciente del paciente. Mientras que Klein se centró en el deseo de estropear el objeto bueno o quitarle algo, mi énfasis está en el self y el deseo/necesidad arcaicos de ser uno con/ser el mismo que el objeto que, cuando no se percibe como tal, puede transformarse en envidia destructiva.

Este artículo intenta desarrollar las siguientes tres afirmaciones: a) la idea de carencia, abyección y/o humillación como precondición narcisista para la envidia inconsciente; b) la envidia como un medio fantaseado, preventivo, de identificarse con el objeto una vez que los procesos identificativos normales han salido mal (Benjamin, J.

, 1988, 1995); y c) el papel de la subjetividad del analista y la comunicación inconsciente en provocar o mitigar la envidia inconsciente del paciente (Spillius, 1993), concretamente, la identificación contratransferencial inconsciente del analista.

Si alguna vez accedemos a la iluminación Pensó, es en un momento compasivo Cuando lo que los separaba de mi desaparece Y de un ramo de lilas cae una lluvia de gotas Que resbala por mi cara y las suyas al mismo tiempo               C. Milosz, “Ciudad de mi juventud” Introducción: la envidia inconsciente como un deseo oculto Este artículo surge de un conjunto de cuestiones clínicas y teóricas que sirven de referente en mi trabajo con pacientes y que giran en torno al campo de la envidia inconsciente.

Permítaseme sugerir que independientemente de lo omnipotentes, destructivos o perversos que sean el odio y el sentirse con derecho a algo, de los que la envidia se rodea, a menudo ésta sirve como un encubrimiento para el deseo : una figuración psíquica de deseo rechazado.

Esta afirmación nos invita a considerar, a su vez, ciertas vicisitudes de la subjetividad materna o el mundo “interior” de la madre con quien el infante está exquisitamente sintonizado (Meltzer, 1988; Mitrani, 1997; Stern, 2004; Tustin, 1972; Winnicott, 1945, por nombrar unos pocos).

Si es deseo del objeto o de lo que el objeto tiene no es el tema en este momento: en cambio, la envidia gira en torno a un conjunto de deseos y fantasías primitivos de que desaparezca aquello que nos hace diferentes del objeto materno.

“¡Somos uno!” “¡Somos el mismo!”, alega el niño a la bella, ideal –en último caso idealizada- madre. Como tal, una emergente fantasía redentora de crear/reinstaurar una experiencia arcaica, organizada narcisísticamente, de identificaciones inconscientes recíprocas anheladas y necesitadas entre el self y el objeto es inherente a la envidia inconsciente.

  • En realidad, con el tiempo, las fantasías de envidia sirven como un depósito de: a) el deseo de ser el mismo que el objeto ideal (Benjamin, 1995); b) el anhelo transitorio de ser parte de él, incluso estar fusionado con él; así como c) ser parte de una estructura narcisistamente organizada dentro del self para el odio tormentoso , vengativo , de la diferencia;

Concretamente, al trabajar con pacientes con envidia transitoria o caracterológica, una vez que comenzaba a decrecer la organización de pensamiento inherente a una puesta en acto maligna transferencial-contratransferencial, yo empezaba a sentir otra línea de fondo: mis pacientes querían algo de mí cuyas corrientes libidinales no eran captadas por el deseo de estropear o de morder la mano que les daba de comer.

Mientras que una corriente de deseo, un apego libidinal o un anhelo psíquico de unidad puede ser un hilo de oro de cualquier forma de relacionalidad, minimizar este deseo o el inconsciente materno rechazante o el sentimiento consiguiente de ser abyecto/defectuoso como secundario a un “ataque envidioso” es separar las fantasías envidiosas de una red no pensada de afectos interrelacionados y significados incipientes.

Dicha escisión puede repetir el aborto anterior de una necesidad original y provocar una forma primitiva de abyección insufrible. Insufrible porque no está contenida por el otro y, como tal, no es reconocida ni simbolizada por el self. Sugiero que este estado insufrible, abyecto – o por jugar con la metáfora de Meltzer (1988) la experiencia no estética o herida narcisista del self no querido/desposeído- sirve como una precondición narcisista para la envidia inconsciente.

Dicho en términos más generales: la envidia surge como consecuencia de esfuerzos emocionales fallidos por contactar con/impactar en el objeto y en último lugar deriva de una base de fracaso materno en reconocer la necesidad del niño de sentirse parte de/ser el mismo que el objeto al cual el niño responde con un deseo que se ha vuelto abyecto, desesperante y resentido.

El propio Freud (1914) planteó un vínculo entre el narcisismo y la envidia al teorizar que la observación por parte de la niña de su “falta” de pene es tomada como   un golpe narcisista desalentador que, inevitablemente, da lugar a la envidia al pene.

¿Por qué debe ser fálica esta carencia y el vínculo entre el narcisismo y la envidia estar ligado al género? Mi planteamiento principal es, por tanto, doble: a) se pierde demasiado si la envidia se reduce a una fuerza instintiva en lugar de ser considerada como una respuesta compleja a una experiencia emocional vivida pero escindida (también Benjamin, 1988; Lansky, 1997; Mitrani, 1993); y b) parte del “O” (Bion, 1970/1977a) o el nacer de la envidia implica volverse abyecto por la exclusión narcisista (Faimberg, comunicación personal, 2006) [1] del mundo interno de la madre que se percibe (Meltzer, 1988; Stern, 2004) y no sólo una exclusión edípica en relación con el padre.

Y a un nivel metapsicológico, el uso de un lenguaje teórico que desvincula la envidia del deseo al tiempo que lo alinea con estados mentales inconscientes que sostienen la cara más oscura, destructiva y endemoniada de la vida psíquica –el instinto de muerte, la reacción terapéutica negativa, los ataques a la bondad- si bien es crucial para captar la resaca insidiosamente hostil y destructiva de la envidia y su impacto en el proceso analítico, presenta sólo la mitad del cuadro.

Y una imagen que puede haber dado lugar a la “cualidad olvidadiza del Ser” (Heidegger, 1927/1962) de la envidia y la naturaleza de la revuelta contra la abyección-carencia-diferencia que supone. También debería apuntarse que una investigación sobre la envidia conlleva muchas dificultades puesto que el significante lleva una carga de juicio moral como si el self envidioso albergase un defecto repelente que situara al que lo porta fuera del orden social [2].

Esto puede atribuirse, en parte, al hecho de que bíblicamente la envidia estaba vinculada al odio, la venganza y las intrigas del demonio y estaba en la lista negra de la Iglesia como uno de los Siete Pecados Capitales. En realidad, según Klein (1957/1975) y mucho antes Chaucer (1958/1993), la envidia es el peor pecado puesto que los otros “son contra una virtud concreta… pero la Envidia va contra toda virtud y toda bondad” (p.

  1. 561);
  2. O, como afirma Barrows (2002), los otros pecados capitales están impulsados por el deseo mientras que la envidia no tiene un objetivo libidinal –su intención inconsciente es ser destructiva y “disfrutar de la desgracia del otro”;

Aunque no estoy de acuerdo con el dualismo planteado entre la envidia y el deseo y considero la envidia como una perversión del deseo –el deseo por el objeto y el deseo de ser uno con o ser el mismo que el objeto como ilusión primaria y sostenedora de vida, pero que cuando se reconoce se vuelve odio y se transforma en envidia- la cuestión es que las garras de la envidia inconsciente dañan pervirtiendo el self, desatando lazos y “atacando vínculos” (Bion, 1959).

O teorizado intersubjetivamente por Benjamin (1988), “cuando el deseo de identificarse no obtiene respuesta, la envidia ocupa su lugar” (p. 111). Este artículo apoya el insight de Benjamin en tanto sugiere que la envidia sea considerada como secundaria a la desestabilización psíquica, la desesperación sin remedio y el resentimiento masoquista que surgen ante el deseo rechazado de ser uno con el otro ideal o ser como él.

El acto de interpretar la envidia también es problemático cuando lo que el analista escucha como envidia es una queja legítima desde el vértice del paciente (Mitrani, 1993; Spillius, 1993), o cuando nombrar la envidia es sentido como un pensamiento o acusación insoportable que da lugar a terribles fantasías de carencia, exposición, vergüenza, fragmentación, resentimiento y más envidia.

Interpretar la envidia también puede sugerir que la envidia es primaria o unitaria en lugar de un resultado complejo de la proyección de necesidades/ansiedades primitivas que no han conseguido encontrar una contención adecuada.

Como resultado, las interpretaciones de la envidia, sean explícitas o implícitas (por ejemplo el tormento del paciente frente a la generosidad del analista o el sentimiento de ser diferente de éste) pueden imponer un sentimiento prematuro de cierre de una experiencia sin atención suficiente a la afrenta o desesperación narcisista subyacente.

  • Si añadimos la posible envidia escindida del analista (Mitrani, 1993) y la inevitable contratransferencia con las necesidades insaciables, los ataques o envidia proyectada, ¡no es de extrañar la tentación de deshacernos de la envidia como un hecho demasiado saturado, preseleccionado, de los kleinianos! Sin embargo, marginar los insights de Klein a la centralidad de la envidia cuyo objetivo es el objeto bueno y cuya presencia en el proceso analítico es inevitable en cierto modo, es abandonar a nuestros pacientes a una resaca destructiva que puede sabotear ese proceso (Abraham, 1921/1927; Horney, 1936; Klein, 1957/1975; Riviere, 1936 sobre la envidia y la reacción terapéutica negativa);

Según Etchegoyen, Lopez & Rabih (1987, p. 5), el intento de interpretar la envidia es que “el analizando se haga cargo de los impulsos hostiles que no dependen de la frustración   sino de la incapacidad de tolerar el tomar algo bueno que el otro tiene y que está dispuesto a dar”.

  • Aunque no considero la envidia independiente de la “frustración” ni considero el problema de la envidia como la incapacidad de tomar “algo bueno” del analista, el planteamiento de una fuerza destructiva de la que el paciente debe “hacerse cargo” es central en cualquier análisis de la envidia;

Las diferencias surgen en cuanto a la medida en la que los terrores infantiles del paciente, su sensación de carencia, daños narcisistas y/o la subjetividad del analista están implicados en la envidia del paciente. ¿Vemos las quejas del paciente, su devaluación, su necesidad de poseer o controlar omnipotentemente la fuente de bondad o negar la dependencia tras un buen trabajo analítico como envidia per se? [3] O necesitamos entender primero el modo narcisista de funcionamiento que está implicado: tengo en mente la identificación narcisista con el analista que de repente se ve amenazada por algo que el analista ha dicho o hecho como precipitante de la envidia.

Tal vez también necesitamos registrar la desesperación del paciente cuando siente la diferencia con el analista o cuando siente una vitalidad a la que no tiene acceso. Tal vez necesitemos contener primero las fantasías del paciente de ser defectuoso (Lansky, 1997), su convicción de ser impotente, estar abandonado, privado por el destino (Mitrani, 1993) o descuidado por una madre narcisista tras un acoplamiento tentador como preludios a la interpretación del acting out del paciente basado en intentos de “recuperar su equilibrio” (Spillius, 1993) minimizando las diferencias entre ambos.

Tal vez también necesitemos reconocer la sensación del paciente – incluso su percepción (Aron, 1996; Hoffman, 1983; Mitrani, 1997)- de las dudas del analista, de su retirada emocional o su enfado frente a las demandas del paciente, las puestas en acto por el paciente de su dependencia o necesidad de ser uno con el analista, incluso de ser reasegurado por él, como factor que incita su envidia.

Así, mi intento aquí no es negar la necesidad de reconocer e, incluso, en ocasiones, interpretar la envidia: lo que el paciente hace por negar la diferencia para hacer que paciente y analista sean el mismo, o la devaluación que el paciente hace del analista proyectando su sentimiento de carencia, o su sutil –o no sutil- ataque al proceso analítico.

Más bien, mi intento es ampliar nuestra visión de lo que necesita ser contenido, descrito y/o interpretado basándonos en una teoría más inclusiva de la envidia. Y luego otra que interprete, ¿cómo reunir las trazas de significados no mentalizados que unidas forman la significativa “amalgama” (Williams, 2004) de la envidia inconsciente? Frente a las afirmaciones actuales acerca del papel de la mentalización en el funcionamiento psíquico, mantener la envidia inconsciente como un estado mental primario, unitario, no simbolizado es alinearse con la crítica del superyó del paciente que caracteriza a la envidia como algo inconcebible: un pensamiento que no puede nacer sin mortificar al self y situar al que lo porta fuera del orden social (Kristeva, 1982; Lansky, 1997).

De modo que, ¿cómo es el encuentro con la envidia? Escuchemos primero la voz de un poeta. Buscando alivio de los peligros de su vida cotidiana, el poeta David Budbill se alejó de la multitud que lo enloquecía y se convirtió en un ermitaño.

Está bien: nada que alegar. Pero una vez que crea el mito de haber superado sus luchas personales y haber hallado la paz interna, su artimaña requiere confesión. De su poema “Otra mentira” (Budbill, 1975): Este silencio, este vacío, esta libertad para escuchar y soñar son todo lo que siempre quise.

Y si fueran ciertos, mi ambición, mi amargura y mi envidia me hubieran abandonado hace años ya. En otras palabras: una mirada al espejo psíquico de su poesía confronta a Budbill con los fantasmas de la ambición, la amargura y la envidia –estados mentales   atormentantes que no aflojan su presión por el hecho de retirarse y reescribirse a sí mismo de nuevo.

Luego están nuestros pacientes para quienes la envidia permanece huérfana: un self secuestrado, envidiosamente anudado presionando hacia fuera como un conocido no pensado en los ciclos de queja-retirada puestos en acto en el análisis. ¿O qué hay de los eufemismos en la lengua vernácula? La escasamente velada queja de mi paciente acerca de una mujer que “lo tiene todo” y “la saca de sus casillas” solía legitimar la crítica compulsiva, manteniendo así su “envidia impenitente” (Spillius, 1993) a salvo fuera de la mente.

  1. Si aceptamos la afirmación de Bion de que soportar una experiencia emocional mediante la contención del objeto es un paso evolutivo necesario, ¿cuándo debería el cliché amortiguador de la mente de esta paciente de “me saca de mis casillas” transformarse en símbolos individualmente significativos para ayudarla a comenzar a registrar su envidia en lugar de renegar de ella? O, en último lugar, una paciente psíquicamente muerta que vino a análisis con un diagnóstico de infertilidad sueña que me ve con mi bebé en un partido de beisbol cuando el bateador golpea una bola que mata al bebé;

Luego como para dejarme tan estupefacta como estaba ella por la destructividad de su envidia –y no sólo rivalidad/celos- sus imágenes se transforman en una narrativa triunfante en la que yo aparezco alardeando tras el asiento de bebé de mi coche y restregándole su carencia en comparación conmigo, mientras que la veo como una “figura sin importancia” en mi vida.

Estas eran explicaciones psíquicas frecuentes que la electrificaban desde dentro y la incitaban a atacar nuestro vínculo. El complejo de envidia Me gustaría sugerir, por tanto, que la envidia puede considerarse uno de los componentes de un ” complejo envidia-abyección-sensación de defecto “: es decir, el tormento abyecto de sentirse rechazado, pequeño, poco querido, privado de un estado de unidad fantaseado con un objeto ideal, y resentido –a menudo manifiesto como una queja o un sentimiento de injusticia por la distribución de bienes- que necesita depender y recibir del objeto que proyectivamente lo tiene todo y no depende de uno.

En tanto el atormentante sentimiento de pérdida de mi paciente (por la infertilidad) no había sido aún metabolizado, lo traslada a mí de modo que matando a mi hijo o a su self bebé mediante la identificación proyectiva, yo también me sentiría estéril, avergonzada por el estigma de la desviación y envidiosa.

En realidad, la proyección que mi paciente hizo en mí de su esterilidad psíquica servía no sólo como defensa, sino que también se usaba comunicativamente como un intento inconsciente de crear/restaurar una identificación narcisista bidireccional con la yo-madre , cuya ruptura prematura la había arrojado a una caída libre silenciosa de miedo-separación-diferencia-desintegración-resentimiento y envidia.

Desde un punto de vista técnico, cada una de nosotras teníamos que ceder juntas a este destino herido y abyecto antes de poder empezar a recoger, sentir, sufrir, hacer pensables y, en último lugar, interpretables las raíces de la envidia. En las notas de Bion (1970/1977a) sobre   O, advierte “puede ser “vivido”, pero no puede ser ‘sabido’; el analista “debe serlo” (p.

  • 26);
  • Y con el debido respeto a la afirmación de Bion (1970/1977a, p;
  • 54) de que aunque “todos deberían estar preparados para admitir la existencia [de la envidia]… ésta no huele; es invisible, inaudible, intangible;

No tiene forma”, consideremos los personajes deformes, arquetípicos   que se arrastran a través de nuestro escenario cultural proyectivo: Rigoletto o Ricardo III. Tanto sus formas deformes como sus gestos acusadores adornan figurativamente lo que no puede ser dicho: Aquí yace el destino de las proyecciones no correspondidas contaminadas por el rechazo del inconsciente materno que se ha vuelto tóxico en su inversión de modo que el self no-unidad introyecta el rechazo, se identifica con él y el cuerpo comienza a guardar rencor.

El inconsciente materno rechazante inundado de la bilis del sedimento del superyó primitivo del niño como una especie de amalgama intrapsíquica, un complejo no mentalizado de abyección-vergüenza-miedo-resentimiento y envidia.

