Que Dice La Biblia Sobre El Divorcio?

Que Dice La Biblia Sobre El Divorcio
1) Deuteronomio 24:1-4 – Aquí vemos que Moisés concedió cartas de divorcios a los hombres si encontraban algo indecente en sus esposas. No está muy claro todo lo que indecente implicaba, porque podían ser desde faltas mayores hasta que la esposa quemara la comida.

¿Qué dice en la Biblia sobre el divorcio?

¿Qué dice la Biblia del Divorcio y recasamiento? PREGUNTAS Y RESPUESTAS con Jahaziel Rodríguez

Así lo enseña San Pablo en 1Co 7,10- 12: ‘A los casados les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido; pero si se separa, que permanezca sin casarse o que se reconcilie con el marido, y que el marido no repudie a la mujer’.

¿Qué dice la Biblia sobre el divorcio y volver a casarse?

LUCAS 16:18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera. Aquí es claro que el casarse de nuevo después de divorciarse es un pecado contra el matrimonio.

¿Cuándo se da carta de divorcio según la Biblia?

Deuteronomio 24:1-4 ‘Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa.

¿Qué hacer cuando se acaba el amor en el matrimonio según la Biblia?

Dice, ‘Porque fuerte es como la muerte el amor ; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. ‘ 1 Corintios 6:18. Es MUY diferente a que las esposas ‘ se sometan’ (que es lo que dice la Biblia ) a que sean ‘subordinadas’ (véase 1 Pedro 3:1; Efesios 5:22).

¿Cuáles son las consecuencias de un divorcio?

¿Cuando una persona se divorcia se puede volver a casar?

Por unanimidad y sin mayor discusión, el Pleno de la Corte anuló la porción final del artículo 402 del Código, que establece que en virtud del divorcio, los cónyuges recobrarán su entera capacidad para contraer nuevo matrimonio, ‘siendo indispensable que haya transcurrido un año desde que obtuvieron el divorcio ‘.

¿Cuál es el matrimonio que vale para Dios?

El matrimonio eterno es esencial para la exaltación Nuestro Padre Celestial nos ha dado la ley del matrimonio eterno para que lleguemos a ser como Él.

¿Como Dios castiga el adulterio?

Saltar al contenido La traición conyugal. El adulterio en los tiempos modernos Desde la antigüedad, la infidelidad conyugal -o lo que es lo mismo, el tener ayuntamiento carnal con persona que es casada, o siendo ambos los que se juntan casados, haciendo traición a sus consortes (Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española , 1611, 16v)- ha sido considerada como la falta más grave a los deberes maritales.

  1. Juristas, filósofos y autores cristianos compartieron esta opinión, si bien serán únicamente los últimos quienes, siguiendo los postulados paulinos (Cor;
  2. I, 6-7), dediquen especial atención a los peligros que para el espíritu entrañaba el quebranto de la fidelidad conyugal;

Serán varias las señas que empleen para recalcar la gravedad de la traición marital. En primer lugar, se trata de un pecado contra un sacramento, el del matrimonio, cosa santa instituida por Dios, por lo que, atentando contra él, se comete gran injuria contra el Creador.

  1. Segundo, el adulterio es equiparable al hurto, por cuanto se roba a la mujer o al marido de sus legítimos esposos;
  2. Y tercero, se trata de un vicio contra regla de ley natural – lo que no quieras para ti no lo quieras para otro (Juan Esteban, Orden de bien casar y aviso de casados , 1595, Cap;

VIII)- y conforme a los Evangelios – todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos (Mateo 7, 12)-. En base a esto, y a lo expuesto por San Pablo en su carta a los Corintios, se insiste con reiteración en varias razones para huir de este pecado: a) por ordenación divina que prohíbe todo género de fornicación; b) por la unión que tenemos con Jesucristo desde el momento en que recibimos el agua del bautismo, que obliga a mantener apartado nuestro cuerpo –como parte del cuerpo de Cristo- de cualquier trato y ayuntamiento carnal realizado fuera del matrimonio; c) por el daño que de este pecado viene al cuerpo, pues con la fornicación atenta el hombre contra su propia esencia, corrompiéndola; y d) por la dignidad de los cuerpos, templos del Espíritu Santo por la gracia del bautismo y la santificación de los demás sacramentos, expuestos a terribles desgracias desde el momento en que se adultera.

Más allá del debate sobre la categorización de esta contravención a la lealtad matrimonial, es de destacar la severidad con que fue castigada la infidelidad de la esposa en casi todas las épocas y culturas.

El motivo: si de la relación extramarital mantenida por la mujer nacía un hijo, éste podía ser señalado como elemento hostil al buen discurrir de vida familiar, pues provocaba la denominada turbatio sanguinis , término que hace referencia a la ignominia que para el esposo y para la pureza de su linaje suponía la conducta adúltera de su mujer cuando, siendo fértil, sembraba dudas acerca de la paternidad de los hijos, poniendo en entredicho la descendencia natural y la transmisión de la herencia.

Esta distinción, contenida de forma explícita en los códigos legislativos civiles medievales y modernos (Fuero Juzgo, Fuero Real, Partidas, Leyes de Toro y Recopilaciones normativas posteriores), no aparece como tal en la doctrina general de la Iglesia.

El Concilio de Trento (Sesión XXIV, Cap. VIII) condenará de forma general esta práctica, con independencia del sexo, estado, dignidad y condición de los culpables. Es más, mostrará especial fijación por los hombres casados que conservan y mantienen a sus concubinas en sus casas, a la vista de sus mujeres.

Ahora bien, una cosa es lo que aparece recogido sobre el papel, y otra bien distinta lo sancionado en la práctica. Las mujeres tampoco serán consideradas de la misma manera que sus maridos por las autoridades eclesiásticas.