“¡Es injusto!” “¡He sido engañado!” “¡Mi odio caerá sobre ti!”, claman tanto Rigoletto como Ricardo III cuando sus desdichadas lamentaciones dan paso a explosiones de amarga envidia. En la idea de envidia maligna [4] es central no la separación per se, sino el afilado borde de la diferencia vivido como carencia cuando se inscribe inconscientemente como un encuentro entre un Tengo y un No-Tengo: un otro ideal visto como más aventajado que uno mismo [5] vivido como rechazando una necesidad o un intento de vínculo narcisista con ese objeto, cuya ausencia da lugar a fantasías de ser defectuoso o a aquellas otras de identificación, triunfo y venganza omnipotentes.

  1. De ahí que el denominado ataque envidioso pueda considerarse como un modo de sublevación del paciente contra el sentimiento aterrorizante o mortificante de carencia al registrar la diferencia con el analista al tiempo que se sigue sintiendo atormentado por él, más fantasías/actos de venganza contra él (o desplazados a un tercero; Laverde-Rubio, 2004) como responsable;

Las teorías difieren en términos de si el énfasis está en el self y el deseo/necesidad arcaico de sentirse uno-con/el mismo que el objeto –lo cual enfatizo yo aquí (también Benjamin, 1988, 1995; Mitrani, 1993, 1997)- o en los límites que uno percibe en comparación con el objeto, o en el temor propio o proyectado a la envidia al objeto (Barrows, 2002; Harris, 1998, 2002), o en el deseo de estropear o destruir al objeto o de quitarle algo, lo   que enfatiza Klein (también Abraham, 1921/1927; Spillius, 1993) pero aquí se considera derivativo [6].

También debería mencionarse que el sentimiento de diferencia del objeto tiene lugar en diferentes niveles psíquicos [7]. Es interesante aquí un sentimiento primitivo de diferencia que requiere una mínima diferenciación self/no self y se confunde por tanto con la separación: esto es el shock de la experiencia inesperada vivida como parte de la ruptura en una fusión fantaseada [8] (Mitrani, 1997, Ogden, 2005; Tustin, 1972; Winnicott, 1954) o en una identificación narcisista, creada omnipotentemente, con un objeto ideal a quien repentinamente se siente soltándose de uno al no ser receptivo.

En realidad, una razón por la que el final de la sesión puede ser tan desorientador es que la parte regresada del paciente puede tejer una red de unión con el analista que parece que durará para siempre. Los finales se sienten, por tanto, no sólo como una aterrorizante amputación del cuerpo materno (Tustin, 1972), sino como el shock de la diferencia: “¿Quieres decir que no somos uno? ¿Somos diferentes?” La diferencia, entonces se registra como ser abandonado o aniquilado por el terapeuta, lo que da lugar a estados de disolución, abyección, impotencia, temor y culpa.

El “pánico no integrado que es estimulado por el vacío” en esos estados (Alhanati, 2002), si no es contenido, puede transformarse psíquicamente en fantasías de carencia y tomar forma dentro del registro esquizo-paranoide de sentirse abandonado o humillado por el objeto.

Seguido de fantasías de ser defectuoso que entonces llevan al resentimiento y la envidia vengativa. La teoría de Klein sobre la envidia y la crítica a Klein En contraste con lo dicho, Klein (1957/1975, p. 181) se centró en la distinción entre la envidia y los celos teorizando que la respuesta a la diferencia basada en la emoción tripersonal de celos –el temor de que a uno le retiren el amor y se lo entreguen a un rival- no es la misma que la fuerza bipersonal de la envidia destructiva: “el sentimiento enojado de que otra persona posee y disfruta algo deseable, siendo el impulso envidioso quitarle ese algo o estropeárselo”.

  • O, en términos postkleinianos, los celos son un estado mental basado en el amor amenazado y son elaborados como parte de la posición depresiva con las renuncias implicadas en el complejo de Edipo (Britton, 1989), mientras que la envidia es un estado mental basado en el odio hacia lo que es valioso en el objeto y debe ser templada, en último lugar, por la gratitud mediante el proceso de reparación (Young, 2000);

En realidad, fue Melanie Klein quien puso la envidia inconsciente en el mapa psicoanalítico como el huésped no invitado pero inevitable en el encuentro analítico: para Freud, la sexualidad transgresora, para Klein, la agresión destructiva y la envidia, las cuales amenazan ambas el proceso analítico pervirtiendo sus objetivos.

La teorización esencialista que Klein hace de la envidia como una fuerza destructiva que emerge de dentro del individuo, distinta de la agresión en tanto tiende a estar dirigida a objetos buenos o al buen trabajo analítico y no sólo a lo que ha sido frustrante, es una visión perturbadora –si bien es uno de sus más importantes legados- y ha dado lugar a otros profundos insights: a) la envidia como motivo para estropear o devaluar al objeto; b) la envidia como motivo para negar la dependencia del analista que en último lugar obstruye la internalización del analista como objeto bueno dando lugar al impasse conocido como reacción terapéutica negativa; y c) el planteamiento de una relación inversa entre la envidia y la gratitud como inherente a las dinámicas de funcionamiento de la posición paranoide-esquizoide versus la depresiva, respectivamente.

Asimismo, la descripción que Klein hace de las fantasías defensivas que consuelan frente a la ventaja del objeto envidiado: negación, devaluación, identificación proyectiva, idealización excesiva y distanciamiento (también Joseph, 1989; Spillius, 1993).

Bion (1962/1977b) amplió luego las ideas de Klein vinculando la envidia a estados de “-K”: al desnudamiento de significado y pensamiento de la psique en lugar de a estados de “K” como una evolución de “O”: significados generados entre paciente y analista a partir de la experiencia.

Así, el aspecto más problemático del trabajo de Klein, creo yo, no es su afirmación de que la envidia es primaria y deriva del instinto de muerte que puede volver a teorizarse mediante el modelo de contención de Bion à la Ogden, Grotstein, Britton, o Steiner, o mediante el modelo de reconocimiento mutuo de Benjamin.

  1. Más bien, los problemas surgen de lo que ha seguido a estas afirmaciones y del uso de un lenguaje que deriva la envidia del instinto;
  2. En este punto, me gustaría enumerar cinco tendencias que me parecen problemáticas en el modelo kleiniano que considera esencial la envidia   y, como tal, no capta verdaderamente la complejidad de la trayectoria psíquica inconsciente que da lugar a los ataques envidiosos: 1 ) La envidia tiende a considerarse un fenómeno unitario independiente de un complejo más abarcador basado en la fantasía (p;

ej. el “complejo abyección-sentimiento de ser defectuoso-envidia); concretamente, basar la envidia en sentimientos de enfado como respuesta que estropea la bondad, sin dar estatus teórico al temor de escisión-abyección-humillación que precede a ese enfado no hace justicia a la complejidad interna de la envidia (también Ellman, 2000; Feldman & de Paola, 1994; Joffe, 1969; Lansky, 1997) [ ; 2 ) no se consideran las raíces libidinales de la envidia además del papel positivo de la envidia en sostener las corrientes de deseo del objeto y la identificación con él, así como en dar forma a las corrientes de deseo homoerótico (también Benjamin, 1988; Boris, 1994; Harris, 1998); 3 ) el papel constitutivo de la deficiente contención por parte del objeto de las proyecciones del niño y/o la exclusión narcisista por parte de la madre frente a la necesidad de reconocimiento de su hijo como posibles antecedentes intersubjetivos a la envidia no están suficientemente teorizados en este modelo (también Benjamin, 1995; Mitrani, 1993; Spillius, 1993); tengo en mente no sólo las insuficiencias en la contención   en las que la madre responde por sentido del deber en lugar de asimilando y sufriendo   (Bion, 1970/1977a) la experiencia emocional del niño, sino también la incapacidad de la madre de identificarse inconscientemente con, o de sufrir, los estados abyectos escindidos de su hijo, o con la necesidad del niño de sentirse uno-con/como/o elegido por la madre ideal vista como omnipotente, también tengo en mente la subjetividad no metabolizada de la madre tal como una actitud rencorosa hacia el dar o el disociar en respuesta a la necesidad de su hijo; 4 ) las quejas del paciente que siguen a una buena sesión se teorizan con demasiada facilidad como “ataques envidiosos” en lugar de como respuestas inconscientes a las interpretaciones del analista en cierto modo duras, o a su incapacidad para arreglar las cosas por arte de magia (Ferro, 2005; Mitrani, 1997); y 5 ) tiende a desdeñarse la posibilidad de maniobras similares a la envidia utilizadas como medio para transmitir necesidades y angustias más primitivas, no mentalizadas, que se deben a sentirse incomunicado, o no entendido, por el analista (Mitrani, 1993).

  • 9] En su lugar, me gustaría cuestionar estas tendencias y ofrecer las siguientes sugerencias: 1 ) las expresiones de envidia sirven como un síntoma o señal de un complejo más inclusivo basado en la envidia, enredado en torno a un sentimiento de deseo rechazado, temor, abyección, sensación de ser defectuoso, impotencia, humillación, identificación fallida y resentimiento rencoroso; en palabras de Boris (1994) la envidia “parece haberse formado en la Edad de la Escasez”;

2 ) Las raíces de la envidia son libidinales , no sólo agresivas: es decir, la envidia está vinculada a un deseo del objeto –tanto de tenerlo como de ser el objeto- junto con un deseo de importarle al objeto. La envidia también sirve como un intento de identificación con el objeto para volver a poner en acto la fantasía de que, en palabras de Steiner (2004) “la dicha consiste en la voluptuosidad ininterrumpida   de ambos participantes” que deriva de “la fantasía fundamental del bebé en el pecho materno”; esta fantasía, entonces, se “erotiza e idealiza como completamente satisfactoria para la madre y para el bebé” (p.

  1. 275);
  2. Sugiero que esta es la primera brecha en esta fantasía de ser-uno-con que se vive como si fuera una deprimente caída en desgracia y que puede dar lugar a los llamados “ataques envidiosos”;
  3. 3 ) La presencia de la envidia no puede ser captada independientemente del contexto intersubjetivo , incluyendo la subjetividad del otro ; es decir, la no sintonización de la madre con los afectos incipientes de su infante; la apropiación narcisista que hace de su hijo (Faimberg, 2005); su fracaso en “resonar simétricamente” (Grotstein, 2004) con los estados abyectos de su hijo (Dithrich, 1994; Mitrani, 1993, 1997); su fracaso en asimilar y metabolizar la verdad de las experiencias emocionales de su hijo mediante su proceso de ensoñación ( reverie ) del trabajo del sueño (Bion, 1962/1977b; Ogden, 2005) y el modo en que estos diversos “fracasos” se ponen en acto en el proceso analítico;

En realidad, Winnicott (1959/1989) afirmaba que la “aparición [de la envidia] es una reacción al fracaso de la adaptación de la madre” (p. 445) y la propia Klein (1957/1975) aseguró que “que la madre disfrute plenamente del cuidado del niño o esté angustiada y tenga dificultades psicológicas al alimentarlo, todos estos factores influyen en la capacidad del infante para aceptar la leche con placer e internalizar el pecho bueno” (p.

180); de modo que apenas hay un paso para plantear su influencia también en la envidia. 4 ) Mientras que las fantasías de objetos muertos o heridos son teorizados por Klein como el resultado de ataques envidiosos, asumiendo una influencia bidireccional (Aron, 1996; Benjamin, 1988; Davies, 2004; Fonagy y col.

, 2002; Gerson, 1996; Mitchell, 1993; Seligman, 2002; Spezzano, 1996), la madre muerta (Green, 2001) o deprimida (Winnicott, 1967/1971) también suscita ataques que, desde el vértice del infante, sirven como demandas legítimas de reconocimiento-fusión-mismidad o como intentos envidiosamente llenos de reproche de obtener el deseo de la madre.

Esto es especialmente cierto con una madre narcisista cuya vitalidad emocional excita pero excluye sutilmente al niño o niega la verdad emocional de éste; o con una madre tentadora cuyo vínculo con una tercera parte crea una pareja interna persecutoria que excluye al niño; o si los ataques son debidos al modo en que el self se siente visto por el otro (Winnicott, 1967/1971) o sostenido en la mente (Fonagy, 2002) del otro como desesperanzadamente defectuoso.

5 ) Por último, las fantasías de envidia pueden usarse para contener, o dar forma a, experiencias más primitivas de vacío, desesperanza y desesperación movilizando el resentimiento hacia el analista, a quien se ve como teniéndolo todo y por tanto se lo ataca; lo que debe reconocerse y teorizarse, sin embargo, es la vulnerabilidad y la desesperación, no sólo la envidia (Mitrani, 1993, 1997).

Ahora ¡permítaseme ser la primera en declarar los bienes importados y reconocer que estas ideas no son nuevas! La propia Klein (1932, 1957/1975), así como Racker (1957), Bion (1962/1977b, 1970/1977a), Joffe (1969), Etchegoyen y col.

(1987); Benjamin (1988, 1995), Olivier (1980/1998); Spillius (1993), Mitrani (1993, 1997); Boris (1994), Feldman y de Paola (1994), Lansky (1997), Harris (1998, 2002), Ellman (2000), Britton (2003), Laverde-Rubio (2004), y Davies (2004), entre otros, han ofrecido variaciones de estos temas.

El propósito de este artículo es sumarse a este cuerpo de trabajo sobre la envidia desarrollando algunos de estos puntos. Respecto a la afirmación de que la envidia no es primaria sino una señal de un complejo más abarcador, la propia Klein echa una red más amplia cuando cambia de la voz teórica a la narrativa para explicar los ataques envidiosos de sus pacientes.

Por ejemplo, en El Psicoanálisis de Niños , de 1932, antes de que se distinga la envidia de los celos, Klein plantea una fantasía inconsciente endógena del cuerpo de la madre conteniendo objetos parciales tales como el pene del padre y bebés no nacidos como parte de una pareja interna que otorga placer.

Se dice que el niño ataca a la madre en la fantasía y le roba o estropea sus posesiones, siendo los motivos tanto la agresión instintiva del niño como su envidia. Sin embargo, Klein también cita “el dolor [de Trude] por la retirada del pecho materno”, la creencia de Erna de que los actos de su madre “se hacían con intención de humillar[la]” y la “deprivación materna” temprana de Ruth para explicar mejor los ataques envidiosos.

Más tarde, en Envidia y Gratitud , de 1957, Klein (p. 183) no sólo declara que la “deprivación aumenta la codicia”, sino que esa codicia incrementada da lugar a una fantasía de un pecho acaparador y deprivante de modo que “se hace comprensible cómo surge la envidia incluso si el bebé no es alimentado adecuadamente”.

  1. E incluso en el caso paradigmático de una respuesta envidiosa a la bondad, Klein sugiere que la bondad da lugar a la envidia   puesto que “parece algo inalcanzable”, vinculando de nuevo la envidia con las fantasías de carencia;

Asimismo, Spillius (1993, p. 1204) apuntaba que “el arreglo defensivo de la persona que sufre una envidia impenitente… siente inconscientemente que es profundamente indigno de amor e inferior”. Mi observación es que dichas convicciones no son necesariamente defensivas sino que indican estados mentales encapsulados que generan el ojo malvado comparador y el afilado diente de la envidia [10] y necesitan ser entendidos y en último lugar interpretados como tales.

  • En realidad, un cambio de la primera Klein a la final es el movimiento de teorizar la envidia en términos de exclusión de la escena primaria para afirmar después “la envidia primaria del pecho materno”;

Así, me convence más la sensibilidad temprana de Klein a la exclusión, ampliada para incluir la exclusión narcisista así como la edípica, dando lugar a fantasías de carencia y luego de venganza por su última teoría de envidia primaria [11]. Ahora la idea de un núcleo narcisista [12] para las fantasías de envidia no resulta nueva.

En realidad, al pensar en estas ideas, me he encontrado reinventando la proverbial rueda: en los años 70, H. Lewis (1971) propuso una secuencia de vergüenza-que da lugar a-la rabia a la que denominó “furia humillada”.

Y está la teoría de Kohut (1971) “falla del objetoself que da lugar a la rabia narcisista”. Y luego, en una elegante integración de las posiciones de Kohut sobre el narcisismo con las ideas de Klein sobre la envidia, Lansky (1997) presenta una explicación de la “prehistoria de la envidia”, que incluye un sentimiento de vergüenza que predispone a ella vinculado a fantasías de que uno mismo es defectuoso-indigno de amor desencadenadas en el presente por la comparación entre uno mismo y el objeto que desestabiliza el equilibrio narcisista.

Está también la afirmación de Racker (1957) de que “no podría sentirse envidia sin la existencia de un momento previo a ella en el que se reconoció dolorosamente lo que el otro tenía y uno no”, una afirmación que mencionan, pero rechazan, Etchegoyen y col.

(1998) a favor de la teoría de Klein de la envidia primaria. Y Harris (1998) cita el sentimiento de “límites en el self” como antecedente de la envidia rencorosa inconsciente. Así que si bien estoy en la línea de estos intentos de dar a la envidia un doble subcutáneo en términos de caída libre vertiginosa de vergüenza, fantasías de ser defectuoso, y carencia como precondiciones de la envidia, a veces ellos pueden aspirar a un nivel demasiado alto , en tanto presuponen desde el vértice del otro a alguien que avergüenza y tiene fantasías del self.

En realidad, Steiner (2004, p. 275) ubicaba la humillación como un estado mental en el nivel paranoide-esquizoide y describía cómo el self humillado expulsa sus estados insoportables “humillando a alguien más”.

La inversión implicada en evacuar estados insoportables de humillación-vergüenza no mentalizada a través de devaluar a un self idealizable se presta a no ser reconocida como ataque envidioso. Sin embargo, la envidia puede ser secundaria a la vergüenza-humillación.

  • Una experiencia más primitiva de ser defectuoso que puede emerger de la primera ruptura del self con el objeto ideal como parte del proceso de separación temprano es un sentimiento de ser/ser convertido en abyecto: un estado repentino casi carente de objeto vivido como una sensación de que todo es una lucha que se lleva a cabo desde abajo;

En palabras de Dithrich (1994): La abyección es un estado de experiencia del self basado en una imagen de uno mismo totalmente degradado y despreciable asociada con la resistencia y el rechazo, e implica un modo de relacionarse con los objetos que intenta deconstruir y disolver la diferencia para logar un tipo de identificación adhesiva.

  1. (p;
  2. 3) Para Kristeva (1982, p;
  3. 6), la abyección es una condición límite en donde “el significado colapsa”, haciéndola intolerable e impensable; un estado en el que “algo de lo cual uno no se separa es rechazado… y termina sepultándonos”; por el contrario lo abyecto es soportado “así como lo es el deseo del otro”; lo que lo abyecto “ha tragado en lugar de amor materno es vacío”;
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Esto sugiere que el rechazo materno, el vacío afectivo o su indisponibilidad en respuesta a la necesidad del niño de sentirse parte-de-ella y de ser sentido como tal por ella sirve como una fuente de abyección sepultadora que aquí se plantea como una experiencia de proto-vergüenza que deriva de la separación así como de la diferencia y de una precondición narcisista de envidia.

  1. Es más, si estos estados abyectos reflejan “el deseo del otro” como afirma Kristeva, no pueden ser teorizados únicamente de modo intrapsíquico, sino que deben considerarse amalgamas de un proceso transferencia-contratransferencia, que crea un tipo de tercero intersubjetivo (Ogden, 1994): un tercero abyecto;

En la historia de pacientes que padecen envidia inconsciente excesiva, el narcisismo de la madre a menudo sirvió para bloquear su sostén de los estados más repelentes y abyectos de su hijo. El residuo de esta falla se entreteje entonces con la expulsión de su propia sensación no metabolizada de defecto-deshecho en su hijo.

  1. Tanto el fracaso en contener la abyección/resistencia a sí mismo del paciente que emerge en el proceso analítico así como el tirón inconsciente para que el analista se proyecte a sí mismo pueden dar lugar a una descarga de estados impotentemente abyectos, avergonzados, de odio hacia uno mismo y acusadores (Davies, 2004) que emerjan como parte de una puesta en acto transferencial-contratransferencial;

Como tal necesitan establecerse vínculos entre estados de deseo que se vuelven abyectos y las fantasías consiguientes, un sentimiento de carencia y de ser defectuoso y luego la envidia vengativa paralizante o castigadora. La envidia como una falla en la identificación inconsciente En este punto, vayamos de la idea de la carencia o abyección como precondición narcisista para la envidia a dos puntos adicionales esbozados más arriba: a) la envidia como medio fantaseado, preferente de identificarse con el objeto una vez que han salido mal los procesos normales de identificación; en realidad, según Benjamin (1988), “cuando el deseo de identificarse no obtiene respuesta, la envidia ocupa su lugar” (p.

111), y b) la comunicación inconsciente de la subjetividad del analista que desempeña un papel en movilizar la envidia inconsciente del paciente. En primer lugar, parte del desarrollo normal consiste en procesos introyectivos tempranos de la función materna de sostén-contención que en último lugar sirve para integrar distintas experiencias psíquicamente organizadas en un self coherente y unitario (Bion, 1962/1977b); Bick, 1968; Mitrani, 1997; Tustin, 1986; Winnicott, 1945).

Sin embargo, cuando la madre no consigue recibir/metabolizar los sentimientos proyectados del niño y tejerlos en un ensueño imaginario reconocible para el niño, el niño que va a ser malignamente envidioso no sólo introyecta el rechazo además de cierto modo de subjetividad materna intrusiva (el narcisismo, rigidez o angustia de la madre) junto con los sentimientos no modificados amplificados (el “terror sin nombre” de Bion; la “angustia no mentalizada” de Fonagy; la “psicosis de lo blanco” de Green), sino que el niño llega a identificarse con la imagen del rechazo.

Esto crea una forma de rencor impregnado de odio que se une con un sentimiento de carencia, mas el superyó vengador del niño –junto con el “deseo de ser como” la madre (Benjamin, 1995), psíquicamente omnipresente pero no reconocido- unido todo ello para formar un complejo intrapsíquico-intersubjetivo que predispone a la envidia.

La envidia puede, por tanto, ser considerada como una transformación perversa del deseo por la madre y del deseo de ser deseado por, y ser como, la madre, una vez que se ha formado una herida-transformada en-rencor narcisista. De modo que antes de los aspectos destructivos de la envidia planteados por Klein, y junto con ellos, de modo similar a Benjamin, me gustaría resaltar las corrientes identificativas que hay en la envidia una vez que han salido mal los procesos identificativos normales.

  • En realidad, la faceta positiva de la envidia es que está basada en una fantasía transitoria, pero insistente, de uno mismo como el otro , que ésta satisface y preserva;
  • Sin embargo, mientras que Benjamin (1988, p;

111) teorizó la envidia en términos de “la frustración de un amor identificativo temprano con el estimulante otro externo”, refiriéndose al padre que aleja al niño del enredo con una madre no agente/no deseante. Sugiero que una forma temprana de envidia también surge como resultado del descarrilamiento de los procesos normales introyectivos-identificativos con la madre.

  1. Este fracaso en identificarse, sucede primero por parte de la madre, la hermosa madre, de ojos-cara-pezones radiantes cuyo impacto en el niño es bastante profundo (Meltzer, 1988), y sólo después por parte del niño;

(Ver Elise, 2006; Mitrani, 1997; Sowa, 2002; Sweetnam, 2008, para explicaciones convincentes sobre el crecimiento emocional generado por reconocer el impacto estético-sensual-emocional de la madre-analista sobre el paciente). El fracaso de la madre en asimilar, identificar y sufrir con su hijo se aloja en el cuerpo-mente inconsciente del niño como una cualidad de ser defectuoso y puede dar lugar al masoquismo.

En realidad, al igual que el masoquismo con el cual la envidia está estructuralmente vinculada, la envidia se presenta con una doble cara como reconocimiento de/sumisión a la superioridad de la madre ideal al tiempo que sirve como expresión de sublevación hostil contra su capacidad de dar.

Lo que la envidia añade entonces junto con su enfado y destructividad inherentes es un deseo identificativo fantaseado de ser como/ser uno con la madre/el otro. En realidad, un hilo de la indignación envidiosa del paciente en respuesta al temple del analista sirve como un ruego: de ser como Vd.

  1. , de que Vd;
  2. sea como yo y de que se vea como yo de modo que yo pueda verme como Vd;
  3. , aunque este ruego raramente se transmite sin un ataque y sin que el paciente se convierta en odiado por el analista;
  4. De modo que en respuesta a Etchegoyen y col;

(1987) en cuanto a que la carga de envidia es “exquisitamente irracional” en tanto ataca “lo que es valioso en el otro”, esto es así cuando el otro está envuelto en un velo de narcisismo tal que el paciente no siente que su experiencia esté siendo incorporada en el otro ni que esté siendo invitado por el otro a sentirse parte de él, o como él.

Sin embargo, en la medida en que está basada en una negación de la diferencia y sirve como atajo omnipotente al ideal, la envidia como medio de identificación sirve a una lógica perversa, en palabras de Chassegeut-Smirgel (1985).

Dicha negación da lugar a un repudio de la dependencia del analista y puede tomar la forma extrema de una reacción terapéutica negativa. En realidad, Young (2000, p. 4) describió “la protesta inicial mediante la envidia hacia la capacidad del otro de dar lo que debe recibirse para la supervivencia”.

O, en palabras de Etchegoyen y col. (1987, p. 55), “lo que transforma… la dependencia en algo malo es, precisamente, la envidia”. De hecho, la literatura kleiniana sobre el narcisismo sirve como historia aleccionadora en nuestras fases de desapego y de falso self (Goldberg, 2004) de las ansiedades debidas a la envidia apenas tolerables de nuestros pacientes que soportan estados de dependencia (Rosenfeld, 1987).

El contexto intersubjetivo de la envidia Basándome en mi experiencia con pacientes, sin embargo, se requiere otro factor para entender las angustias de los pacientes en torno a la dependencia, vulnerabilidad y envidia consecuente, y éste reside en el terreno de la actitud o la subjetividad del analista.

  • En realidad, Spillius, Mitrani y Harris han entretejido la envidia en algo más que un tapiz emocional privado vinculándola al campo intersubejtivo, concretamente a las comunicaciones inconscientes del analista;

Así, en el artículo histórico de Spillius (1993, p. 1209) “Variedades de experiencia envidiosa”, ella describe en primer lugar minuciosamente las dinámicas internas de dos modalidades diferentes de envidia, la envidia “impenitente” versus la envidia “culpable”, asociadas con los registros intrapsíquicos de funcionamiento de la posición paranoide-esquizoide y depresiva respectivamente.

  1. Spillius se desmarca, entonces, de la posición kleiniana clásica presentando un extraordinario modelo intersubjetivo de la “relación percibida entre el que da y el que recibe”, estableciendo la hipótesis de que provoca o mitiga la envidia y la autora reconoce cierta “realidad factual” en la que se basa esta percepción;

En resumen, cuando el que da obtiene poco placer en dar y esto es percibido por el que recibe, “es probable que la envidia sea exacerbada”. No sólo el receptor estará resentido, sino que le devolverá poco al que da, lo que, según Spillius, crea un “círculo de deprivación-envidia” recurrente.

Así, el modelo de Spillius, que conceptualiza la envidia en parte como un producto de la actitud del que da en lugar de serlo exclusivamente de las dinámicas intrapsíquicas del que recibe, ofrece la base para una reteorización sintética de la envidia como interpersonalmente influenciada por la actitud emocional inconsciente del “dador” –o del “seductor” en términos de Fiarbairn/Winnicott.

Pero, si bien reconoce el contexto interpersonal de la envidia, Spillius sin embargo se adhiere a ciertos hábitos de pensamiento esencialistas afirmado que las conductas provocativas de sus pacientes están impulsadas por la envidia interna. Concretamente, aunque pone al día la interminable controversia que se ha desarrollado siguiendo los pasos de la afirmación de Klein de envidia constitucional a favor del tema más tratable de “cómo… es la envidia ahora en el mundo interno [del paciente], cuán grave es, cómo se expresa en relación [al] analista” (1993, p.

201), si su modelo es correcto, el acting-out de un paciente tras una buena sesión puede significar que siente una perturbación en el campo relacional en lugar de envidia inconsciente. Por ejemplo, mientas que Spillius interpreta el acting-in de su paciente la Sra.

A tras una sesión fructífera como derivado de la envidia inconsciente, lo que su viñeta clínica sugiere también es que la Sra. A puede necesitar sentirse inconscientemente invitada a sentirse “como” (Benjamin, 1995) o ser igual que Spillius para superar esa envidia: la paciente necesita sentirse invitada a asimilar/identificarse con la analista sobre la base de la identificación inconsciente de ésta con la paciente.

Esta dinámica está basada en la necesidad del infante tanto de sentirse parte del pecho-madre ideal como de ser sentido como tal por ella. En ausencia de un sentimiento de identificación inconsciente recíproca, se siente demasiada distancia emocional amenazante o diferencia, lo cual es perturbador para el paciente, impidiendo la metabolización de su angustia y dando lugar a los llamados ataques envidiosos.

En un artículo muy bien sintetizado, “Deficiencia y envidia”, Mitrani (1993) fue un paso más allá y puso a dialogar la teoría con el material clínico examinando fragmentos de procesos inconscientes tanto del paciente como del analista. Por ejemplo, Mitrani compartió su pensamiento sobre su paciente Brad cuando ella pasa desde aliviar su propio estado de no saber a través de privilegiar un modo de comprender más teórico distante, a una posición más contratransferencialmente comprometida de manera que es capaz de asimilar, registrar y tolerar las señales más elusivas del dolor de su paciente.

  1. Concretamente, Mitrani describe un “error” clínico al interpretar que la envidia escindida de Brad lo llevó a robarle a ella su “comprensión cuidadosa y concienzuda” (p;
  2. 255) y explica que privilegiar la teoría no sólo la había llevado a ciertas suposiciones sobre su paciente sino que le permitió desconectar de las experiencias más primitivas y dolorosas de éste –el “dolor del pequeño él” (p;

256)- lo que lo hizo sentir tan abandonado por ella como se había sentido de niño. Sin embargo, una vez que Mitrani se dio cuenta de su error, cambió a un modo de trabajar que recibía más activamente las partes vulnerables e infantiles de su paciente. Este ejemplo sirve entonces como trampolín para la apasionada protesta de Mitrani contra las suposiciones distantes, basadas en la teoría, a favor de afirmaciones evolutivas bipersonales más apropiadas; es decir, que el analista debe “identificarse introyectivamente con las experiencias infantiles escindidas u objetos arcaicos internalizados del paciente” que nunca han sido plenamente contenidos para ofrecer al infante que hay en el paciente un modo de mentalizar sus experiencias más insoportables.

En realidad, según el punto de vista de Mitrani, una interpretación prematura de la envidia sirve no sólo como defensa frente a no saber, sino también frente a contener las “realidades internas [más] insoportables” del paciente.

De ahí se deduce que pueda surgir un llamado ataque envidioso debido al temor del paciente, al temor proyectado o incluso a la percepción (Mitrani, 1997) de la retirada emocional del analista frente a la necesidad del paciente de proyectar sus estados más vulnerables en él sin que esto sea vivido como el intento del paciente de controlar al analista, de proyectar su self narcisista, crítico, en él y hacer que se vuelva ineficaz [13].

Ahora, lo que me lleva a las teorías tanto de Spillius como de Mitrani es su sesgo no cognitivo y –al igual que el tercero analítico de Ogden (1994)- la interpenetración de las subjetividades inconscientes que presuponen.

No es sólo que una mente necesite a otra para pensar, sino que esta otra mente se empapa de una actitud de inflexiones emocionales expresivas e identificaciones inconscientes que se transmiten al paciente y desempeñan un papel en movilizar su envidia.

Por ejemplo, la necesidad propuesta de que el analista se identifique con los estados abyectos del paciente puede ser bloqueada por otras identificaciones inconscientes, tales como el objeto persecutorio interno del paciente como sucedía en el ejemplo de Mitrani.

Cuando esta identificación con el objeto parental es sentida por el paciente, esto puede dar lugar a estados de desesperación o envidia. Por el contrario, Bion (1977a, p. 27) afirma que sólo “en tanto el analista se convierta en el O , es capaz de conocer los acontecimientos que son evoluciones del O”, la verdad de la experiencia emocional.

  1. La importancia del “ser uno con el O” de Bion tiene dos vertientes: a) clínicamente, a menudo se manifiesta como un cambio por parte del analista desde identificarse inconscientemente con la figura parental crítica a hacerlo con el niño abyecto; y b) teóricamente, representa un desarrollo a partir de su modelo de contenedor/contenido de una línea de pensamiento que protesta de la separación entre conocedor/conocido en tanto el conocimiento basado en el O deriva de un punto de vista interno a la experiencia en lugar de separado de ella;

En palabras de Ogden (2005, p. 83): “registramos la experiencia (O) y somos alterados por ella; sostenemos la experiencia (O) en nuestro ser, no en nuestro recuerdo”. Estas ideas tienen implicaciones para una teoría intersubjetiva de la envidia. En primer lugar, tomemos el ejemplo de Bion del infante proyectando su miedo en la madre, que si no es contenido da lugar al “terror sin nombre”.

  • Pero, ¿qué pasa con la madre? ¿ Es suficiente ser un contenedor para gestar una experiencia emocional ? ¿No debería en cierto modo “registrarse… en su ser” (Ogden) el miedo de su infante? La cuestión es que no hay nada como sentir la distancia emocional del analista –especialmente como repetición del fracaso de la madre para incorporar a su ser la experiencia más abyecta de su hijo e identificarse con ella- para catalizar la envidia inconsciente del paciente;

Una madre/analista emocionalmente distante o inmutable puede ser demasiado insensible ante un niño/paciente angustiado o aterrorizado como para que éste pueda sentir que su angustia está siendo realmente asimilada y sufrida por el otro. O, peor aún, en la discusión de Bion sobre -K, afirma que se puede ver a la madre como eliminando envidiosamente la verdad insoportable de la experiencia emocional de su hijo, aunque su envidia se considere una proyección.

Pero ¿qué pasa si el fracaso de la madre no es una proyección, sino que se debe a su propia página en blanco o a su narcisismo? Esto puede dar lugar a una descarga de ataques para regular al alza la sensibilidad de la madre como hacen los bebés con las madres de “cara inexpresiva” de Tronick (1989).

En segundo lugar, un tipo de “experiencia registrada” (Ogden, 2005) que el paciente impenitentemente envidioso puede estar sosteniendo es un sentimiento encapsulado de lo no deseado del deseo de ser parte de/tener/ser deseado por/o ser el mismo que la “madre bella normal” de Meltzer (1988).