La infidelidad masculina, aunque criticada por la mayoría de los teólogos, fue tolerada y sólo vagamente censurada, mientras que la cometida por la mujer fue objeto de continuas reprobaciones y duros castigos. ¿Y entre las gentes de los Tiempos Modernos? ¿Qué opiniones y qué actitudes se generaron en torno al adulterio? Durante los siglos XVI y XVII la traición conyugal resultó ser un tema obsesivo y ampliamente condenado entre quienes nos precedieron debido a su asociación con la pérdida de la honra y la fama, valores compartidos por el marido y la mujer desde el mismo momento en que contraen matrimonio.

De ahí que –también ellos- consideren especialmente grave la falta cometida por la esposa, porque de su conducta dependía la reputación del varón. La mujer adúltera será vista como una de las peores lacras para la sociedad, pues convertía a su marido en cornudo, ofendía a su familia, descuidaba las responsabilidades propias de su estado y amenazaba la continuidad de la dominación patriarcal.

Sin omitir a aquellos que alzaron la voz para culpar a los maridos del adulterio de sus esposas –caso de Cervantes en El celoso extremeño o de María de Zayas en El prevenido engañado – lo cierto es que lo común fue continuar señalando al sexo femenino como único responsable de la transgresión.

El empleo recurrente al tema del adulterio en la literatura de los siglos modernos, así como las reiteradas advertencias de los textos morales reflejan, primero, la intemporal ansiedad colectiva de una sociedad obsesionada con el sexo y su relación con el contrato social del matrimonio, y segundo, la extensión que debió alcanzar la práctica de la infidelidad conyugal durante la Modernidad.

La causa principal de este fenómeno habría que buscarla en las condiciones que solían acompañar a los matrimonios. No era el amor lo que llevaba al sacramento. Ni siquiera se consideraba conveniente el que esta “afición” llegase antes de la celebración del enlace.

De hecho, las relaciones adúlteras estarían más próximas a nuestro concepto actual de amor que las desarrolladas dentro del matrimonio. Constituirían una válvula de escape para sentimientos y pasiones de unos esposos que lo son exclusivamente por sometimiento a los intereses de sus familias, que se convierten en víctimas de una práctica nupcial en las que los deseos individuales no cuentan, sobre todo en los grupos medios y altos.

Esto, unido a la imposición eclesiástica y civil de la indisolubilidad del matrimonio, habría fomentado la aparición y difusión de la infidelidad, dejando en evidencia que las reglas, por mucho que se pretenda, no pueden impedir el escape de los sentimientos ni eliminar la satisfacción de los deseos.

Pero la realidad no es tan simple. Marido y mujer no sólo buscaron a través del adulterio un modelo de relación que, a priori, les habría sido negado. La transgresión surge también por otros motivos y esconde otras realidades.

De hecho, tras el adulterio masculino y el femenino encontramos fines muy diferentes. Los primeros, hastiados por las cargas propias del matrimonio, encuentran respiro y libertad en aquellas “amigas” que frecuentan fueran del hogar. Unidos a ellas de por vida o acostumbrados a cambiar de compañera con facilidad, fueron muchos los que no mostraron escrúpulos a la hora de actuar contra lo dispuesto por la Iglesia.

Las mujeres, por su parte, traicionarán a sus esposos por satisfacer sentimientos no cubiertos en el matrimonio. La existencia de relaciones de poder poco equitativas entre los cónyuges no implicaría que las mujeres no buscasen también satisfacer su afectividad y sexualidad fuera del lecho marital.

Y también, por procurarse alimento, vestido o cobijo en situaciones de necesidad económica y desamparo. De hecho, serán los aprietos materiales los que empujen por regla general a las adúlteras a mantener relaciones ilícitas con hombres que ostentan una condición social superior pudiendo procurarles un bocado diario.

  • Mujeres que han vivido la experiencia de un matrimonio fracasado o que han huido de la compañía de sus maridos a consecuencia de los malos tratos;
  • Toca ahora hacer mención a los cónyuges defraudados; al modo en que reaccionan –o se les aconseja reaccionar- al descubrir el engaño;

A ellos, antes de confirmar la infidelidad de sus esposas, se les recomienda actuar con cordura, evitar los celos y cuestionar la veracidad de los rumores difundidos por la vecindad. Teólogos y moralistas hacen un llamamiento a la sensatez, al sosiego de espíritu y a la confianza en la bondad de la mujer, al tiempo que compelen a eliminar cualquier acción que pudiera ser origen de aborrecimientos y enojos entre el matrimonio.

  • Se les explica que resulta de mayor utilidad hacer entender a sus compañeras la confianza que tienen en ellas, así como asegurar su guardia y custodia;
  • Las circunstancias cambian cuando se tienen pruebas del delito;

En estos casos, siendo secreto el conflicto, se aconseja disimular la falta de la esposa y ponerle remedio en la intimidad del hogar, desechándose siempre la idea de acabar con la vida de la adúltera. Sólo en el supuesto de que el adulterio se hubiese convertido en asunto de dominio público, se exige la intervención de los tribunales.

  1. Pero no todos los casos de adulterio femenino fueron sellados siguiendo alguno de los procedimientos anteriores;
  2. Existen pruebas de la clemencia empleada por algunos maridos para con sus esposas;
  3. Nos referimos a las cartas de perdón, otorgadas ante un escribano y testigos, muestras de la concesión formal del perdón a la adúltera y de su readmisión en el hogar conyugal;

No obstante, las cosas no siempre son lo parecen. El contenido de estos documentos obliga a ser precavidos a la hora de extraer conclusiones acerca de las verdaderas intenciones de quienes las otorgaban. Poco parecen haber tenido que ver con la debilidad de quienes las concedieron, las presiones de la moral social o el amor hacia sus esposas.

Junto al propósito expreso del marido de perdonar a la mujer adúltera, la carta incluía el compromiso del otorgante de no dar mala vida a su esposa; precaución que prueba la existencia de “perdones” que en última instancia no perseguían la reanudación de una vida marital pacífica.

Muy al contrario, muchos de estos esposos “indulgentes” tan sólo habrían procurado con su gracia el regreso al hogar de sus mujeres para poder disponer de ellas libremente y castigarlas según su criterio por el dolo perpetrado contra su honor. Finalmente, no faltaron quienes toleraron los excesos de sus mujeres o, incluso, se sirvieron de ellos para ganarse la vida.