  1. En realidad, Meltzer teorizó las devastadoras consecuencias que tiene para el niño no sentirse deseado por la madre bella cuyo impacto estético-ritmos emocionales despiertan deseos de rendición, pero cuyas señales emocionales son enigmáticas en tanto reflejan cambios en sus propios estados de ánimo no relacionados con la omnipotencia del niño;

El sentimiento de haber sido privado del estado de ser uno con la madre bella, especialmente tras haberse sentido emocionalmente catectizado e invitado por ella, da lugar no sólo al terror de la separación, sino también a una confrontación con la diferencia que convierte en terriblemente abyecto el deseo hacia la madre.

En realidad, Green (1981) informa que en los análisis de aquellos que sufren el Complejo de la Madre Muerta, el paciente puede recuperar recuerdos de un periodo de vitalidad significativo que precedió a la depresión de la madre.

Y la “madre tentadora” de Winnicott (1959/1989) presupone suficiente involucración emocional de modo que “encuentre [el] elemento creativo en el infante y éste pueda empezar a percibir que hay algo bueno externo al self, y que sin embargo no es consistente de modo que… el infante se siente deprivado” (p.

  • 455);
  • Así, para Winnicott, Green y Meltzer, en su retrato de la madre y el bebé “perdidos en el impacto estético del otro”, el infante es primero poseído, luego desposeído;
  • La emergencia de la envidia puede servir como un modo enojado de rechazar esta desposesión preservando en la fantasía una identificación narcisista recíproca e insistente con la madre;

La envidia también puede ser una caída del investimento sensual/erótico con el que una niña catectiza a su madre que, según Elise (2000) nunca es legitimado por el reconocimiento materno. Si a esto le añadimos la fantasía de que la madre tiene todo lo que la niña desea ser/tener, incluyendo un vínculo con el falo (Ellman, 2000; Klein, 1932), el dolor de la exclusión sigue al de la desposesión; es decir, de la “exclusión narcisista” (Faimberg, comunicación personal, 2006) o de la “envidia del pecho bueno que posee todo lo que la niña desea”   de Klein (1957/1975, p.

180), a la exclusión edípica. El fracaso en contener este dolor puede dar lugar a una escisión psíquica entre el confort emocional versus la avaricia material como parte de –K y a un concomitante de envidia (Bion, 1962/1977b).

Estas historias se ponen luego en acto de nuevo en el análisis, especialmente en torno a las interrupciones. La capacidad del analista para contener las necesidades y angustias primitivas del paciente puede dar lugar a fantasías de un lazo libidinal estimulante o a un estado protector de ser-uno-con que se ven atrapados en la intemporalidad del inconsciente.

Pero entonces: ¡el inevitable corte! El rechazo desorientador al final de la sesión cuando el analista retira su interés y atiende a la hora en lugar de a abrazar el momento. Estas corrientes reabren heridas traumáticas de abandono-desesperación-sentirse con derecho-furia volviendo al paciente abyecto, resentido y   envidioso de los mayores “recursos” del analista (Boris, 1994).

El fracaso real del analista en asimilar esto e identificarse con el “O” (Bion, 1970/1977a) de este self excluido, abyecto provoca aún más la envidia del paciente. ¿Qué podría acarrear esto? En una explicación muy minuciosa del “convertirse en el O”, Grotstein (2004, p.

  1. 1085) escribe que el analista “debe convertirse en la verdad inaceptable (aunque) emocional del analizando… resonando inconscientemente con la angustia del analizando desde su propio inconsciente y trascendiéndola luego”; y añade “parecería que la función alfa del propio analista, que emplaza esas emociones y experiencias que le son innatas y que corresponden simétricamente con las experiencias emocionales aún no mentalizadas del analizando, es resonantemente convocada dentro de él/ella de modo independiente”;

Con esto quiero decir que mediante el proceso de ensoñación/fantasía, las experiencias personales-estados emocionales del analista que se corresponden con las verdades emocionales inaceptables del paciente potencialmente vienen a la mente del analista y lo guían hacia la experiencia intolerable y escindida del paciente.

En realidad, el concepto de “resonancia simétrica” de Grotstein me parece muy acertado no sólo por ser más abarcador que la función alfa y más activo/más personal que las concepciones ascéticas de contención vistas como la receptividad del analista, sino porque presupone llegar a ser uno con el paciente para producir verdad emocional.

Sugiero que son el esfuerzo del analista y sus intentos inconscientes de autorregularse en torno al eje de distancia emocional versus resonancia simétrica lo que determina en parte la medida de la envidia inconsciente del paciente. Asimismo, el uso de ensoñación de Ogden.

Sin embargo, lo distintivo de Ogden es su intento de recuperar los significados intersubjetivos analíticos de asociaciones personales preconscientes que le llegan mientras está con un paciente y que se entienden en términos de su participación inconsciente en la vida de ensoñamiento no soñada del paciente.

Como tal, el uso que Ogden hace de la fantasía o ensoñación está basado en un tipo de rendición a un proceso de identificación transitoria con la experiencia inconsciente de su paciente: por ejemplo, cuando escucha la explicación que un paciente da de un incidente de la infancia en que se sintió rechazado por un amigo y mentido por su madre, las imágenes de Ogden (2004) se apresuran a retroceder en el tiempo a su propio amigo de la infancia que distorsionaba la verdad con sus falsedades mezquinas.

  1. La cuestión es que al entregarse a sus procesos inconscientes –imágenes-recuerdos de su vida- al tiempo que busca resonancias intersubjetivas con los de su paciente, Ogden insufla vida imaginativa en el mandato de Bion (1970/1977a) de   “convertirse en el O” como modo de entrar en los estados más frágiles/abyectos del paciente haciéndolos así menos extraños, más soportables;

De modo que ¿qué tiene esto que ver con la envidia? Permítaseme decir que al leer literatura sobre la envidia o al reflexionar sobre mi propio trabajo con los pacientes, a menudo he tenido el pensamiento de que si yo, o el analista, hubiera sido capaz de superar algunas barreras narcisistas o vacíos disociativos y contener o identificarme más plenamente con los ritmos más profundos del sentimiento escindido de abyección/vergüenza –”realidades internas insoportables”, en palabras de Mitrani (1993)- del paciente, las interpretaciones habrían resultado diferentes: de un modo que desdibujase la distancia emocional entre paciente y analista o, incluso, supusiera una pizca de responsabilidad en la situación complicada abyecta-envidiosa del paciente – no obstante la organización psíquica y angustias psicóticas del paciente (Oelsner, 2007).

Walt (2005) pone de relieve esta cuestión preguntando: “¿Cuál es la calidad de una respuesta analítica que capta el predicamento emocional del paciente e instiga un proceso curativo?” Sugiero que una cualidad necesaria para trabajar con la envidia inconsciente de los pacientes se refiere al papel potencialmente humanizante y reparador desempeñado por las corrientes de sentimiento de la elaboración que el analista hace de sus propios límites narcisistas –o del narcisismo proyectado de su paciente- ofreciendo así una apertura para una identificación inconsciente con los estados arcaicos del paciente, sus verdades emocionales inaceptables, fantasías de abyección, carencia, sentirse con derecho y envidia deseosa-destructiva.

El que el analista asimile y se identifique con los estados del self escindidos del paciente –y no sólo con los de sus objetos internos- comienza a tener el efecto de contenerlos-transformarlos de dentro a fuera: de impenetrables a penetrables, de insoportables a soportables, de no mentalizados a simbolizados, de aislados a integrados por el sentimiento de tener un testigo, de ser emocionalmente compartido, tolerado y pensado por el analista y, sólo después, interpretado.

La experiencia de identificación que proviene del analista (Benjamin, 1995) –una experiencia cuya ausencia temprana proveniente de la madre se plantea como una de las raíces de la envidia- hace que de algún modo se recuperen estos estados de su olvido escindido no significado.

De lo contrario, estos estados permanecen siendo demasiado terroríficos como para ser procesados puesto que lo ubican a uno demasiado fuera del tejido social. Constructos recientes tales como “resonancia simétrica con la verdad emocional inaceptable del analizando”, “contener las realidades psíquicas insoportables del paciente”, “estar en el O”, “entonamiento afectivo”, “compañía vívida” nos mueven en la dirección correcta en tanto privilegian en el analista el procesamiento emocional sobre el cognitivo –¡su corazón, no su cabeza!- o en el argot de hoy en día, su hemisferio derecho sobre el izquierdo (Schore, 2003).

En realidad, Kristeva (1987) escribió sobre su “amor contratransferencial” refiriéndose a su capacidad no sólo de ponerse en la piel de sus pacientes, sino de “mirar, soñar, sufrir como si fuera ella, como si fuera él.

Momentos fugaces de identificación. Fusiones temporales y sin embargo eficaces”. Mi modo de pensar en cuanto a esto es que disminuyendo temporalmente el espacio entre ambos, se hace evidente la igualdad irreducible de la condición humana, aunque sea por un momento.

Esto mitiga en cierto modo la proyección mecánica de todo lo bueno en el analista, que lo convierte en una figura mayor que la vida misma, unidimensional. En cambio, ser capaz de ver tanto al analista como a uno mismo compartiendo atributos malos y buenos ofrece el potencial para las integraciones del yo que templan el complejo de abyección-defensa-venganza del paciente.

En realidad, a lo largo de los años, los escritos de Benjamin (1988, 1995) han ofrecido (Gerhardt, 2000; Gerhardt, Sweetnam & Borton, 2000) la versión más explícita y teóricamente convincente de la necesidad de la identificación contratransferencial del analista en el trabajo psicoanalítico.

Basándose en su primera teorización del papel del reconocimiento mutuo en el desarrollo del self, Benjamin amplía el alcance de su afirmación y plantea que la medida en que la identificación con un ideal u otro idealizado termina en agencia y autorrespeto versus dinámicas de dominación-sumisión (formas de relación sadomasoquistas) depende de “si la identificación y necesidad de reconocimiento son, en cierto sentido, mutuas”.

Planteado en términos de la díada padre-hijo, según Benjamin (1995), el padre debe no sólo proyectar en su hijo e infundirle el sentimiento de “puedes ser como yo”, sino también “una vez fui cómo tú y recuerdo cómo me sentía”. Tomo esto para plantear que no es suficiente con invitar inconscientemente o fomentar la identificación del niño con el padre para que el niño internalice a éste, sino que el padre debe ser vivido en cierto modo como identificándose inconscientemente también con las realidades emocionales-dilemas emocionales escindidos del niño.

Lo mismo sucede en el análisis. Según Benjamin (1995), resolver la esclavitud proyectiva del amor de transferencia requiere más que interpretar la expresión transferencial de los objetos internos del paciente o sus dinámicas edípicas, requiere también “sentir la identificación [del analista] con el paciente (que) constituye gran parte de la base para su consciencia”.

De modo similar a Kristeva, Benjamin añade una vía rápida intersubjetiva hacia Freud al plantear que “el reconocimiento contratransferencial del analista –el entonamiento e identificación con el paciente- es tan decisivo para el cambio como lo es el modelamiento del conocimiento y dominio de uno mismo, que se dice que deriva de la interpretación de fuerzas inconscientes” (p.

  • 155);
  • La afirmación de Benjamin refleja más que una visión nostálgica o romántica de fusión, es más bien un alineamiento con la teorización postmoderna en la cual se defienden los límites de la interpretación como parte del proyecto racionalista a favor de una epistemología arraigada en el afecto   con conocimiento del otro emergiendo a partir de experiencias de identificación en lugar de hacerlo a partir del distanciamiento (Bordo, 1987; Polayni, 1958);

La necesidad de “identificación introyectiva” del analista con el paciente para ofrecer una ocasión de crecimiento emocional que debería haber tenido lugar mucho antes también ha sido tematizada por Mitrani (1997) como parte de su afirmación de que el fracaso de estos pasos introyectivos por parte del analista   puede provocar conductas agresivas que son erróneamente consideradas ataques envidiosos en lugar de esfuerzos desesperados por comunicar un self infantil pasado por alto cuyas angustias catastróficas necesitan contención (Mitrani, 1993).

Estas ideas ayudan a conceptualizar las raíces de la envidia -incluso de la envidia maligna que “destruye la posibilidad de esperanza” planteada por Klein como expresión del instinto de muerte- enlazando la envidia con la identificación emocional recíproca con el otro.

En resumen, la ausencia de identificación concordante por parte del analista (Racker), de la identificación contratransferencial (Benjamin), la identificación introyectiva (Mitrani) o el amor de contratransferencia (Kristeva) con los estados del self inaceptables y escindidos de su paciente, sus fantasías de abyección, carencia, humillación, impotencia, de ser defectuoso, de terror, resistencia a sí mismo, ira y/o envidia inevitable, margina al paciente como un desecho y lo incita a actos de envidia destructiva inconsciente como un modo de unirse, y no simplemente destruir, al otro y adquirir el sentimiento compartido de ser humano.

  1. Esta afirmación ayuda a dar cuerpo a la sabiduría en la advertencia de Spillius (1993, p;
  2. 1209) de que “es probable que la envidia sea mayor cuando se siente que el objeto que da, da poco o de mala gana”;

Qué podría ser mayor ofensa narcisista que recibir de un analista cuya actitud inconsciente señala “Vd. [el paciente] tiene problemas, pero yo no”. Esa actitud distante, no mutua, no sólo refuerza la organización defensiva del paciente repitiendo el papel del objeto primario incapaz de tolerar/identificarse con los estados más abyectos del paciente sino que termina por incitar las fantasías de envidia del paciente por los “medios” aparente mayores del analista (Boris, 1994).

Una actitud de mala gana por parte del analista puede incitar al paciente a deshacer por la noche el tapiz que ha tejido con el analista de día, resultando en el impasse conocido como reacción terapéutica negativa, cuya relación con la envidia considerada como un “ataque a la bondad” ya se ha sugerido (Horney, 1936; Klein, 1957/1975; Rosenfeld, 1987).

Viñeta clínica Para ilustrar este punto, consideremos un fragmento del análisis de una mujer de unos 40 años, la Sra. A, con un carácter hostil-dependiente que encubre un modo de funcionamiento más primitivo basado en el terror al abandono y en identificaciones narcisistas con sus objetos.

La Sra. A es hija de un padre ausente y una madre artista, muy considerada, extremadamente narcisista, que daba clases en su casa, siempre rodeada de alumnos que la adoraban –rivales de la atención idealizada de su madre.

Como la Sra. A era la hija con dotes artísticas, el vínculo madre-hija era de esclavitud excesivamente estimulante, lo que resultaba en fantasías de fusión idealizada, luego traición, muestras de esclavitud masoquista exageradas, amargas acusaciones y autorresistencia intensa.

Para regular su terror y furia no metabolizados en torno al abandono, la Sra. A comenzó a darse atracones nocturnos moderados para borrar sus intolerables angustias. En el cuarto año del análisis de cinco sesiones semanales, la Sra.

A comenzó a hacer explícitas sus quejas en forma de comparaciones constantes conmigo. Ya se centrase en mi ropa, mi coche, mi decoración, o fantaseara sobre mí, mi marido o mi hija durante el fin de semana, la Sra. A transmitía su sentimiento de carencia, protesta, desesperación y envidia atormentante   al sentirse disminuida y/o engañada por su madre/por mí.

Aunque he sostenido que la envidia es un resultado inevitable de la deprivación emocional (Spillius, 1993, también se refirió a un “círculo de deprivación/envidia”), de los sentimientos de deficiencia, vergüenza y narcisismo herido (Freud, 1914, deriva la “envidia al pene” de una herida narcisista), sólo tras unos años de análisis me di cuenta de que la envidia de la Sra.

A (percibida en sus tormentosas comparaciones o atribuciones positivas hacia mí entre otras muestras aparentemente envidiosas) giraba en torno a una corriente libidinal no aceptada y emergía cuando más deseaba formar parte de mí, poseerme, ser como yo o reconocida por mí como igual a mí.

  • Inicialmente, sin embargo, los ataques de la Sra;
  • A parecían ser contra el telón de fondo de sus sentimientos de enfado-traición frente a las intolerables diferencias o perturbaciones en el contacto;
  • Estas protestas se consideraron inicialmente medios de hacernos zozobrar como pareja analítica o de negar su dependencia o el valor de lo que yo tenía que ofrecerle (Rosenfeld, 1987);

En otras ocasiones, sus ataques eran considerados como un modo de externalizar su dolor en lugar de llorar sus numerosas pérdidas (Britton, 2003; Spillius, 1993). De hecho, los ataques envidiosos de la Sra. A tendían a tener lugar tras sesiones en las que yo me las había arreglado para registrar empáticamente una experiencia terriblemente dolorosa o avergonzante que ella hubiera tenido.

  1. En realidad, como sugiere la literatura sobre la envidia, tras tales sesiones, la Sra;
  2. A   podía volver al día siguiente con un comportamiento aprensivo –percibido por la repentina tensión en mi cuerpo- o armada con acusaciones o derrumbada en un estado de desesperación impotente;

Las provocaciones acerca de mi “vida de postal” al principio me llevaron a interpretar los ataques de la Sra. A en términos de interpretaciones de envidia bastante estándares (sin el término envidia, por supuesto). Ferro (2002) se ha referido a esas interpretaciones como “interpretaciones decodificadoras” en tanto su intento es hacer consciente la supuesta fantasía inconsciente.

Las interpretaciones decodificadoras tienden a ubicar las dificultades del paciente en términos de sus dinámicas intrapsíquicas personales, lo que pone la responsabilidad del cambio en el terreno del paciente.

Algunos ejemplos: (a) “Si Vd. no tiene X, yo tampoco debería tener X; se suponía que siempre íbamos a ser/a permanecer iguales”; (b) “De algún modo Vd. se sintió ayudada por mí ayer, pero esto parece haberle hecho sentir asustada (o furiosa) de sentirse tan dependientemente de mí (o le pareció injusto), así que hoy viene todavía más aislada como un modo de equilibrar las cosas entre nosotros (negando mi ayuda)”; (c) “Creo que se sintió   terriblemente abandonada-excluida por mí durante el fin de semana imaginando que yo lo tenía todo y la dejaba atrás sin dedicarle ni siquiera un pensamiento”; (d) “Creo que está describiendo su éxito de un modo tan triunfante para tomar ventaja sobre mí y hacerme sentir cómo es ser el que tiene menos” o “aquel a quien se deja fuera”; (e) “Una parte de Vd.

  1. empieza a sentirse cerca de mí pero entonces empieza a crecer el miedo de que yo tenga algo que Vd;
  2. no tiene, y eso la enfada; de modo que otra parte de Vd;
  3. quiere atacarme por ello; pero esto la deja sola sin nadie que la ayude con su furia; de modo que recurre a la comida en busca de consuelo para que la ayude a controlar su furia, como hacía de niña cuando su madre no le respondía” o “como un modo de borrar sus sentimientos”; (f) “A veces se enfada conmigo con tal furia mostrándome sus sentimientos anti-vida, anti-todos, como si en el caso que Vd;

no pudiera tener lo que quiere y lo que yo tengo, nadie debiera tenerlo, ¡especialmente yo! ¡De modo que quiere destruirme a mí y a lo que tengo!” Y, en realidad, tales interpretaciones fueron parcialmente útiles a la hora de ofrecer una narrativa explicativa para contener las dinámicas paranoides-esquizoides de la Sra.

  • A: lo que estaba haciendo para manejar o dominar nuestras diferencias, para despertar culpa, para proyectar sus sentimientos en mí y poder comunicarme su experiencia no verbal, o a la inversa, para borrar mi valor y no permitir que se sostuvieran sentimientos positivos;

El objetivo de estas interpretaciones era hacer consciente la fantasía inconsciente de la necesidad que la Sra. A tenía de fundirse con su objeto materno, serle leal, el deseo de estropear o vengarse contra su objeto materno/yo visto como contenedor de todo los bienes a los que ella sentía que tenía derecho.

Sin embargo, no sólo se repetían los ataques, sino que estas interpretaciones parecieron fomentar la organización defensiva de la Sra. A y ayudaron a mantener la escisión entre los funcionamientos disociados de su mente con su aparato explicativo demasiado reglamentado versus su rudimentaria vida emocional, estados del self arcaicos y fantasías primitivas de fusión.

El impasse inevitable que siguió me llevó a considerar la existencia de estados no metabolizados más primitivos que merodeaban las quejas y rencillas de la Sra. Entonces, la Sra. A contó una serie de sueños que señalaban no sólo que sus terrores y estados encapsulados de abyección-vergüenza primitivos no estaban siendo asimilados ni registrados por mí, sino también que yo estaba poniendo en acto el papel de la madre sabelotodo y generadora de culpa.

Un conjunto de sueños presentaba variaciones del acto de “hacer caca”: la Sra. A tiraba de la cadena después de hacer caca (en casa o en mi consulta), pero el agua no se iba y terminaba inundando el suelo del baño.

Me llevó un tiempo dejar de interpretar los sueños como expresiones de su estado emocional interno (más o menos la transferencia) para considerar su importante papel como comentarios inconscientes sobre mi estilo interpretativo (Ferro, 2005), que a la Sra.

A le parecía “de mierda” pero al que no podía echar al inodoro. O yo estaba poniendo en acto el papel de la madre crítica que excrementa comentarios bien elaborados pero desconectados, o ella estaba en el papel del bebé que hace caca teniendo que manejar mis impactos.

O, en otras palabras, mis interpretaciones dejaban en la Sra. A el sentimiento de estar atrapada dentro de mis malentendidos invasivos, dando lugar al tipo de claustrofobia que Meltzer (1992) describió como vivir dentro del “claustro anal” donde “sólo hay un valor: sobrevivir” (p.

  • 91) y el único modo de salir es mediante expulsiones violentas;
  • Pero, cosas del destino, los sueños de mi paciente coincidieron con mi lectura del libro de Joseph Roth (1976) Los judíos errantes en el que los inodoros, como señal de civilización en su forma más envasada, son irónicamente acusados como metáfora de la hipocresía de los judíos occidentales cuya lucha por asimilarse incluye aislar sus orígenes orientales más primitivos;

Leer esto dio lugar a ensoñaciones sobre mi paciente que me llevaron a preguntarme: ¿Qué estaba intentando yo tirar al inodoro o aislar en lo que se refiere a la Sra. A y a sus estados primitivos que eran excrementos y no estaban metabolizados pero necesitaban desesperadamente el reconocimiento como parte de su instalación psíquica de experiencia no pensada? A continuación trajo otros dos conjuntos de sueños recurrentes.

En el primero, la Sra. A soñaba que sus padres eran estudiantes y estaban teniendo “sexo”, o que yo estaba teniendo “algo parecido a sexo” con mi marido, una escena en la que ella se proyectaba como la “extraña humillada”.

Cuando contaba estos sueños en el diván, la Sra. A se ocultaba cubriéndose la cara, afirmado que le parecían “demasiado vergonzosos como para admitirlos”. Sin embargo, finalmente fue capaz de expresar no sólo sentirse excluida y humillada, sino también “excitada” mientras observaba bajo la puerta o a través de una ventana.

  • En un momento, después que yo comentase que su acceso a mí estaba volviéndose más directo [14] -de mirar a través de una puerta cerrada a una abierta, y de una ventana cerrada a una abierta- ella verbalizó su “embarazoso” deseo de ser la única que “gatease” encima de mí;
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En el segundo conjunto de sueños, las sesiones de la Sra. A se veían interrumpidas por otros pacientes que llamaban a la puerta de la consulta, o la propia Sra. A llamaba a mi puerta pero “nadie contestaba”; yo estaba detrás de la puerta, pero no respondía.

  • Estos sueños dieron lugar   primero a interpretaciones de tipo edípico sobre el tema de ser la extraña abyecta, excluida de una relación   excitante y tentadora como una repetición traumática de su historia temprana, cuando se quedaba detrás de la puerta escuchando/proyectándose en las lecciones de su madre a los alumnos, o sobre el tema de que la rivalidad/celos de la Sra;

la defendía de sentimientos más perturbadores de resentimiento y envidia (Riviere, 1932). O los sueños eran interpretados en términos de la situación edípica temprana descrita por Klein (1932) del bebé intrusivo que quería estar dentro del cuerpo de mami para luego darse cuenta de que allí dentro había otros bebés, o, en términos de la díada preedípica de Chasseguet-Smirgel (1985) con la Sra.

A en el papel del bebé que desea-necesita consuelo, acceso ininterrumpido a la madre omnipotente. Sin embargo, el modo insistente de contar estos sueños provocaba una contratransferencia que me dejaba devastada, frustrada y culpable o desoladamente vacía sugiriendo que la Sra.

A también se sentía devastada y cada vez más en pánico de modo que el único movimiento que podía restaurar su self era darse atracones y tener envidia de mí. Con el tiempo, empecé a ver cómo el contenido de mis intervenciones no era útil para la Sra. A porque estaban demasiado saturadas de K y en un nivel equivocado.

  • Más que ser recordados simbólicamente como meros informes de su vida inconsciente soñada, los sueños de la Sra;
  • A se usaban de modo no simbólico como actuaciones contratransferenciales para evacuar-comunicar su estado desesperado abyecto al no sentirse contenida por mí en la intensidad con que ella experimentaba sus estados más regresivos;

Sólo atendiendo a las sutilezas de mi contratransferencia –especialmente mi ligera retirada emocional, mi rigidez psíquica y mi límite autoprotector con la Sra. A- fui capaz de cambiar desde actuar el rol de la madre narcisista que secretamente se puso en cuarentena a sí misma respecto del funcionamiento mental no simbólico de su hija, es decir, la niña abyecta, aterrorizada y envidiosa, hasta pasar al papel de una madre más receptiva emocionalmente, sensible a los ritmos de la niña, capaz de asimilar y registrar la vulnerabilidad y el dolor de su hija y transformarlos en algo utilizable.

En este estado más receptivo, fui capaz de dar sentido al hecho de que alguien estuviera llamando a mi puerta mental. En otras palabras, fui capaz de apartar mi atención de los depósitos más simbólicos almacenados en el inconsciente implícito o no reprimido (Mancia, 2006).

Durante mis sesiones con la Sra. A, empecé a tener ensoñaciones no buscadas de acontecimientos recientes con mi hija (3 años y medio en aquel momento) que al principio ignoré pero cuyo contenido estaba razonablemente vinculado con la Sra. Por ejemplo, un viernes por la tarde mientras la Sra.

A estaba cada vez más angustiada por la interrupción del fin de semana, me vino a la mente una salida reciente con mi hija a una lujosa tienda de niños, ¡cuando todo lo que ella quería era mi pecho! Aunque al principio intenté llamar su atención hacia otra cosa, nada podía consolarla hasta que finalmente le di terreno libre para meter las manos bajo mi blusa, encontrar mis pechos y, por un momento, apretarlos.

¡Me llevó un tiempo manejar mi impaciencia y entender cuánto seguía queriendo/necesitando el bebé el contacto con mi piel –mis pechos- como un vínculo encarnado al que agarrarse y por el que sentirse sostenida, incluso (especialmente) frente al excitante mundo exterior! Aunque sentía que esta ensoñación destilaba una importante comunicación inconsciente por parte de mi paciente, dado que estaba planeando pintar la consulta ese fin de semana, rompí el contacto con cierto exceso de brusquedad, dejando a la Sra.

  • A un poco aturdida;
  • Luego, más tarde ese mismo día, esperando al pintor sola en la consulta oscura y vacía, cuando se marchaban mi marido y mi hija, tuve una experiencia discordante pero reveladora : dije “Adiós cariño y cariño”, pero mientras se alejaban sin mirar atrás, murmuré: “adiós, Sophie y Ted”, “adiós, marido e hija”, “adiós, hombre y niña”;

En resumen, cuando empecé a sentirme aislada de aquellos que me resultaban más preciados, ¡me vi embargada por un terrorífico sentimiento de despersonalización y vacío agudos! ¡La misma experiencia que la Sra. A había estado intentando transmitirme sobre el fin de semana, que yo no había asimilado plenamente o en la que no me había “convertido”, en el sentido de Bion (1970/1977a), hasta entonces! Mirando el diván, el esbozo de la huella de la Sra.

  • A seguía siendo visible, grabado indeleblemente en la tapicería de piel;
  • Pero en lugar de sentirme invadida por su impertinente peso carnal y emocional como había hecho en el pasado, me recorrió una ola de alegría por encontrar una reliquia sagrada;

¿Cómo entender esta convergencia de ensoñaciones cargadas emocionalmente? Mi mano izquierda parecía estar tocando un contrapunto que yo no había querido escuchar hasta entonces. Mi agudo sentimiento de despersonalización y vacío, ¿era una experiencia paralela a la de mi paciente para dar forma al vacío disociado que ella estaba intentando transmitir? La alegría de encontrar su huella ¿hablaba de una corriente de amor secreto ente nosotras demasiado envolvente como para ser reconocida? ¿Estaba siendo yo el recipiente de un peso –mezclado con alegría- de una madre   cargada emocionalmente cuya huella nunca se desvanecía? ¿Estaba ella apropiándose del control de mi mente-útero-diván como un modo de absorberme y eliminar a los rivales? El sueño de la Sra.

A en que yo permanecía tras una puerta cerrada volvió como lo reprimido tomando las riendas de su experiencia de mí como la madre excitante, pero secretamente separada por un muro, que realmente no quería asimilar los terrores de su hija ni identificarse con ellos, con su sentimiento de ser abyecta y no querida, y su convicción de desesperanza.

Aunque sentía que estaba siendo reclutada para desempeñar un papel en el escenario proyectivo de mi paciente, también sabía que su imagen de mí tras una puerta cerrada contenía una amarga dosis de verdad: de forma análoga a como su madre priorizaba a sus alumnos sobre la Sra.

A, ¡había ocasiones en que ésta sentía que yo había acordonado una parte de mí para preservar mi cordura y recursos emocionales para mi propia hija y para mí misma para eludir el riesgo de ser comidas vivas! Una vez pude reflexionar sobre mis angustias contratransferenciales y separar a la Sra.

A de mis propios objetos internos demandantes –incluyendo las partes jóvenes de mí misma- por no mencionar mi culpa por ser una madre trabajadora, fui capaz de contener sus necesidades y estar en contacto con sus partes primitivas sin sentirme tan amenazada por el bebé necesitado y hambriento que ella era.

  • ¿Esto es lo que Bion pretendía con su elusiva formulación de “transformaciones en O en el camino a K”: llegar a la verdad emocional mediante un proceso involucrado de comprensión? De hecho, el lunes, cuando la Sra;

A comenzó a verter sus quejas acerca del fin de semana, comenzó a emerger en mí un contrapunto emocional diferente, de modo que no tenía que cerrarme frente a ella, ni sentirme obligada a traducir su sentimiento a términos activos (lo que ella estaba haciendo para provocar sus dificultades), ni invitarla sutilmente a reflexionar sobre sus proyecciones inconscientes-creencias distorsionadas.

  • También me vi asumiendo una pizca de responsabilidad en su difícil situación;
  • Por ejemplo, durante algunas sesiones, me vi diciendo “Hay un modo en el que trabajamos juntas, a veces nos sentimos tan próximas como si nos rodeara la misma piel –como el último viernes- que parece una promesa de que nunca nos separaremos; de que esto continuará para siempre;

Pero luego llega el fin de la sesión, especialmente antes del fin de semana, y Vd. no espera tener que marcharse. ¡Se queda asombrada! Así que por supuesto se siente arrancada de mí y le parece que yo he traicionado la proximidad-unidad que teníamos; y eso la asusta, le hiere y enfurece”.

  1. Y más adelante: “Parece sentir el fin de la sesión como que yo no la quiero, como si la rechazase, de modo que se siente herida y estupefacta, siente que no puede soportarlo;
  2. Así que cuando termina la sesión, eso le hace sentirse apartada del yo del cual Vd;

se siente parte, y le parece que no me importa. Me oye como si dijera que siempre estará separada de mí, siempre será diferente porque hay algo malo en Vd. ; eso le parece insoportable y le hace odiarme secretamente y querer venganza”. Tras escuchar estas interpretaciones descriptivas más bien densas de su experiencia de mí intersubjetivamente construida (que se hicieron más de una vez a lo largo de varias sesiones) -junto con la contención ofrecida por mis bien entretejidas palabras y la entonación calmante (Walt, 2005)-, la Sra.

A pareció obtener cierto reconocimiento y alivio. Luego describió sentirse tan sola y aterrorizada o no real y “apartada” o furiosa por el final de la mayoría de las tardes que todo lo que podía hacer era borrarme o evacuar su experiencia conmigo si no conseguía llamar.

Yo comenté “Parece Vd. capaz de llevarme consigo durante un tiempo, pero luego el brillo se apaga y desconecta de mí. Desconecta de mí porque siente que dejándola ir yo desconecto de Vd. Parece tomarse el fin de las sesiones como si yo me estuviera arrancando de Vd.

, como si no quisiera estar cerca de Vd. o que Vd. estuviera cerca de mí”. Cuando se aflojó la tensión corporal en la Sra. A, dijo dubitativamente “No me siento como si realmente Vd. me quisiera tener cerca” y luego dijo “o como si realmente Vd.

se quisiera sentir cercana a mí”. Esta observación fue entonada con una voz más reflexiva, menos acusadora que antes mientras se secaba una lágrima excepcional. Sus asociaciones la llevaron luego, con voz juvenil, a compartir su deseo secreto de querer parecerle “hermosa” y “la más especial” a su madre, mientras que se sentía constantemente “inesperada y rudamente pasada por alto”.

La asociación de la Sra. A con su madre en este momento fue un vínculo inconsciente ente presente y pasado y tuvo el sentido de soñar conmigo en la sesión, lo que me permitió percibir la verdad emocional de su experiencia.

Unos pocos días después, tras algunas interpretaciones más, trajo un sueño: Vivía en Europa con mi familia y llegaba el momento de regresar. Sin ninguna tristeza, mi madre anunció que había adoptado un bebé y que iba a traerlo a casa. Yo pensé que era raro, ¡ni siquiera había hecho de madre conmigo! Yo era la única preocupada por cómo traer el bebé a casa de modo seguro.

¡Luego vi a mi madre envolviéndolo en celofán para ponerlo en un paquete y enviarlo a casa! ¡El bebé no podía respirar! ¡Pero ella no se preocupaba! ¡Parecía que iba a matar al bebé! Yo estaba aterrorizada.

Pensé que eso no estaba bien, pero no podía hablar. Estaba demasiado asustada. La siguiente escena del sueño era la vuelta a casa. Yo estaba preocupada por si el bebé sobreviviría. Luego aparecía en escena en nuestra casa otra mujer, y el bebé llegaba en un paquete.