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Por regla general se trata de individuos pertenecientes a grupos sociales con pocos recursos, que ven en los regalos del amante a su esposa la posibilidad de salvar situaciones familiares complicadas. Aun a costa de su honor y fama, se dedican a beneficiarse de una situación cómoda, cuando no actúan abiertamente como rufianes cubriéndose con el manto legal del matrimonio.

Más que sufridores, estos esposos eran tenidos por activos beneficiarios de los atractivos de sus mujeres. Tipos dignos de recibir cualquier tipo de burla o desprecio, como queda reflejado en la poesía burlesca de Quevedo. Y pecados castigados por la justicia con el castigo mayor: el presidio africano.

Frente a los consejos dirigidos a los esposos, a las mujeres víctimas de adulterio se les recomienda templanza y contención. Desplazadas por otras mujeres, se esperaba de ellas entereza y resignación. A lo sumo, podían mostrarse serias ante sus maridos para darles a entender el pesar causado por sus flaquezas, tratar de apartarlos del pecado con mansos consejos o encomendar su enmienda a Dios.

Como contrapartida, se criticaba la actitud de quienes, en vez de permanecer sujetas a sus cónyuges, los compelían, acechaban o espiaban para averiguar todo tipo de circunstancias. Suponemos que la mayoría de las mujeres de los Tiempos Modernos aguantaron con paciencia las consecuencias de las incontroladas pasiones de sus esposos.

No obstante, no todas se amoldaron al ideal propuesto por las instituciones. En ocasiones, cuando el cabeza de familia no cumplía con el deber de protección a satisfacción, las mujeres no tuvieron inconveniente en actuar con resolución a fin de enderezar la situación, sin descartar el acudir a los tribunales requiriendo ayuda, en especial cuando el adulterio venía acompañado de otros agravantes relacionados con el desembolso efectuado por los maridos infieles con sus amantes.

La convicción y perseverancia con que algunas se enfrentaron a la situación demuestra el carácter decidido de las protagonistas de estas historias, al tiempo que permite intuir la existencia de ciertas fisuras en el intocable poder patriarcal, rendijas identificadas y aprovechadas por las mujeres para hacer valer sus derechos y emplear los medios dispuestos a su alcance.

  1. Aun así, no podemos omitir a aquellas mujeres que aceptaron convivir no sólo con sus esposos, sino también con las “amigas” de estos y con los hijos resultantes de la relación adúltera;
  2. Las esposas que aceptan esta anómala situación lo hacen porque no disponen de los medios necesarios para mantenerse por sí solas, ni quien pueda proporcionárselos;

Prefieren compartir techo con quienes las ofenden y sus vástagos antes que caer en desgracia por haberse despegado de sus incorregibles maridos. Incluso reclaman su liberación de la prisión y regreso al hogar por las penurias que esta situación genera en sus vidas.

En resumen, la conducta adúltera, incluso contraviniendo el orden establecido –desde el mundo de lo civil o de lo religioso-, representa la materialización de unas necesidades, afectivas y/o materiales.

Si estas son las causas, sus consecuencias tienen que ver con la subversión del equilibrio de las instituciones de los que la sociedad se vale para su pervivencia y evolución: la familia, en primer lugar; asimismo la comunidad.

¿Cuáles son las maldiciones del adulterio?

Vemos muchas familias pasar por tantas penas, tantas miserias y problemas que nunca acaban, las vemos como personas honorables y nos preguntamos ¿Qué pasa con estas personas que no pueden estar bien? Y muchas veces la respuesta es: porque viven en ADULTERIO!!! El adulterio es un pecado sumamente atractivo: Los labios de la mujer extraña y también los del hombre que destilan miel y su paladar es más blando que el aceite… es atractivo porque mezcla componentes que en todo sentido nos hacen sentir bien en la carne: placer sexual; buen trato; emoción en la vida, es decir que saca a la persona de la rutina de la vida; beneficios económicos y materiales.

  • Pero el problema es que el fin del adulterio es amargo y agudo como espada de dos filos, es decir penetra hasta lo más profundo del alma y del corazón;
  • El adulterio es un placer que trae maldición a nuestra vida, que trae maldición a las familias involucradas, pues son dos familias que se involucran unidas por el pecado de dos personas que están llevando maldición a su hogar;

Muchos pensamos que porque sabemos hacer bien nuestro pecado y nadie lo nota no nos traerá consecuencias a nuestra vida. Pero Dios nos enseña en su palabra que ningún adulterio quedara impune , es decir sin su castigo o sin consecuencia y si Dios lo ha escrito en su palabra Él lo cumplirá.

  • Entonces, ¿cuáles son los castigos o consecuencias que el adulterio trae a nuestras vidas? Su reflexión nos podrá hacer parar en nuestras vidas el adulterio, o ni siquiera tomarlo en cuenta, la decisión es nuestra;

I Primera Maldición: Nuestro interior se corrompe o se contamina. Qué triste es para el adultero o la adultera sabiendo con toda seguridad que su vida no es agradable a Dios y no tener la fuerza para poder parar esa relación extramarital. Nuestra alma se corrompe, es decir que nuestro exterior puede aparentar pureza y hasta santidad pero lo que Dios ve en nuestro interior es que está podrido por el pecado.

  • Corrompe su alma el adultero, pero ¿porque se corrompe el alma?: porque pierde el tenor de Dios; porque se convierte en un mentiroso; porque quebranta su pacto matrimonial; porque se vuelve insensible e indiferente ante el dolor de su familia; porque se convierte en una persona distinta;

II Segunda Maldición: Enredarnos en la madeja de nuestro propio pecado. Que duro es para los adúlteros darse cuenta que lo que comenzó como un juego inocente, o en el internet, como algo sin importancia , como un momento de placer, se ha convertido en cadenas y en una cárcel de la que no pueden salir.