  • Nunca había visto a esa mujer, pero no me resultaba extraña;
  • Llevaba unas gafas grandes;
  • ¡La mujer desenvolvió al bebé con mucho cuidado y le sonrió y el bebé abrió los ojos y volvió a la vida! ¡Era un milagro! ¡El bebé está vivo! Increíble;

Yo, que llevo gafas, me maravillé del inconsciente de mi paciente que por un momento me había dado el papel de un objeto materno bueno que tenía leche valiosa para ofrecerle –vida, sabiduría, un nuevo comienzo- alguien a quien estaba empezando a sentirse agradecida como predijo Klein (1957/1975) en lugar de mantenerme en el papel de madre tentadora tras una puerta cerrada o la madre secretamente maligna que la envolvía en celofán.

Tras este sueño, las señales de la envidia y destructividad de la Sra. A parecieron disminuir, aunque fuera temporalmente, a favor de una relación objetal más genuina. Observaciones concluyentes No pretendo hacer la afirmación reduccionista de que cuando comencé a cambiar mi modo de estar-interpretar con la Sra.

A también cambió su puesta en acto transferencial o su representación interna al modo causa-efecto, ni la afirmación miope de que sobre la base de estas interpretaciones la Sra. A ya no sintió envidia. Con el propósito de extraer la contribución intersubjetiva a la envidia, sin embargo, me centraré en el cambio que se percibió en mi contratransferencia y en la probable influencia que tuvo sobre mi paciente.

En resumen, el fracaso de la Sra. A en construir una introyección estable y benigna de un objeto materno bueno era proyectado en mí y ayudó a provocar mis obstáculos iniciales de asimilar-contener sus proyecciones más primitivas y su necesidad de ser una conmigo y/o sentirse parte de mí (Mitrani, 1993; Tustin, 1972).

Que dice la Biblia sobre la envidia?

Esta dificultad junto con mi propia resistencia no reconocida a “convertirme” (Bion 1970/1977a) en una con la Sra. A al contener sus estados más necesitados, disueltos y/o abyectos sirvió como una repetición de la vida con su objeto materno: concretamente, la madre narcisista secretamente distante cuyo tirón gravitatorio tenía que manejar por sí misma.

Esta puesta en acto mantuvo vivos viejos patrones de anhelo, terror, fantasías de carencia, sentirse con derecho a algo, quejas, comparaciones con otros idealizados, resentimiento y las corrientes entremezcladas de envidia deseosa y destructiva.

Desde una perspectiva kleiniana clásica [15] , los ataques envidiosos de la Sra. A podían considerarse en términos de necesidad interna de: a) negar su dependencia de mí (narcisismo destructivo); b) frustrar nuestro progreso por una fuerza interna destructiva (la versión destructiva del instinto de muerte, sadomasoquismo) dando lugar a que atacase la bondad y cualquier signo de vitalidad que sostuviera el vínculo simbiótico; y/o c) negar la diferencia para reducir las distinciones y convertir todo en lo mismo basándose en un tirón regresivo hacia la fusión (la versión de inercia del instinto de muerte).

  • Sin embargo, desde una lente intersubjetiva de escuela intermedia, los llamados ataques envidiosos pueden considerase intentos de expulsar estados intolerables o fantasías del self o del self en relación con otro que constituyen la parte inferior de la envidia destructiva y forman la base de un “complejo de abyección-ser defectuoso-envidia”;

Desde esta perspectiva, la envidia necesita ser vista como una voz de protesta: el espíritu no silencioso, odioso, pero libidinal de la esperanza que se mantiene viva mediante una identificación inconsciente con un otro ideal. Al principio del análisis de la Sra.

  1. A, mientras que su envidia era más evidente para mis ojos psicoanalíticamente entrenados, no lo eran los incipientes estados abyectos y vergonzosos de su self apenas cohesivo, así como las fantasías de carencia, ser defectuosa y de humillación y su reacción vengativa;

Abrirme a la oscuridad del dolor de la Sra. A y “convertirme”, en el sentido de Bion (1970/1977a), en un testigo involucrado e incluso en la portadora/sufridora del self abyecto de la Sra. A requirió abandonar mi propia barrera ligeramente desinvolucrada y autoprotectora e identificarme más plenamente con la Sra.

De lo contrario, estos estados huérfanos seguirían vivos y mutarían a envidia deseosa libidinal y luego destructiva. En la primera, la fuente es la ilusión omnipotente más que la malicia que impulsa la segunda.

Lo que descubrí trabajando con la Sra. A era que el modo que tenía de éxito asegurado para sentirse contenida era sentirse invitada por mí a sentirse físicamente una conmigo, y a identificarse conmigo, lo que le ayudaba a soportar lo que previamente era insoportable y lograr cierto grado de integración de sus estados del self escindidos.

  1. Sin embargo, este proceso de identificación por parte de la Sra;
  2. A sólo tuvo lugar como parte de un proceso recíproco de contraidentificación (Benjamin, 1995) o contratransferencia concordante (Racker, 1957) mas la voluntad por mi parte de asumir parte de responsabilidad por su difícil situación abyecta-envidiosa;

Por ejemplo, mi sorprendente ensoñación no buscada de permitir a mi insistente hija agarrar mis pechos mientras estábamos de compras, junto con la experiencia emocionalmente fascinante tras acabar la jornada en mi consulta de vacío y desesperanza al sentirme aislada de aquellos a quien amaba, sirvieron como un modo de reunir y empezar a simbolizar mediante imágenes nacientes elementos alfa en mi experiencia inconsciente de estar con la Sra.

Estas poderosas imágenes se fusionaron y me llevaron a hacer una interpretación descriptiva en la línea de “Hay un modo en el que trabajamos juntas…” que reflejaba mi voluntad de asumir cierta responsabilidad en la experiencia de la Sra.

A de sentirse arrancada de mí, no querida, y groseramente pasada por alto al final de la sesión. En términos más generales, sólo una vez que fui capaz de atender a las distintas corrientes emocionales (identificaciones proyectivas, ensoñaciones, asociaciones personales) entretejidas en mi contratransferencia y de hallar palabras para lo que yo estaba sintiendo, fui capaz de cambiar de estar narcisísticamente intacta pero demasiado separada/distante a ser capaz de entrar y salir de estados de unidad con los estados más vulnerables y escindidos y, por tanto, contenerlos desde dentro de la experiencia.

Sólo convirtiéndome en una con la Sra. A de este modo, ella pudo empezar a tolerar estos estados insoportables de modo que pudieron integrarse con sus estados/afectos positivos y reflexionar sobre ellos en términos de su historia personal y, en último lugar, despertar sentimientos de vergüenza, culpa, reparación de la envidia y aceptación soportables en tanto compartibles.

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  1. [2] Al igual que pasa con “perversión”, así sucede con “envidia”: en ambos tanto el significante como el significado acarrean oprobio (ver Stein, 2005);
  2. [3] Mitrani (1993) dio totalmente la vuelta al problema de la envidia en el análisis al hacer la inteligente observación de que el analista es tan dependiente del paciente como el paciente del analista, puesto que el paciente tiene lo que el analista necesita para involucrarse en su trabajo profesional;

Se deduce que el analista puede tener, a veces, sentimientos de envidia hacia el paciente por ser el único que sabe. Como tal, el analista puede utilizar inconscientemente la identificación proyectiva para poner su ignorancia en el paciente librándose, así, de un insoportable estado de no saber: “en este sentido podemos estar haciendo al paciente deficiente en experiencia, mientras que nos restablecemos a nosotros mismos como los únicos que la tienen”.

  • (p;
  • 251) [4] Spillius (1993) apuntaba que Klein enfatiza los aspectos malignos o destructivos de la envidia; por el contrario, Barrows (2002) distinguía lo que llama envidia “emuladora” de envidia “destructiva”;

Shengold (1994) usaba el término “envidia maligna” para referirse a las “manifestaciones [más] primitivas, regresivas, homicidas, de la envidia”. Prefiero el híbrido envidia “deseosa-destructiva” para captar la amalgama del deseo de ser como el objeto/otro que es inherente a la envidia así como el deseo de estropear o destruir al otro.

[5] Por supuesto, esta situación da lugar fácilmente a la inversión proyectiva: la angustia paralizante del self por ser el objeto de envidia que, según Harris (1998) es un problema de género común para muchas mujeres talentosas, autodestructivas y ambiciosas.

[6] Un tema relacionado gira en torno al estatus exaltado del objeto envidiado: si el objeto es teorizado al principio siendo idealizado mediante la escisión y la identificación proyectiva (Klein, 1957/1975; Oelsner, 2006), o si el objeto es idealizado al modo de cualquier objeto amado a quien uno desea rendirse (Benjamin, 1988; Ghent, 1990) o si se presenta como un objeto tentador “no consistente de modo que en cierta medida el infante se siente deprivado”, lo que Winnicott (1959/1989) dijo del objeto envidiado.

[7] Existe una controversia en cuanto al grado de diferenciación self-objeto que se requiere para la envidia. Según Joffe (1969), “debe haberse adquirido la capacidad de distinguir entre uno mismo y el objeto, y esta capacidad de reconocer las fronteras puede considerarse una función del yo” (p.

430). En cambio, yo sugiero que hay estadios anteriores de comparaciones proto-envidiosas que son, en sí mismas, parte del proceso de diferenciación/separación y que, como tales, no requieren la total separación entre uno mismo y el objeto. [8] Freud (1941) escribe: “A los niños les gusta expresar una relación de objeto mediante una identificación: ‘Yo soy el objeto’.

‘Tener’ es lo último; tras la pérdida el objeto recae en ‘ser’. Por ejemplo, el pecho materno. ‘El pecho materno es una parte de mí, yo soy el pecho materno’. Sólo más tarde: ‘Lo tengo’, es decir ‘no soy él'” (p.

299). [9] Gracias a Dios, no fue hasta que terminé de escribir este trabajo que encontré y me senté a leer la concienzuda crítica que Joffe (1969) hace del concepto kleiniano de envidia, ¡de otro modo mi propia envidia me habría paralizado! Entre   su generosidad de ideas, también planteaba un vínculo entre “un sentimiento de discapacidad masiva fantaseada del self” y la envidia, y sugería que “al analizar a estas personas, el problema básico no es la envidia per se, sino la suma total de todos los factores que se han organizado e integrado en un rasgo de carácter destructivo inaccesible” (p.

540). [10] Klein (1957/1975) citando a Jacques (1955) consideró que la raíz etimológica de la envida en el verbo latino invideo, cuyo significado incluye “poner un ojo malvado en” o “mirar rencorosamente a” apoyaba el significado proyectivo de la envidia; también apuntaba al “monstruo de los celos de ojos verdes”   cuyo significado, dentro del contexto, es cercano a la envidia.

Más ampliamente, otros idiomas e iconos culturales sugieren que lo sentimientos de envidia se sienten en el cuerpo: “La amargura de la envidia” o “morder la mano que te da de comer”, o la deformidad física del personaje del jorobado como arquetipo de la envidia que   echó a perder el amor para alimentar sus rencillas.

  • [11] En un artículo muy interesante, Laverde-Rubio (2004) también vinculó sus opiniones sobre la envidia a las primeras posiciones de Klein (1932) en tanto que basaba la envidia en la experiencia de exclusión, sentimientos de injusticia, impotencia y adjudicación de culpa a una tercera parte como responsable de la diferencia entre uno mismo y el otro;

[12] Tras escribir este artículo, descubrí el excelente libro de Morrison (1989) Vergüenza: la cara oculta del narcisismo, en el que vinculaba varios estados basados en la vergüenza con la rabia narcisista. Dichos estados de rabia narcisista también pueden vincularse con los ataques envidiosos dando lugar a la especulación de que esos ataques así llamados pueden, en su contexto, considerarse estados de rabia narcisista que son teorizados como el resultado de los estados basados en la vergüenza.

[13] Ogden (2005) ofreció un ejemplo de estar-con un paciente necesitando sin embargo permanecer en silencio durante semanas. En el caso que él describe, decía que permaneciendo en silencio no se sentía controlado por un paciente omnipotente, basándose en su comprensión de lo que su paciente necesitaba de él en ese momento.

La comprensión de Ogden estaba, en parte, basada en su ensoñación de contención de estar con su hijo de tres años durante una pesadilla y “ser uno con él”. La ensoñación emergiendo durante la sesión del paciente llegó a Ogden a intuir que este sentimiento de ser uno era también lo que el paciente necesitaba de él.

[14] Charles Dithrich (2006), supervisor de este caso, apuntó este cambio emocionalmente significativo en la imaginería de los sueños y me ayudó a interpretar su posible significado a la paciente, que respondió positivamente mediante su “embarazosa” confesión.

[15] Esta idea de una perspectiva kleiniana clásica homogénea es en parte un mito inventado más a menudo por los oponentes como estrategia teórica para expresar desacuerdos. Sin embargo, en la medida en que sigue siendo válida para considerar modos de pensar de las escuelas   acerca de temas clínicas, creo que es útil intentar condensar el así llamado modo kleiniano clásico como tal.

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¿Por qué la envidia es un pecado?

El envidioso es incapaz de celebrar o compartir las alegrías ajenas, es decir, es incapaz de sentir el amor al prójimo predicado por Jesucristo, y por esa razón doctrinas como la católica cristiana la consideran entre los pecados capitales, es decir, los pecados más graves y fundamentales.

¿Cuáles son los síntomas de la envidia?

¿Cuáles son los tipos de envidia?

¿Qué daño puede causar la envidia?

México, El País, Eme de Mujer / GDA Las personas que sienten envidia generalmente se encuentran insatisfechos con sus logros, por eso los comparan con los de otros. Esto produce un sentimiento de rencor que conlleva una actitud crítica y manipuladora. Diversos estudios han comprobado que este sentimiento negativo puede manifestarse a través de males en el cuerpo,  los cuales pueden hacerse presentes con múltiples síntomas.

  • -Cuando se siente envidia la postura de la persona cambia completamente, esta se vuelve rígida y tensa;
  • Lo cual genera que el tronco se mueva hacia atrás mostrando movimientos de rechazo;
  • Este tipo de tensión puede ocasionar dolores en las articulaciones y espasmos musculares;

via GIPHY -Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Helsinki reveló que los sentimientos negativos ocasionan que las personas aprieten los dientes o los rechinen inconscientemente, lo cual favorece al desgaste dental y puede generar problemas de oclusión.

-El sistema inmune también puede verse afectado por culpa de la envidia, ya que este se tiende a debilitar ocasionando que la persona sea más susceptible a las enfermedades o infecciones gastrointestinales.

-Cuando se siente envidia se sufre mucha ansiedad debido a que se ve a la otra persona como un desafío, por culpa de ello puede surgir sequedad en la boca, mareos, fatiga, palpitaciones rápidas del corazón, temblor, dolor de cabeza, ira e incapacidad para realizar tareas.

via GIPHY -Cuando se tienen sentimientos negativos, el cuerpo genera más cortisol y adrenalina de lo normal, lo cual causa estrés y ello puede afectar el sistema cardiovascular, digestivo y respiratorio.

-Al tener constantes pensamientos negativos como la envidia, la mente no se mantiene relajada, lo que dificulta descansar o dormir. -Al sentir envidia la persona se siente inferior a los demás, lo que llega a afectar la autoestima y aceptación..

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¿Cuál es el problema del envidioso?

¿Qué es la envidia? – La envidia es un sentimiento de dolor y frustración que surge al no tener aquello que posee otra persona y que uno no ha conseguido (dinero, relaciones sentimentales, atractivo físico, éxito laboral…). Dicho término proviene del latín invidere , que significa ver con malos ojos, pues la persona ve con malos ojos las posesiones, las cualidades y/o los éxitos ajenos, ya que provocan en ella profunda insatisfacción al verse poco valiosa en comparación con el otro.

La envidia es, por lo tanto, una emoción social que deriva de la comparación negativa con iguales , es decir, de personas de la misma clase social o del grupo de referencia con el que se identifica. Cabe destacar que la envidia no consiste únicamente en desear lo que los demás tienen: lo que caracteriza principalmente a la envidia es el deseo de que el otro no tenga lo que uno desea , de que su éxito sea sólo mera apariencia.

“El envidioso desea que el otro deje de tener lo que él desea”. Por ello, la persona envidiosa tiende a infravalorar el éxito ajeno, atribuyéndolo a factores externos como los contactos o la suerte, haciendo una lista mental de desventajas o incluso aventurándose a vislumbrar su futuro fracaso. El envidioso siente hostilidad hacia la otra persona.

¿Cuándo nace la envidia?

Surge en varias partes, una de ellas es la corteza prefrontal, órgano por madurar – Michel Olguín    Jun 24, 2019 L a envidia es un proceso natural del cerebro que todos hemos sentido alguna vez. Antes de los 30 años, este sentimiento se considera normal; pero después de esta edad, es menos común, explicó Eduardo Calixto González profesor de la Facultad de Psicología.

  • Esto se debe a que la envidia surge en varias partes del cerebro, y una de éstas es en la corteza prefrontal, órgano que en la juventud se encuentra en desarrollo y le falta madurar;
  • La corteza prefrontal es la región más inteligente; maneja el razonamiento moral y de proyección social, y se ubica arriba de los ojos;

“Nos indica qué debemos hacer socialmente”. Cuando esta parte madura, las personas tienen un criterio diferente y no se enganchan en asuntos que no valen la pena. “De hecho, los individuos pueden llegar a sentir envidia prosocial (positiva o de la buena), porque su corteza prefrontal está desarrollada y hasta sienten un gusto porque los demás obtengan algo”. Que Es La Envidia Según La Biblia.