Como todo pecado, el adultero avanza cada vez más y más, los sentimientos se confunden, los cariños se convierten en imposiciones, las exigencias son mayores, las demandas de tiempo, dinero, atenciones van creciendo a medida que el adultero se enreda más y más.

Luego aparecen los embarazos no deseados y las vidas que Dios quería bendecir se convierten en un total enredo. III. Tercera Maldición: Convertirse en una fuga de bendición para nuestra familia. Que locura, que tristeza, que amargura es tener nuestra propia familia pasando penalidades económicas y nosotros sosteniendo los hijos de otros y dándoles sus caprichos a los hijos de mi amante.

  1. Hoy día la economía de nuestra familia no da para sostener terceras, curtas y quintas personas fuera de nuestro matrimonio;
  2. Que maldición es saber que hemos sido responsables con la familia de nuestra amante y no poder sostener nuestro propio hogar;

IV. Cuarta Maldición: Que Dios utilice nuestro propio adulterio como castigo. Con nuestra necedad y rebeldía llegamos a colmarle la paciencia a Dios y abusamos de su misericordia y Él mismo hace que caigamos en manos de la mujer u hombre extrañó pues esta airado en contra nuestra.

Que terrible es vivir una vida donde nuestro mismo adulterio se convierta en castigo, por el dolor, las amenazas, los gastos, las imposiciones. Quinta Maldición: Darnos cuenta demasiado tarde de nuestro error.

La Palabra nos habla de la relación de Dios con su pueblo infiel, pero lo podemos aplicar perfectamente a nuestra vida, cuando por un hombre o por una mujer nos vamos siguiendo el placer, la convivencia, etc. , y no nos damos cuenta de lo que estamos perdiendo.

Que duro es darnos cuenta que mejor nos iba con nuestro matrimonio, con nuestros hijos, pero cuando queremos buscar la reconciliación es demasiado tarde… perdimos nuestra oportunidad, destruimos un buen matrimonio, perdimos una buena esposa o un buen esposo.

¿Qué debemos hacer para evitar esas maldiciones a nuestra vida? Pongamos atención hoy al consejo, no espere hasta el final. ¿Y usted qué opina? “Se feliz, porque la piedra nunca es tan grande, porque las injusticias acaban pagándose, porque el dolor se supera, porque la verdad… insiste, porque el coraje te levanta, porque el miedo te fortalece, porque los errores te enseñan y porque nadie es perfecto.

  • La vida da una segunda oportunidad para todo y pone a cada uno donde debe estar”;
  • (Le comparto este tema de: “El Reloj Cu-Cu ( Mana )”;
  • Haga clic en la dirección de abajo: http://www;
  • youtube;
  • com/watch?v=WagE2wU4LXw   Si aún no ha leído el artículo: “Como quien dice, que no se sepa… AMOR CLANDESTINO!!!”, se lo recomiendo en:   http://blogsiglo;

com/archivo/1274. html Fragmento de “El Mensaje del Señor para ti… “Te veo a ti como parte de mí, me veo a mi mismo en ti. Se fiel a aquel que mora dentro de tu alma. Debido a que Yo soy tu guía dejad ir   toda ansiedad y estad receptivo   a la dirección divina.

  • En todo lo que hagas colócame a mí en primer lugar, y Yo te dirigiré y habré de coronar tus esfuerzos con éxito… 8   Despertar…es;
  • [email protected]    “Despertar;
  • es”   Un encuentro contigo mismo Un libro que una vez que inicias, no podrás dejar de leer;

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR” Germán de la Cruz Carrizales   Torreón, Coahuila. México                  MMXIV.

¿Qué significa repudiar a su mujer en la Biblia?

Repudio en la Antigüedad Clásica – En la Antigüedad Clásica, la palabra repudio solía designar el acto legal mediante el cual el hombre se reservaba el derecho de disolver la unión conyugal con su mujer para volverse a casar. Para ejercer este derecho bastaba con apelar a las más diversas razones, desde la infertilidad hasta la conveniencia personal.

¿Qué significa el divorcio?

Uno de los temas contemplados y regulados por el derecho de familia es el divorcio. El divorcio ha sido definido como la disolución del vínculo matrimonial y que deja a los cónyuges en posibilidad de contraer otro matrimonio. En México, en la mayoría de los ordenamientos legales estatales del Derecho Familiar se reconocen dos tipos de divorcio uno que es el que se promueve ante la figura del Registro Civil y el otro ante la Autoridad Judicial.

¿Qué dice la Biblia acerca de la infidelidad?

Infidelidad según la Biblia – La infidelidad, denominada en la Biblia como adulterio, es aquel acto en el cual un hombre o una mujer tienen relaciones con una persona distinta a aquella con quien están casados. La Biblia lo presenta como un acto vergonzoso, que obliga a ocultarse: “El ojo del adúltero espera el anochecer, diciendo: ‘Ningún ojo me verá, y disfraza su rostro'” ( Job , 24: 15).

La Biblia condena la infidelidad cuando en Levítico (18: 20-22) dice expresamente que acostarse con una persona distinta al cónyuge supone una abominación a los ojos de Dios. Y advierte el castigo impuesto al adúltero en la ley que dio el Señor al pueblo de Israel: “Porque todo el que haga cualquiera de estas abominaciones, aquellas personas que las hagan, serán cortadas de entre su pueblo ( Levítico , 18: 29) La infidelidad, pues, supone, desde el punto de vista de la religión cristiana, una ruptura de la promesa que se ha hecho ante Dios al momento de contraer matrimonio.

Vea también Antivalores. Cómo citar: “Infidelidad”. En: Significados. com. Disponible en: https://www. significados. com/infidelidad/ Consultado:.

¿Cómo saber cuando ya no hay amor en un matrimonio?

Señales de que mi matrimonio se ha acabado – El analizar la pareja, el comportamiento, el ánimo de cada uno, puede ayudar a tomar una decisión. En algunos casos, tan solo un problema es suficiente para determinar la ruptura. En otros casos, la lucha por renovar la relación puede ser más dura. Varios ejemplos son:

  • Falta de comunicación  o ausencia de deseo sexual.
  • Ausencia de respeto y compromiso.
  • Falta de ganas de pasar tiempo juntos, discusiones.
  • Indiferencia ante la infidelidad.
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Si no hay amor, compromiso, pasión, confianza y respeto, puede que sea hora de tomar medidas. De lo contrario, se cae en un autoengaño que lo único que finalmente puede lograr es prorrogar el sufrimiento y la zozobra de ambas personas.