¿Cómo funciona la envidia?

El diccionario de la RAE define la envidia como el ‘sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee’. También puede catalogarse como una ‘pasión malsana que afecta más a quien la vive que a aquel que la despierta’.

¿Qué dice la psicologia de la envidia?

La envidia es una emoción que se asocia a la destrucción y daño del otro, por eso negamos nuestros sentimientos de envidia en las relaciones íntimas, porque implica de algún modo aceptar el impulso de querer dañar a alguien a quien queremos.

¿Cómo tratar a una persona envidiosa?

La envidia es un conjunto de sentimientos que surgen de un deseo muy básico : querer lo que alguien más tiene. Es ese descontento, tristeza o enojo que experimentamos por no poseer lo que alguien más tiene, ya sean cosas materiales , cualidades fí­sicas y emocionales, logros o acontecimientos que desearí­amos para nosotros mismos.

  • Muchas veces se ve reflejada en desear el éxito y habilidades de otras personas, llegando al punto de compararse y sentirse muy mal por la falta que se cree tener;
  • Esta conducta solo afecta a una persona : la envidiosa;

El envidiado no se ve afectado si no es “atacado” por quien le tiene envidia, que es la única persona que sufre y tiene pensamientos negativos y de inferioridad. Una persona siente envidia de otra cuando cree que es inferior a esta, aunque no lo sea. Si sientes envidia de alguien, es porque te sientes inferior de alguna forma.

  1. Existen muchos motivos por los que alguien puede sentir envidia;
  2. Las siguientes son las 5 razones más importantes: 1;
  3. La cantidad de dinero que se tiene o se gana El dinero importa;
  4. En grupos o cí­rculos sociales donde la gente suele ganar mucho dinero, las comparaciones pueden ser muy frecuentes e intensas;

En este ambiente, alguien que no gana mucho es consciente de que su entorno tiene mucho más dinero. Estas diferencias suelen despertar en mucha gente una raí­z de envidia o deseo de llegar a ser como las otras personas, incluso para “encajar” en ese grupo social.

Las relaciones sentimentales La persona envidiosa suele vivir en una comparación social constante, lo cual termina afectando seriamente su autoestima. Incluso, llegan a preguntarse obsesivamente sobre las diferencias entre ellos con los demás que sí­ tienen pareja, entrando en un cí­rculo vicioso de desánimo, y en el peor de los casos, de depresión.

El atractivo fí­sico Sentir envidia por la apariencia fí­sica es más común durante los primeros años de la edad adulta , especialmente en los 20 años. Igualmente, suele ser en la adolescencia donde el atractivo fí­sico se vuelve importante. Las personas con baja autoestima, magnifican sus deficiencias y tienden a envidiar a sus amigos con “mejor atractivo”.

  • Su pensamiento es que sus “amigos atractivos” tienen una ventaja injusta para conseguir citas;
  • El éxito profesional Los hombres y mujeres, usualmente, no envidian el éxito profesional de alguno de sus amigos cercanos; pero sí­ es probable que envidien a ese amigo exitoso si gana más dinero;

Sin embargo, tener un amigo que tenga más éxito en la misma profesión o empresa puede producir una gran envidia o problemas en la amistad. A través de las redes sociales Las redes sociales suelen causar fuertes sentimientos de envidia. Las personas auto seleccionan sus fotos en los momentos más felices de su vida, ya sea con la pareja o sonrientes en una foto grupal diciéndole al mundo que lo tienen todo.

  • Los usuarios de las redes sociales más conocidas como Facebook e Instagram experimentan envidia de las actividades y estilos de vida de sus amigos, y es probable que a la larga presenten sentimientos de depresión;

Cómo saber si una persona es tóxica Una persona tóxica es aquella que al relacionarse afecta a la motivación, inspiración y bienestar emocional de los demás. Que irradia una energí­a negativa. La mejor manera de saber si una persona es tóxica es fijándote en cómo te sientes después de tratarla.

Si sentiste que aportó algo bueno a tu vida o todo lo contrario. Aunque no sea su intención, las personas tóxicas logran sacar lo peor de los demás. Por eso, es muy importante aprender a identificar este tipo de personas y evitarlas.

Las siguientes son 7 señales para identificar a una persona tóxica, relevadas por el portal Gananci. Intentan controlarte Aunque muchas personas tienen tendencia a ser controladoras. Hay una gran diferencia entre alguien que le gusta tener todo en orden y alguien que intenta manipular a los demás a su antojo.

  1. En el momento que sientes que alguien intenta “forzarte” a hacer algo que realmente no quieres o cambiar tu forma de ser, actuar o pensar; será hora de reconsiderar su compañí­a;
  2. Mienten constantemente Estas personas son mentirosos compulsivos;

Ya sean pequeñas o grandes mentiras, le mienten a todo el mundo. Las personas que tienen un impacto positivo en nosotros son aquellas en las que podemos confiar. Cuidarse de esas personas deshonestas que solo harán daño. Siempre son las ví­ctimas Les gusta ser la ví­ctima siempre.

Esta es una forma muy sútil de ser alguien tóxico, pero es una de las maneras más comunes. Aquella persona que vive quejándose de las cosas malas que le suceden solo traerá negatividad a tu vida. Por más convincente que parezca, solo quieren que la vida y las demás personas les den más de lo que ellos están dispuestos a dar.

Son chismosos y solo hablan de otras personas Otro rasgo distintivo de las personas tóxicas es el entusiasmo por los chismes , especialmente por aquellos que son demasiado fuertes. Si estás constantemente cerca de un chismoso compulsivo es probable que tengan la misma falta de respeto por ti.

Solo hablar de otras personas es molesto y aburrido a largo plazo, por lo que es mucho mejor alejarse de este tipo de personas. Codician todo el tiempo Otra forma en que las personas tóxicas afectan negativamente es siendo codiciosos.

Si haces algún tipo de negocio con alguien cercano y solo tiene en cuenta lo que gana en cada situación, eventualmente, el que saldrá perjudicado serás vos. Con el tiempo te darás cuenta de que su personalidad te hará cambiar de estado de ánimo, que probablemente termine en un camino de ruptura y rencor.

  1. Siempre creen tener la razón Con frecuencia tratan de dominar todas las conversaciones;
  2. Piensan que son las personas más inteligentes de la sala y que todos los demás están equivocados;
  3. Con estas personas las conversaciones pequeñas y humorí­sticas rápidamente se convertirán en argumentos violentos;

Cuando alguien ve una conversación como un desafí­o que debe ganar, es casi imposible tener una relación sana. Dejar a amigos tóxicos es crucial en la vida para sentirte seguro de ti mismo, libre y capaz. Son negativos No importa lo que intentes o hagas con esta persona, todo siempre será menos de lo que esperaba o querí­a.

Esta persona es la que se queja sin parar, arruina por completo tu dí­a y, probablemente, te echará la culpa. Cuando descubres que la negatividad de alguien interfiere constantemente con tu capacidad de pasar un buen rato, es hora de mantener distancia y seguir adelante.

Qué hacer con una persona envidiosa A lo largo de tu vida, sí­ o sí­ tendrás que lidiar con gente envidiosa. Aunque lo mejor que puedes hacer es evitar este tipo de personas, no siempre será tan fácil. Tienes que aprender a convivir con ellas y sobrellevarlas.

Es muy poco probable que una persona te diga que te tiene envidia directamente, tal vez ni siquiera sea consciente de su inseguridad emocional. Pero si te das cuenta que hay muchas personas o, al menos, una persona que te tiene envidia, los siguientes son algunos pasos a seguir.

Aléjate de la gente envidiosa Recuerda que si alguien te tiene envidia, es su problema. Tú no estás haciendo nada mal y no debes dejar que esto te afecte. Por lo general, muchos suelen manifestar su envidia con comportamientos y comentarios negativos hacia vos o tu trabajo.

  1. Ignóralos;
  2. Si dejas que te afecten, estarás dándoles la razón;
  3. Si podés cortar todo tipo de relación con esta persona, hacelo;
  4. Enfócate en las personas que sí­ te quieren ver triunfar;
  5. La envidia es una señal de que estás haciendo las cosas bien;

Examinar su comportamiento No siempre serán tan explí­citos para demostrar su envidia. Incluso puedes darte cuenta de los sentimientos de alguien al observar su forma de reaccionar, no solo en palabras sino también con expresiones corporales o gestos faciales.

Cuando una persona pone en duda tus capacidades o te dice cosas como “no lo lograrás” , es muy probable que te tenga envidia. Especialmente si otras personas te dicen lo contrario. Las personas envidiosas suelen hablar con otros sobre ti, esta es otra señal de alerta.

Intentar ayudarlo o habla sobre sus sentimientos Habla con esta persona acerca de lo que siente. Especialmente si no puedes ignorarla, es mejor afrontar la situación. Hacerle ver a la otra persona que la manera en que se expresa te incomoda o no es correcta.

No busques alterarla más , solo hacerle ver que su actitud no le hace bien a nadie y que es mejor cambiarla. Una buena manera de ayudar a una persona envidiosa es siendo más positivo de lo normal al relacionarte con ella.

Hacerle ver sus mejores atributos, demuestra amabilidad y ayúdala a ser mejor o alcanzar aquello por lo que te envidia. También puedes hablar sobre tus dificultades personales para que no sienta que es la única persona con problemas y puedas relacionarte con ella.

Ofrécele tu ayuda o pedirle que te apoye con algo donde puedas resaltar sus cualidades. Hablar con alguien más Muchas veces, solo actuamos bajo nuestra propia percepción, y es ahí­ cuando fallamos porque no tenemos una visión más amplia de la situación en la cual nos encontramos.

Si no estás seguro de que una persona te tenga envidia, lo mejor es hablar con otras personas para que te den su punto de vista. Tener una opinión externa te ayudará a identificar mejor la situación. Descubre qué hizo que esa persona sea así­ Todas las personas son un universo distinto.

Con dudas, carencias y experiencias de vida únicas. Es por ello que debemos tratar con sumo cuidado a las que no conocemos muy bien, pero que sabemos que nos tienen envidia. Para saber cómo tratar a esa persona es importante conocer el motivo de su envidia.

Muchas veces sus reacciones pueden originarse de varias fuentes; la mayor de ellas, es el miedo a no sentirse respetado o amado. No se trata de compartir una relación profunda de amistad, sino de comprender su situación y actuar maduramente,  teniendo en cuenta sus razones..

¿Cómo ser libre de la envidia?

Licenciado en Psicología, sexólogo clínico y escritor (www. stamateas. com) – Muchas personas viven pendientes de los logros de los demás. Es así como a menudo sienten envidia, lo que no les permite disfrutar de lo que ellas tienen. Para salir de la envidia es necesario tener confianza en uno mismo y creer que uno posee la capacidad innata de superar cualquier cosa negativa.

Cuando una persona confía en sí misma, el resultado es que se ama y se respeta. Tal actitud no es egoísta ni narcisista, sino una manera sana de funcionar. Necesitamos valorarnos, respetarnos y cuidarnos tal como somos, sin importar la opinión ajena.

La envidia nos detiene en el camino a nuestros sueños y nos mantiene siempre en el mismo lugar. Veamos algunas sugerencias que podemos poner en práctica para lograr ser libres de esta emoción tan dañina: •Aprender a no inmiscuirnos en la vida de nadie. Para ello, es necesario que nos miremos a nosotros mismos y quitemos la mirada de los demás.

  1. A veces resulta más fácil mirar al otro para no ver lo que está mal en mi vida;
  2. Tampoco deberíamos juzgar a nadie por lo que tiene o por lo que hace porque, mientras lo hacemos, no somos capaces de hallar la salida a nuestros problemas;

•Descubrir nuestra singularidad. ¿Sabías que sos único sobre la faz de la tierra? Nadie puede igualar tu singularidad. A veces envidiamos los logros de alguien y procuramos parecernos a esa persona. Lo cierto es que cada ser humano es único e irrepetible y tiene que ser quien es, sin copiar ni imitar a nadie.

  1. Nadie es mejor ni peor que los demás;
  2. Todos tenemos defectos y virtudes que vale la pena compartir, razón por la cual no deberíamos compararnos con nadie;
  3. •Hablar bien de los demás;
  4. Cuando descubrimos nuestra singularidad, eso que nos pertenece sólo a nosotros y a nadie más, ya no nos vemos tentados a criticar a otros;

•Expandir nuestro arsenal de recursos internos. Todos nacemos con un potencial ilimitado que está latente en nuestro interior. Cuando ensanchamos los recursos que conforman dicho potencial, somos capaces de enfrentar las distintas situaciones que la vida nos presenta, sin necesidad de mirar a los demás y concentrarnos en sus recursos.

  • Todos tenemos con qué;
  • •Competir sólo con nosotros mismos;
  • No es necesario superar los logros ajenos, sino superar nuestros propios logros;
  • No tenemos que ganar lo que gana el vecino o nuestro mejor amigo, sino ganar más de lo que ganamos actualmente;

El desafío siempre es con uno mismo. •Usar nuestra energía para enfocarnos en nuestras metas. La persona que tiene envidia suele poner su energía en el otro. “¿Cómo que consiguió trabajo? Pero no creo que le paguen bien ahí. ¿Cuánto ganará?”. Dicha actitud es un desgaste de energía que uno podría aplicar a perseguir aquello que quiere lograr en la vida.

En lugar de envidiar, admiremos a aquellos que están un paso adelante en la carrera de la vida. La envidia produce ira; la admiración, motivación. Aprendamos de quienes ya llegaron a la meta y tienen una inmensa sabiduría para compartir con todos nosotros.

Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a bernardoresponde@gmail. com.

¿Qué hay que hacer para no ser envidioso?

¿Qué poder tiene la envidia?

¿Qué causa la envidia? – La envidia aparece cuando queremos tener algo que no tenemos aún y en vez de sentirnos motivados a lograr eso que no tenemos a través de energía buena, sana, positiva, la embarramos con sentimientos limitados de carencia y mediocridad pensando ¿Por qué el otro tiene eso y yo no? y la especulación cobra vida con preguntas espantosamente atrevidas y dolorosas para el envidiado(a) como; ¿Que habrá hecho pues para tener todo lo que tiene ahora?, colocando en duda su talento para conseguir lo que tanto trabajo le ha costado tener. Que Es La Envidia Según La Biblia Convirtiendo la envidia en algo positivo El poder de la envidia es un poder lamentablemente poderosísimo que no solo te quita tiempo, si no que distorsiona y consume tus pensamientos, sentimientos repercutiendo en tus acciones, además de arruinar tus relaciones profesionales y personales, creando un ambiente negativo y tóxico para todos los que te rodean. Asimismo, no se trata de “no sentir envidia”, es imposible no hacerlo, somos imperfectamente perfectos porque somos humanos, entonces es “normal” sentirla, lo que no esta bien es que una vez reconocido el sentimiento, te quedes estancado ahí y no hagas absolutamente nada para cambiar la envidia que sientes hacia el otro.

  • Deja de Juzgar y Compararte

Un Primer paso para cambiar ése sentimiento sería el de dejar de juzgarte tan duramente contigo mismo, así es, la envidia suele suceder cuando en el fondo no te quieres lo suficiente y comienzas a comparar tus propios logros con el de los demás, cuando haces eso comienzas a medir tu éxito con el otro y si sientes que el otro te tiene ventaja sobre ti, podrías despertar el poder de la envidia, entonces para prevenirte de éste horrible poder, deja de juzgarte, deja de compararte y aprende que tus éxitos no son comparables con nadie ni nada porque solo tu sabes el valor de lo que significó hacer todo lo que hiciste para lograr lo que tienes ahora.

  • Convierte tu envidia en admiración 

Aprende a valorar cada uno de tus esfuerzos y reemplaza el poder de la envidia (poder en función del otro) hacia el poder de la admiración (poder en función conmigo misma(o), una vez comiences a realmente valorar todo lo que tenga que ver contigo mismo primero, vendrá el sentimiento de apreciación por lo que haces, por ti mismo en admiración contigo y será inevitable sentir ésa misma emoción por los demás, se contagiará. Cuando sucede esto, algo mágico ocurre y es que el poder de la admiración es eso, comenzar a ver el éxito del otro desde tu luz y ya no desde tu oscuridad. Por ejemplo, si un amigo se acaba de comprar el carro del año, aprende a interiorizar su éxito como si fuera el tuyo, alégrate y celebra con ésa persona su triunfo y hazlo tuyo también desde el corazón y no desde la apariencia por quedar bien, no, no hagas eso, tampoco funciona.

  • ¡Haz que el éxito de otros no te afecte negativamente, haz que te afecte de manera positiva!

Está bien estar en una etapa de la vida diferente a la etapa en la que otros se encuentran. Por favor deja de juzgarte tan críticamente, duramente y cruelmente! También deja ya de compararte, que eso ya te he dicho que no te lleva a ningún lado! Acepta que esta bien estar donde estas ahora, Por ejemplo, si en éstos momentos aún no tienes un trabajo fijo o la pareja soñada no significa que eres un looser y la persona que si lo tiene sea el exitoso.

Ojo, todo ésto es parte de un proceso de cambio de chip, así que tranquilidad si no te sales sentimientos auténticos a la primera, pero ya sabes, todo en ésta vida es práctica práctica práctica. Quítate de la cabeza ésas ideas que no te llevan a nada, porque para el éxito no hay un orden ni tampoco se trata de llenar una lista de pendientes de lo que supuestamente deberías tener para ser feliz.

Todos somos diferentes, únicos, raros y especiales a nuestra manera y nadie es mejor o peor que nadie, simplemente somos lo que somos y la aceptación es parte de nuestro proceso para vivir más cómodos en nuestra propia piel sin el miedo al que dirán (juicios).

  1. Entonces un ejemplo claro que siempre me gusta citar, de lo que significa hacer que el éxito del otro me impacte de manera positiva es poniendo el caso de que si mi amiga(o) adelgazó 10 kilos con una dieta que encontró con su nutricionista, ésto no quiere decir que la dieta que ella hizo me va a impactar de igual manera ya que mi sistema, mis hormonas, mi ADN etc es diferente, entonces pueda que baje menos o mas, pero jamás bajaré exactamente como ella;

La vida no se trata de ser como ella o mas bonita que ella, se trata de ser yo y ser bonita como yo y como nadie más, aceptando su tipo de belleza y el mío también en igual condiciones.

  • Aléjate de la envidia y los envidiosos.

La envidia es un poder terriblemente poderoso que no sólo se escucha a través de rumores y habladurías mal intencionadas, si no también se siente. Por favor cuídate! en serio, no es broma. Cuida tu energía tanto como cuidas tu dinero, el dinero siempre viene por añadidura o default, nunca antes. Cuida tu círculo de contactos siempre y no permitas que el sentimiento de envidia se apodere de tu energía (vampiros energéticos).

Escucha atentamente de quién vienen los mensajes y confía siempre en tu intuición para saber la intención de dichos mensajes. Por lo general el envidioso está acostumbrado a mirar desde lejos tu éxito y lejos de aplaudirte, habla mal de ti, como escupiendo lava venenosa a todo el que lo rodea, sin embargo existen otra clase de envidiosos más sofisticados y peligrosos porque aparecen como los camaleones (se saben camuflar muy bien, son muy buenos actores) y llegan a ti para usarte para sus beneficios personales y profesionales, a pesar de que no compartan tu visión, no tengan respeto por ti ni por tu trabajo, hablen mal de ti y de tu familia a tus espaldas y te tengan mucha pero mucha envidia.

Hace poco me ocurrió algo así, no entraré en detalles ni mucho menos diré nombres, no es mi estilo, sin embargo algo me quedó de ésta agridulce experiencia y es que no se trata de caerle bien a todo el mundo, como siempre lo digo, no somos Nutella para gustarle a todos, sin embargo eso no justifica la falta de respeto, la hipocresía, la doble cara y mucho menos nos debe de detener a ser siempre uno(a) mismo(a) aceptando las consecuencias por ser uno(a) mismo(a), tampoco nos debe frenar de seguir confiando en las personas, porque las malas experiencia no debería determinar nada, definitivamente vivir con miedo no es lo mío, yo prefiero seguir confiando, aunque me juzguen de “tonta” o “ingenua”, claro que tendré mas cuidado a futuro, por supuesto que sí (es válido cuidarse, significa que me importo lo suficiente para respetarme y quererme como nadie).

  1. Esta experiencia también fue clave para entender el poder del networking, es increíble como mi propia comunidad de y me alertan sobre absolutamente todo lo que pasa a mi alrededor y es gracias a esas personas que puedo ver con mayor claridad las intenciones de las personas que se me acercan;

Hoy en día, gracias a la tecnología y a la globalización el mundo es un pañuelo literalmente y queda muy chico para hacer cosas que simplemente no son correctas , yo siempre digo que nadie te cierra las puertas, te las cierres tu solo(a) si no sabes reconoces tus errores siendo lo suficientemente humilde como para aprender de los mismos para seguir adelante. ¡Gracias Comunidad, de la que me salvaron! Que Es La Envidia Según La Biblia Finalmente, sobre mi experiencia con el poder de la envidia, debo decir que después de lo que me pasó, muchas personas me dijeron “Ya Ani, ¿ahora que harás?, quémalos(as) públicamente, lo que te hicieron estuvo mal, no debes permitir que le pase a más personas” y yo les respondí de la siguiente manera; Cada persona tiene un proceso diferente y seguramente una batalla interna que esta peleando, por esa razón es que la empatía es un sentimiento muy bueno que debemos desarrollar todos a través del perdón, aún así no te lo hayan pedido, sin embargo tu también eres importante y tienes que cuidarte, por eso si es que conectas con ésta historia (sea cual sea haya sido tu experiencia), mi recomendación es que lo mas sabio que puedes hacer por el momento es sacar a personas tóxicas o envidiosas de tu círculo (aunque duela), no por un tema de odio ni de resentimiento, para nada; se trata como ya dije anteriormente de un tema de cuidado personal contigo misma(o). No tienes por qué aguantar sus vibras, mala onda y poderes negativos de envidia hacia ti. Que Es La Envidia Según La Biblia Trata siempre de rodearte con gente positiva, real, transparente, auténtica y verdadera siempre que le guste hablar sin miedo, que siempre te dé la cara y que se sienta tan cómodo(a) en decirte lo que piensa o siente de frente, sin rodeos, sea bueno o malo, no interesa, el enfoque aquí es que te lo diga personalmente (a solas, sin humillar). No te confundas, no se trata de tener gente que te de el amén en todo, no, me refiero a la gente que te dice tus verdades en tu cara, aunque duelan y quizás ni estés preparado(a) para escuchar, son exactamente ésas personas, con ésas precisas palabras las que valen la pena tener en tu círculo del poder de amor, porque les importas y mucho.

  1. El tiempo siempre es y será el mejor aliado y jurado;
  2. Tener Comunidades activas y productivas es muy importante porque es como si tuvieras literalmente a tus ojos en todos lados, porque tarde o temprano, te enteras de todo, no te confundas eh, el networking no es chisme, es información clave sobre proyectos que involucran personas y tener ésa información en el momento preciso es clave también para tomar buenas o mejores decisiones, se convierte en algo así como tu ventaja competitiva;

¡Escúchalas Siempre ! y sea lo que sea que quieras hacer, HAZLO IGUAL! Te van a criticar y envidiar igual, pero recuerda que tu no tienes el control de eso, así que, sigue adelante, Pisando fuerte, ya sabes que no porque haya gente que no le guste tu luz, tienes que dejar de brillar.

Deseo para ti brilles con todo, siempre fuerte, siempre power por ti mismo(a) sin destruir o apagar la luz de nadie, siendo coherente con lo que dices y haces sin hablar mal de otras personas, especialmente si tu rubro es el empoderamiento femenino.

¡Éxitos Siempre! Ani.

¿Qué dice Santiago 4 2?

1 ¿De dónde vienen las a guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras b concupiscencias , las cuales combaten en vuestros miembros? 2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y guerreáis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

3 a Pedís , y no recibís, porque b pedís c mal , para d gastar en vuestras concupiscencias. 4 Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del a mundo es b enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios.

5 ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: Él celosamente anhela el espíritu que mora en nosotros? 6 Pero él da mayor a gracia. Por eso dice: Dios resiste a los b soberbios , y da gracia a los c humildes. 7 a Someteos , pues, a Dios; b resistid al c diablo , y huirá de vosotros.

  1. 8 a Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros;
  2. Pecadores, b limpiad vuestras manos; y vosotros, los de doble ánimo, c purificad vuestros corazones;
  3. 9 a Afligíos , y lamentad y b llorad;
  4. ¡Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza! 10 Humillaos delante del Señor, y él os ensalzará;

11 Hermanos, a no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano, y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la b ley ; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y destruir.

¿Quién eres tú para a juzgar a otro? 13 ¡Vamos ahora!, los que decís: Hoy o a mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, compraremos mercadería y ganaremos; 14 y ni siquiera sabéis lo que será mañana.

Porque, ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es un a vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. 15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias.

¿Cómo tratar a una persona envidiosa?

La envidia es un conjunto de sentimientos que surgen de un deseo muy básico : querer lo que alguien más tiene. Es ese descontento, tristeza o enojo que experimentamos por no poseer lo que alguien más tiene, ya sean cosas materiales , cualidades fí­sicas y emocionales, logros o acontecimientos que desearí­amos para nosotros mismos.

  • Muchas veces se ve reflejada en desear el éxito y habilidades de otras personas, llegando al punto de compararse y sentirse muy mal por la falta que se cree tener;
  • Esta conducta solo afecta a una persona : la envidiosa;

El envidiado no se ve afectado si no es “atacado” por quien le tiene envidia, que es la única persona que sufre y tiene pensamientos negativos y de inferioridad. Una persona siente envidia de otra cuando cree que es inferior a esta, aunque no lo sea. Si sientes envidia de alguien, es porque te sientes inferior de alguna forma.

  • Existen muchos motivos por los que alguien puede sentir envidia;
  • Las siguientes son las 5 razones más importantes: 1;
  • La cantidad de dinero que se tiene o se gana El dinero importa;
  • En grupos o cí­rculos sociales donde la gente suele ganar mucho dinero, las comparaciones pueden ser muy frecuentes e intensas;

En este ambiente, alguien que no gana mucho es consciente de que su entorno tiene mucho más dinero. Estas diferencias suelen despertar en mucha gente una raí­z de envidia o deseo de llegar a ser como las otras personas, incluso para “encajar” en ese grupo social.

  • Las relaciones sentimentales La persona envidiosa suele vivir en una comparación social constante, lo cual termina afectando seriamente su autoestima;
  • Incluso, llegan a preguntarse obsesivamente sobre las diferencias entre ellos con los demás que sí­ tienen pareja, entrando en un cí­rculo vicioso de desánimo, y en el peor de los casos, de depresión;

El atractivo fí­sico Sentir envidia por la apariencia fí­sica es más común durante los primeros años de la edad adulta , especialmente en los 20 años. Igualmente, suele ser en la adolescencia donde el atractivo fí­sico se vuelve importante. Las personas con baja autoestima, magnifican sus deficiencias y tienden a envidiar a sus amigos con “mejor atractivo”.

Su pensamiento es que sus “amigos atractivos” tienen una ventaja injusta para conseguir citas. El éxito profesional Los hombres y mujeres, usualmente, no envidian el éxito profesional de alguno de sus amigos cercanos; pero sí­ es probable que envidien a ese amigo exitoso si gana más dinero.

Sin embargo, tener un amigo que tenga más éxito en la misma profesión o empresa puede producir una gran envidia o problemas en la amistad. A través de las redes sociales Las redes sociales suelen causar fuertes sentimientos de envidia. Las personas auto seleccionan sus fotos en los momentos más felices de su vida, ya sea con la pareja o sonrientes en una foto grupal diciéndole al mundo que lo tienen todo.

Los usuarios de las redes sociales más conocidas como Facebook e Instagram experimentan envidia de las actividades y estilos de vida de sus amigos, y es probable que a la larga presenten sentimientos de depresión.

Cómo saber si una persona es tóxica Una persona tóxica es aquella que al relacionarse afecta a la motivación, inspiración y bienestar emocional de los demás. Que irradia una energí­a negativa. La mejor manera de saber si una persona es tóxica es fijándote en cómo te sientes después de tratarla.

Si sentiste que aportó algo bueno a tu vida o todo lo contrario. Aunque no sea su intención, las personas tóxicas logran sacar lo peor de los demás. Por eso, es muy importante aprender a identificar este tipo de personas y evitarlas.

Las siguientes son 7 señales para identificar a una persona tóxica, relevadas por el portal Gananci. Intentan controlarte Aunque muchas personas tienen tendencia a ser controladoras. Hay una gran diferencia entre alguien que le gusta tener todo en orden y alguien que intenta manipular a los demás a su antojo.

  1. En el momento que sientes que alguien intenta “forzarte” a hacer algo que realmente no quieres o cambiar tu forma de ser, actuar o pensar; será hora de reconsiderar su compañí­a;
  2. Mienten constantemente Estas personas son mentirosos compulsivos;

Ya sean pequeñas o grandes mentiras, le mienten a todo el mundo. Las personas que tienen un impacto positivo en nosotros son aquellas en las que podemos confiar. Cuidarse de esas personas deshonestas que solo harán daño. Siempre son las ví­ctimas Les gusta ser la ví­ctima siempre.

Esta es una forma muy sútil de ser alguien tóxico, pero es una de las maneras más comunes. Aquella persona que vive quejándose de las cosas malas que le suceden solo traerá negatividad a tu vida. Por más convincente que parezca, solo quieren que la vida y las demás personas les den más de lo que ellos están dispuestos a dar.

Son chismosos y solo hablan de otras personas Otro rasgo distintivo de las personas tóxicas es el entusiasmo por los chismes , especialmente por aquellos que son demasiado fuertes. Si estás constantemente cerca de un chismoso compulsivo es probable que tengan la misma falta de respeto por ti.

Solo hablar de otras personas es molesto y aburrido a largo plazo, por lo que es mucho mejor alejarse de este tipo de personas. Codician todo el tiempo Otra forma en que las personas tóxicas afectan negativamente es siendo codiciosos.

Si haces algún tipo de negocio con alguien cercano y solo tiene en cuenta lo que gana en cada situación, eventualmente, el que saldrá perjudicado serás vos. Con el tiempo te darás cuenta de que su personalidad te hará cambiar de estado de ánimo, que probablemente termine en un camino de ruptura y rencor.

Siempre creen tener la razón Con frecuencia tratan de dominar todas las conversaciones. Piensan que son las personas más inteligentes de la sala y que todos los demás están equivocados. Con estas personas las conversaciones pequeñas y humorí­sticas rápidamente se convertirán en argumentos violentos.

Cuando alguien ve una conversación como un desafí­o que debe ganar, es casi imposible tener una relación sana. Dejar a amigos tóxicos es crucial en la vida para sentirte seguro de ti mismo, libre y capaz. Son negativos No importa lo que intentes o hagas con esta persona, todo siempre será menos de lo que esperaba o querí­a.

  1. Esta persona es la que se queja sin parar, arruina por completo tu dí­a y, probablemente, te echará la culpa;
  2. Cuando descubres que la negatividad de alguien interfiere constantemente con tu capacidad de pasar un buen rato, es hora de mantener distancia y seguir adelante;

Qué hacer con una persona envidiosa A lo largo de tu vida, sí­ o sí­ tendrás que lidiar con gente envidiosa. Aunque lo mejor que puedes hacer es evitar este tipo de personas, no siempre será tan fácil. Tienes que aprender a convivir con ellas y sobrellevarlas.

Es muy poco probable que una persona te diga que te tiene envidia directamente, tal vez ni siquiera sea consciente de su inseguridad emocional. Pero si te das cuenta que hay muchas personas o, al menos, una persona que te tiene envidia, los siguientes son algunos pasos a seguir.

Aléjate de la gente envidiosa Recuerda que si alguien te tiene envidia, es su problema. Tú no estás haciendo nada mal y no debes dejar que esto te afecte. Por lo general, muchos suelen manifestar su envidia con comportamientos y comentarios negativos hacia vos o tu trabajo.

Ignóralos. Si dejas que te afecten, estarás dándoles la razón. Si podés cortar todo tipo de relación con esta persona, hacelo. Enfócate en las personas que sí­ te quieren ver triunfar. La envidia es una señal de que estás haciendo las cosas bien.

Examinar su comportamiento No siempre serán tan explí­citos para demostrar su envidia. Incluso puedes darte cuenta de los sentimientos de alguien al observar su forma de reaccionar, no solo en palabras sino también con expresiones corporales o gestos faciales.

Cuando una persona pone en duda tus capacidades o te dice cosas como “no lo lograrás” , es muy probable que te tenga envidia. Especialmente si otras personas te dicen lo contrario. Las personas envidiosas suelen hablar con otros sobre ti, esta es otra señal de alerta.

Intentar ayudarlo o habla sobre sus sentimientos Habla con esta persona acerca de lo que siente. Especialmente si no puedes ignorarla, es mejor afrontar la situación. Hacerle ver a la otra persona que la manera en que se expresa te incomoda o no es correcta.

No busques alterarla más , solo hacerle ver que su actitud no le hace bien a nadie y que es mejor cambiarla. Una buena manera de ayudar a una persona envidiosa es siendo más positivo de lo normal al relacionarte con ella.

Hacerle ver sus mejores atributos, demuestra amabilidad y ayúdala a ser mejor o alcanzar aquello por lo que te envidia. También puedes hablar sobre tus dificultades personales para que no sienta que es la única persona con problemas y puedas relacionarte con ella.

  1. Ofrécele tu ayuda o pedirle que te apoye con algo donde puedas resaltar sus cualidades;
  2. Hablar con alguien más Muchas veces, solo actuamos bajo nuestra propia percepción, y es ahí­ cuando fallamos porque no tenemos una visión más amplia de la situación en la cual nos encontramos;

Si no estás seguro de que una persona te tenga envidia, lo mejor es hablar con otras personas para que te den su punto de vista. Tener una opinión externa te ayudará a identificar mejor la situación. Descubre qué hizo que esa persona sea así­ Todas las personas son un universo distinto.

Con dudas, carencias y experiencias de vida únicas. Es por ello que debemos tratar con sumo cuidado a las que no conocemos muy bien, pero que sabemos que nos tienen envidia. Para saber cómo tratar a esa persona es importante conocer el motivo de su envidia.

Muchas veces sus reacciones pueden originarse de varias fuentes; la mayor de ellas, es el miedo a no sentirse respetado o amado. No se trata de compartir una relación profunda de amistad, sino de comprender su situación y actuar maduramente,  teniendo en cuenta sus razones..