¿Qué hacer si tu esposo no quiere luchar por tu matrimonio?

¿Cuáles son las 5 etapas del matrimonio?

¿Cuál es el matrimonio que vale para Dios?

El matrimonio eterno es esencial para la exaltación Nuestro Padre Celestial nos ha dado la ley del matrimonio eterno para que lleguemos a ser como Él.

¿Como Dios castiga el adulterio?

Saltar al contenido La traición conyugal. El adulterio en los tiempos modernos Desde la antigüedad, la infidelidad conyugal -o lo que es lo mismo, el tener ayuntamiento carnal con persona que es casada, o siendo ambos los que se juntan casados, haciendo traición a sus consortes (Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española , 1611, 16v)- ha sido considerada como la falta más grave a los deberes maritales.

Juristas, filósofos y autores cristianos compartieron esta opinión, si bien serán únicamente los últimos quienes, siguiendo los postulados paulinos (Cor. I, 6-7), dediquen especial atención a los peligros que para el espíritu entrañaba el quebranto de la fidelidad conyugal.

Serán varias las señas que empleen para recalcar la gravedad de la traición marital. En primer lugar, se trata de un pecado contra un sacramento, el del matrimonio, cosa santa instituida por Dios, por lo que, atentando contra él, se comete gran injuria contra el Creador.

Segundo, el adulterio es equiparable al hurto, por cuanto se roba a la mujer o al marido de sus legítimos esposos. Y tercero, se trata de un vicio contra regla de ley natural – lo que no quieras para ti no lo quieras para otro (Juan Esteban, Orden de bien casar y aviso de casados , 1595, Cap.

VIII)- y conforme a los Evangelios – todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos (Mateo 7, 12)-. En base a esto, y a lo expuesto por San Pablo en su carta a los Corintios, se insiste con reiteración en varias razones para huir de este pecado: a) por ordenación divina que prohíbe todo género de fornicación; b) por la unión que tenemos con Jesucristo desde el momento en que recibimos el agua del bautismo, que obliga a mantener apartado nuestro cuerpo –como parte del cuerpo de Cristo- de cualquier trato y ayuntamiento carnal realizado fuera del matrimonio; c) por el daño que de este pecado viene al cuerpo, pues con la fornicación atenta el hombre contra su propia esencia, corrompiéndola; y d) por la dignidad de los cuerpos, templos del Espíritu Santo por la gracia del bautismo y la santificación de los demás sacramentos, expuestos a terribles desgracias desde el momento en que se adultera.

Más allá del debate sobre la categorización de esta contravención a la lealtad matrimonial, es de destacar la severidad con que fue castigada la infidelidad de la esposa en casi todas las épocas y culturas.

El motivo: si de la relación extramarital mantenida por la mujer nacía un hijo, éste podía ser señalado como elemento hostil al buen discurrir de vida familiar, pues provocaba la denominada turbatio sanguinis , término que hace referencia a la ignominia que para el esposo y para la pureza de su linaje suponía la conducta adúltera de su mujer cuando, siendo fértil, sembraba dudas acerca de la paternidad de los hijos, poniendo en entredicho la descendencia natural y la transmisión de la herencia.

Esta distinción, contenida de forma explícita en los códigos legislativos civiles medievales y modernos (Fuero Juzgo, Fuero Real, Partidas, Leyes de Toro y Recopilaciones normativas posteriores), no aparece como tal en la doctrina general de la Iglesia.

El Concilio de Trento (Sesión XXIV, Cap. VIII) condenará de forma general esta práctica, con independencia del sexo, estado, dignidad y condición de los culpables. Es más, mostrará especial fijación por los hombres casados que conservan y mantienen a sus concubinas en sus casas, a la vista de sus mujeres.

Ahora bien, una cosa es lo que aparece recogido sobre el papel, y otra bien distinta lo sancionado en la práctica. Las mujeres tampoco serán consideradas de la misma manera que sus maridos por las autoridades eclesiásticas.

La infidelidad masculina, aunque criticada por la mayoría de los teólogos, fue tolerada y sólo vagamente censurada, mientras que la cometida por la mujer fue objeto de continuas reprobaciones y duros castigos. ¿Y entre las gentes de los Tiempos Modernos? ¿Qué opiniones y qué actitudes se generaron en torno al adulterio? Durante los siglos XVI y XVII la traición conyugal resultó ser un tema obsesivo y ampliamente condenado entre quienes nos precedieron debido a su asociación con la pérdida de la honra y la fama, valores compartidos por el marido y la mujer desde el mismo momento en que contraen matrimonio.

  • De ahí que –también ellos- consideren especialmente grave la falta cometida por la esposa, porque de su conducta dependía la reputación del varón;
  • La mujer adúltera será vista como una de las peores lacras para la sociedad, pues convertía a su marido en cornudo, ofendía a su familia, descuidaba las responsabilidades propias de su estado y amenazaba la continuidad de la dominación patriarcal;

Sin omitir a aquellos que alzaron la voz para culpar a los maridos del adulterio de sus esposas –caso de Cervantes en El celoso extremeño o de María de Zayas en El prevenido engañado – lo cierto es que lo común fue continuar señalando al sexo femenino como único responsable de la transgresión.

El empleo recurrente al tema del adulterio en la literatura de los siglos modernos, así como las reiteradas advertencias de los textos morales reflejan, primero, la intemporal ansiedad colectiva de una sociedad obsesionada con el sexo y su relación con el contrato social del matrimonio, y segundo, la extensión que debió alcanzar la práctica de la infidelidad conyugal durante la Modernidad.

La causa principal de este fenómeno habría que buscarla en las condiciones que solían acompañar a los matrimonios. No era el amor lo que llevaba al sacramento. Ni siquiera se consideraba conveniente el que esta “afición” llegase antes de la celebración del enlace.

  1. De hecho, las relaciones adúlteras estarían más próximas a nuestro concepto actual de amor que las desarrolladas dentro del matrimonio;
  2. Constituirían una válvula de escape para sentimientos y pasiones de unos esposos que lo son exclusivamente por sometimiento a los intereses de sus familias, que se convierten en víctimas de una práctica nupcial en las que los deseos individuales no cuentan, sobre todo en los grupos medios y altos;

Esto, unido a la imposición eclesiástica y civil de la indisolubilidad del matrimonio, habría fomentado la aparición y difusión de la infidelidad, dejando en evidencia que las reglas, por mucho que se pretenda, no pueden impedir el escape de los sentimientos ni eliminar la satisfacción de los deseos.

  • Pero la realidad no es tan simple;
  • Marido y mujer no sólo buscaron a través del adulterio un modelo de relación que, a priori, les habría sido negado;
  • La transgresión surge también por otros motivos y esconde otras realidades;

De hecho, tras el adulterio masculino y el femenino encontramos fines muy diferentes. Los primeros, hastiados por las cargas propias del matrimonio, encuentran respiro y libertad en aquellas “amigas” que frecuentan fueran del hogar. Unidos a ellas de por vida o acostumbrados a cambiar de compañera con facilidad, fueron muchos los que no mostraron escrúpulos a la hora de actuar contra lo dispuesto por la Iglesia.

  • Las mujeres, por su parte, traicionarán a sus esposos por satisfacer sentimientos no cubiertos en el matrimonio;
  • La existencia de relaciones de poder poco equitativas entre los cónyuges no implicaría que las mujeres no buscasen también satisfacer su afectividad y sexualidad fuera del lecho marital;

Y también, por procurarse alimento, vestido o cobijo en situaciones de necesidad económica y desamparo. De hecho, serán los aprietos materiales los que empujen por regla general a las adúlteras a mantener relaciones ilícitas con hombres que ostentan una condición social superior pudiendo procurarles un bocado diario.

Mujeres que han vivido la experiencia de un matrimonio fracasado o que han huido de la compañía de sus maridos a consecuencia de los malos tratos. Toca ahora hacer mención a los cónyuges defraudados; al modo en que reaccionan –o se les aconseja reaccionar- al descubrir el engaño.

A ellos, antes de confirmar la infidelidad de sus esposas, se les recomienda actuar con cordura, evitar los celos y cuestionar la veracidad de los rumores difundidos por la vecindad. Teólogos y moralistas hacen un llamamiento a la sensatez, al sosiego de espíritu y a la confianza en la bondad de la mujer, al tiempo que compelen a eliminar cualquier acción que pudiera ser origen de aborrecimientos y enojos entre el matrimonio.

Se les explica que resulta de mayor utilidad hacer entender a sus compañeras la confianza que tienen en ellas, así como asegurar su guardia y custodia. Las circunstancias cambian cuando se tienen pruebas del delito.

En estos casos, siendo secreto el conflicto, se aconseja disimular la falta de la esposa y ponerle remedio en la intimidad del hogar, desechándose siempre la idea de acabar con la vida de la adúltera. Sólo en el supuesto de que el adulterio se hubiese convertido en asunto de dominio público, se exige la intervención de los tribunales.

Pero no todos los casos de adulterio femenino fueron sellados siguiendo alguno de los procedimientos anteriores. Existen pruebas de la clemencia empleada por algunos maridos para con sus esposas. Nos referimos a las cartas de perdón, otorgadas ante un escribano y testigos, muestras de la concesión formal del perdón a la adúltera y de su readmisión en el hogar conyugal.

No obstante, las cosas no siempre son lo parecen. El contenido de estos documentos obliga a ser precavidos a la hora de extraer conclusiones acerca de las verdaderas intenciones de quienes las otorgaban. Poco parecen haber tenido que ver con la debilidad de quienes las concedieron, las presiones de la moral social o el amor hacia sus esposas.

  1. Junto al propósito expreso del marido de perdonar a la mujer adúltera, la carta incluía el compromiso del otorgante de no dar mala vida a su esposa; precaución que prueba la existencia de “perdones” que en última instancia no perseguían la reanudación de una vida marital pacífica;

Muy al contrario, muchos de estos esposos “indulgentes” tan sólo habrían procurado con su gracia el regreso al hogar de sus mujeres para poder disponer de ellas libremente y castigarlas según su criterio por el dolo perpetrado contra su honor. Finalmente, no faltaron quienes toleraron los excesos de sus mujeres o, incluso, se sirvieron de ellos para ganarse la vida.

Por regla general se trata de individuos pertenecientes a grupos sociales con pocos recursos, que ven en los regalos del amante a su esposa la posibilidad de salvar situaciones familiares complicadas. Aun a costa de su honor y fama, se dedican a beneficiarse de una situación cómoda, cuando no actúan abiertamente como rufianes cubriéndose con el manto legal del matrimonio.

Más que sufridores, estos esposos eran tenidos por activos beneficiarios de los atractivos de sus mujeres. Tipos dignos de recibir cualquier tipo de burla o desprecio, como queda reflejado en la poesía burlesca de Quevedo. Y pecados castigados por la justicia con el castigo mayor: el presidio africano.

  1. Frente a los consejos dirigidos a los esposos, a las mujeres víctimas de adulterio se les recomienda templanza y contención;
  2. Desplazadas por otras mujeres, se esperaba de ellas entereza y resignación;
  3. A lo sumo, podían mostrarse serias ante sus maridos para darles a entender el pesar causado por sus flaquezas, tratar de apartarlos del pecado con mansos consejos o encomendar su enmienda a Dios;

Como contrapartida, se criticaba la actitud de quienes, en vez de permanecer sujetas a sus cónyuges, los compelían, acechaban o espiaban para averiguar todo tipo de circunstancias. Suponemos que la mayoría de las mujeres de los Tiempos Modernos aguantaron con paciencia las consecuencias de las incontroladas pasiones de sus esposos.

No obstante, no todas se amoldaron al ideal propuesto por las instituciones. En ocasiones, cuando el cabeza de familia no cumplía con el deber de protección a satisfacción, las mujeres no tuvieron inconveniente en actuar con resolución a fin de enderezar la situación, sin descartar el acudir a los tribunales requiriendo ayuda, en especial cuando el adulterio venía acompañado de otros agravantes relacionados con el desembolso efectuado por los maridos infieles con sus amantes.

La convicción y perseverancia con que algunas se enfrentaron a la situación demuestra el carácter decidido de las protagonistas de estas historias, al tiempo que permite intuir la existencia de ciertas fisuras en el intocable poder patriarcal, rendijas identificadas y aprovechadas por las mujeres para hacer valer sus derechos y emplear los medios dispuestos a su alcance.

  1. Aun así, no podemos omitir a aquellas mujeres que aceptaron convivir no sólo con sus esposos, sino también con las “amigas” de estos y con los hijos resultantes de la relación adúltera;
  2. Las esposas que aceptan esta anómala situación lo hacen porque no disponen de los medios necesarios para mantenerse por sí solas, ni quien pueda proporcionárselos;
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Prefieren compartir techo con quienes las ofenden y sus vástagos antes que caer en desgracia por haberse despegado de sus incorregibles maridos. Incluso reclaman su liberación de la prisión y regreso al hogar por las penurias que esta situación genera en sus vidas.

En resumen, la conducta adúltera, incluso contraviniendo el orden establecido –desde el mundo de lo civil o de lo religioso-, representa la materialización de unas necesidades, afectivas y/o materiales.

Si estas son las causas, sus consecuencias tienen que ver con la subversión del equilibrio de las instituciones de los que la sociedad se vale para su pervivencia y evolución: la familia, en primer lugar; asimismo la comunidad.

¿Cuáles son las maldiciones del adulterio?

Vemos muchas familias pasar por tantas penas, tantas miserias y problemas que nunca acaban, las vemos como personas honorables y nos preguntamos ¿Qué pasa con estas personas que no pueden estar bien? Y muchas veces la respuesta es: porque viven en ADULTERIO!!! El adulterio es un pecado sumamente atractivo: Los labios de la mujer extraña y también los del hombre que destilan miel y su paladar es más blando que el aceite… es atractivo porque mezcla componentes que en todo sentido nos hacen sentir bien en la carne: placer sexual; buen trato; emoción en la vida, es decir que saca a la persona de la rutina de la vida; beneficios económicos y materiales.

  • Pero el problema es que el fin del adulterio es amargo y agudo como espada de dos filos, es decir penetra hasta lo más profundo del alma y del corazón;
  • El adulterio es un placer que trae maldición a nuestra vida, que trae maldición a las familias involucradas, pues son dos familias que se involucran unidas por el pecado de dos personas que están llevando maldición a su hogar;

Muchos pensamos que porque sabemos hacer bien nuestro pecado y nadie lo nota no nos traerá consecuencias a nuestra vida. Pero Dios nos enseña en su palabra que ningún adulterio quedara impune , es decir sin su castigo o sin consecuencia y si Dios lo ha escrito en su palabra Él lo cumplirá.

Entonces, ¿cuáles son los castigos o consecuencias que el adulterio trae a nuestras vidas? Su reflexión nos podrá hacer parar en nuestras vidas el adulterio, o ni siquiera tomarlo en cuenta, la decisión es nuestra.

I Primera Maldición: Nuestro interior se corrompe o se contamina. Qué triste es para el adultero o la adultera sabiendo con toda seguridad que su vida no es agradable a Dios y no tener la fuerza para poder parar esa relación extramarital. Nuestra alma se corrompe, es decir que nuestro exterior puede aparentar pureza y hasta santidad pero lo que Dios ve en nuestro interior es que está podrido por el pecado.

Corrompe su alma el adultero, pero ¿porque se corrompe el alma?: porque pierde el tenor de Dios; porque se convierte en un mentiroso; porque quebranta su pacto matrimonial; porque se vuelve insensible e indiferente ante el dolor de su familia; porque se convierte en una persona distinta.

II Segunda Maldición: Enredarnos en la madeja de nuestro propio pecado. Que duro es para los adúlteros darse cuenta que lo que comenzó como un juego inocente, o en el internet, como algo sin importancia , como un momento de placer, se ha convertido en cadenas y en una cárcel de la que no pueden salir.

Como todo pecado, el adultero avanza cada vez más y más, los sentimientos se confunden, los cariños se convierten en imposiciones, las exigencias son mayores, las demandas de tiempo, dinero, atenciones van creciendo a medida que el adultero se enreda más y más.

Luego aparecen los embarazos no deseados y las vidas que Dios quería bendecir se convierten en un total enredo. III. Tercera Maldición: Convertirse en una fuga de bendición para nuestra familia. Que locura, que tristeza, que amargura es tener nuestra propia familia pasando penalidades económicas y nosotros sosteniendo los hijos de otros y dándoles sus caprichos a los hijos de mi amante.

  1. Hoy día la economía de nuestra familia no da para sostener terceras, curtas y quintas personas fuera de nuestro matrimonio;
  2. Que maldición es saber que hemos sido responsables con la familia de nuestra amante y no poder sostener nuestro propio hogar;

IV. Cuarta Maldición: Que Dios utilice nuestro propio adulterio como castigo. Con nuestra necedad y rebeldía llegamos a colmarle la paciencia a Dios y abusamos de su misericordia y Él mismo hace que caigamos en manos de la mujer u hombre extrañó pues esta airado en contra nuestra.

Que terrible es vivir una vida donde nuestro mismo adulterio se convierta en castigo, por el dolor, las amenazas, los gastos, las imposiciones. Quinta Maldición: Darnos cuenta demasiado tarde de nuestro error.

La Palabra nos habla de la relación de Dios con su pueblo infiel, pero lo podemos aplicar perfectamente a nuestra vida, cuando por un hombre o por una mujer nos vamos siguiendo el placer, la convivencia, etc. , y no nos damos cuenta de lo que estamos perdiendo.

Que duro es darnos cuenta que mejor nos iba con nuestro matrimonio, con nuestros hijos, pero cuando queremos buscar la reconciliación es demasiado tarde… perdimos nuestra oportunidad, destruimos un buen matrimonio, perdimos una buena esposa o un buen esposo.

¿Qué debemos hacer para evitar esas maldiciones a nuestra vida? Pongamos atención hoy al consejo, no espere hasta el final. ¿Y usted qué opina? “Se feliz, porque la piedra nunca es tan grande, porque las injusticias acaban pagándose, porque el dolor se supera, porque la verdad… insiste, porque el coraje te levanta, porque el miedo te fortalece, porque los errores te enseñan y porque nadie es perfecto.

La vida da una segunda oportunidad para todo y pone a cada uno donde debe estar”. (Le comparto este tema de: “El Reloj Cu-Cu ( Mana )”. Haga clic en la dirección de abajo: http://www. youtube. com/watch?v=WagE2wU4LXw   Si aún no ha leído el artículo: “Como quien dice, que no se sepa… AMOR CLANDESTINO!!!”, se lo recomiendo en:   http://blogsiglo.

com/archivo/1274. html Fragmento de “El Mensaje del Señor para ti… “Te veo a ti como parte de mí, me veo a mi mismo en ti. Se fiel a aquel que mora dentro de tu alma. Debido a que Yo soy tu guía dejad ir   toda ansiedad y estad receptivo   a la dirección divina.

  1. En todo lo que hagas colócame a mí en primer lugar, y Yo te dirigiré y habré de coronar tus esfuerzos con éxito… 8   Despertar…es;
  2. [email protected]    “Despertar;
  3. es”   Un encuentro contigo mismo Un libro que una vez que inicias, no podrás dejar de leer;

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR” Germán de la Cruz Carrizales   Torreón, Coahuila. México                  MMXIV.

¿Qué quiere decir 1 Corintios 7 15?

1 En cuanto a las cosas de que me escribisteis, a bueno es para el hombre no tocar mujer. 2 Pero a por causa de las b fornicaciones , cada uno tenga su c esposa , y cada una tenga su marido. 3 El marido a cumpla con la esposa el deber conyugal, y asimismo la esposa con el marido.

  1. 4 La esposa no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco el marido tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino la esposa;
  2. 5 a No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos en el ayuno y la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os b tiente c Satanás a causa de vuestra falta de dominio propio;

6 Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento. 7 Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio a don de Dios; uno a la verdad de una manera, y otro de otra. 8 Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo.

  1. 9 Pero si carecen de dominio propio, cásense; a que mejor es casarse que b quemarse;
  2. 10 Y a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la esposa no a se separe del marido; 11 y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su esposa;

12 Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene esposa que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. 13 Y si una mujer tiene a marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. 14 Porque el marido no creyente es a santificado por la esposa, y la esposa no creyente, por el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían impuros; mientras que ahora son santos.

15 Pero si el no creyente se separa, sepárese, pues el hermano o la hermana no están sujetos a servidumbre en semejante caso, sino que a a paz nos llamó Dios. 16 Porque, ¿cómo sabes, oh mujer, si quizá a salvarás a tu marido? O, ¿cómo sabes, oh marido, si quizá salvarás a tu esposa? 17 Pero a cada uno como el Señor le a repartió , y como Dios llamó a cada uno, así haga.

Y así lo prescribo en todas las iglesias. 18 ¿Fue llamado alguno ya circuncidado? Quédese circunciso. ¿Fue llamado alguno incircuncidado? No se circuncide. 19 La a circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es; sino la observancia de los mandamientos de Dios.

20 Cada uno en el llamamiento en que fue llamado, quédese en él. 21 ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te preocupes; mas también, si puedes hacerte libre, procúralo. 22 Porque el que en el Señor es llamado siendo esclavo, a liberto es del Señor; asimismo, el que es llamado siendo libre, b esclavo es de Cristo.

23 Por precio sois a comprados ; no os hagáis esclavos de los hombres. 24 Cada uno, hermanos, en el llamamiento en que fue llamado, así permanezca para con Dios. 25 En cuanto a las que son vírgenes, no tengo mandamiento del Señor; pero doy mi parecer, como quien ha alcanzado a misericordia del Señor para ser fiel.

  • 26 Tengo, pues, esto por bueno a causa de la dificultad que apremia, que bueno es a al hombre quedarse así;
  • 27 ¿Estás ligado a esposa? No procures separarte;
  • ¿Estás libre de mujer? No procures esposa;
  • 28 Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar;

29 Pero a esto digo, hermanos: El tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no las tuvieran, 30 y los que lloran, como si no llorasen; y los que se regocijan, como si no se regocijasen; y los que compran, como si no poseyesen; 31 y los que disfrutan las cosas de este mundo, como si no las disfrutasen, porque la a forma actual de este b mundo pasará.

  1. 32 Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja;
  2. El soltero se preocupa por las cosas que son del Señor, de cómo agradar al Señor; 33 pero el casado se preocupa por las cosas que son del mundo, de cómo agradar a su esposa;

34 Hay asimismo diferencia entre la casada y la doncella: la doncella se preocupa por las cosas del Señor, para ser santa tanto en el cuerpo como en el espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. 35 Esto digo para vuestro provecho; no para poneros restricción, sino para lo honesto y decente, y para que sin impedimento os dediquéis al Señor.

36 Mas, si a alguno le parece que no se comporta correctamente con respecto a su doncella, que pasa ya de edad, y que conviene que se haga algo, haga lo que quiera, no peca; cásense. 37 Pero el que está firme en su corazón, y no tiene necesidad, sino que domina su voluntad, y ha determinado en su corazón guardar a su doncella, bien hace.

38 Así que, el que se da en casamiento, bien hace; y el que no se da en casamiento, hace mejor. 39 La mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor.